LA BIBLIA Y LA HOMOSEXUALIDAD – La identidad y el género dado por Dios provienen de Cristo, nuestro Creador.

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Uno de los temas más difíciles de tratar en la Iglesia es el de la homosexualidad. La mayoría tiene un amigo o un ser querido que se identifica como homosexual o que lucha con sentimientos homosexuales. Ade­más, nuestra cultura y muchas de nuestras leyes nos impiden decir la verdad, aun cuando lo hacemos con amor. Pero la Palabra de Dios nunca cambia, y debe­ mos encontrar formas de mantenernos fieles a las Escrituras y ayudar a otros a encontrar la libertad en Cristo. Al estudiar esta lección, ore sobre cómo puede relacionarse con aquellos que están atrapados en este pecado —así como en cualquier otro pecado— y ayu­darlos a encontrar su verdadera identidad en Cristo.

Nuestra cultura recurre a una serie de recursos para distinguir lo bueno de lo malo. La ciencia y la medicina son a menudo la máxima autoridad. Los medios de comunicación, la industria de la farán­dula y el sistema educacional también intervienen, a veces insistiendo en que reevaluemos nuestra com­prensión de las cuestiones morales para consentir a sus puntos de vista.

Sin embargo, para los cristianos, la Biblia tiene la última palabra. Como Pablo escribió: «Toda la Escri­tura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia» (2 Timoteo 3:16). Esta lección examina lo que la Biblia dice y no dice sobre el tema de la homosexualidad.

Parte 1—Las prácticas homosexuales están prohibidas

□ Nunca fueron la intención Levítico 18:22-30

La fidelidad a Dios y a su Palabra es más importante que el deseo de parecer pertinente. Se pronuncian graves ayes sobre aquellos que tuercen la verdad para adaptarla mejor a los tiempos (Isaías 5:20). Una parte fundamental de nuestra fe es nuestra creencia de que Dios nos creó intencionadamente. Desde el momento de la creación. Dios estableció y bendijo el vínculo entre un hombre y una mujer. El fruto de esa unión sería la perpetuación de la humanidad. La intención de Dios para la relación sexual y marital humana es reiterada por el mismo Jesús (véase Mateo 19:4-6).

Debemos condenar lo que Dios ha declarado que es menos, o diferente, de lo que era su intención. Habiendo declarado su intención para la unión sexual humana, poste­ riormente aclaró comportamientos que no eran su intención, incluyendo el adulterio, la prostitución, la fornicación, el incesto y la homosexualidad. Esto no se debe a que Dios sea «anti homosexual», sino que no cumplen con lo que dispuso para las personas que Él creó y calificó como «bueno en gran manera».

Dado que las prácticas homosexuales violan su diseño, aparecen junto con otros comportamientos prohibidos en la Ley. De hecho, se les llama «abominación» (Levítico 18:22; «detestable», n t v ). A lo largo de las Escrituras el matrimonio representa la relación de Dios con su pueblo (Isaías 54:5; Efesios 5:25-33). Es lógico pensar que Él aborrecería cualquier perversión de la unión matrimonial heterosexual.

□ Nunca fueron tolerados 1 Corintios 6:9,10

Las dos palabras griegas detrás del texto de la versión Reina-Valera 1960 de 1 Corintios 6:9-10 (traducidas como «afeminados» y «los que se echan con varones») se refieren a la actividad homosexual. Es por eso que la mayoría de las traducciones de la Biblia simple­ mente traducen las palabras como «homosexuales» o algo similar. Es probable que la pre­ sencia de las dos palabras aclare que tanto los participantes activos como los pasivos que consienten de la actividad homosexual se encuentran entre los injustos que no heredarán el reino de Dios.

La homosexualidad nunca se aprueba en las Escrituras. Mientras que la Biblia con­ tiene orientación para parejas heterosexuales, no se encuentra orientación alguna para parejas del mismo sexo. No se puede encontrar un solo ejemplo positivo de una persona homosexual en la Biblia. Si Dios aprobara este comportamiento, seguramente habría pro­ porcionado ejemplos positivos de esta relación y orientación marital para aquellos que la practican, como lo hizo con los matrimonios heterosexuales.

Parte 2-Se condenan las prácticas homosexuales

□ El castigo por el pecado Génesis 19:1-24

Para ser justos, debemos señalar que la homosexualidad no fue el único pecado por el que se condenó a Sodoma. Según Ezequiel, «esta fue la maldad de Sodoma…soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad…y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso» (Ezequiel 16:49). La vehemencia mostrada por los hombres que rodeaban la casa de Lot indica crueldad y total desprecio por los demás. Pero Sodoma también cometió «abominación» (Ezequiel 16:50). Judas profundiza en esto al acusar a Sodoma de haber «ido en pos de vicios contra naturaleza» (Judas 1:7).

□ El origen del pecado Romanos1:18-32

Al señalar que la homosexualidad es un problema, el punto más amplio que Pablo hizo en Romanos 1 es que las relaciones homosexuales son indicativas de un mal aun mayor. Se trata del ser humano creado por Dios que decide seguir su propio camino. Esta rebelión se manifiesta hoy a través del transgenerismo. Aunque Dios los creó como hombre o mujer, su rebelión es tan profunda que rechazan incluso su propia naturaleza. Y ya sea que uno rechace su género o matrimonio heterosexual, todo es una negación pecaminosa del orden creado por Dios. Al renunciar al Dios verdadero, la humanidad caída elige otros dioses y es entregada a una multitud de pasiones impías y antinaturales (véase Romanos 1:28).

La homosexualidad, como los demás pecados en la larga lista de Pablo en Romanos 1, es el resultado de la naturaleza caída. Pensando en el Génesis, él parece decir: «¡Miren cuán bajo hemos caído! La creación rechaza al Creador, y las cosas se han trastornado tanto que incluso la relación más básica está trastocada de una unión heterosexual a una homosexual».

Abundan las teorías sobre los orígenes de la homosexualidad. De ser una enfermedad emocional o mental derivada de factores de la infancia hasta ser algo tan profundamente arraigado que estaría presente al nacer. Pero estas teorías no consideran el punto central: la homosexualidad, como cualquier desviación del plan de Dios, es el resultado de la Caída. Cuando Dios enumeró las consecuencias del pecado de Adán y Eva, incluida la naturaleza pecaminosa, explicó que la experiencia humana ahora contendría elementos dolorosos que Él nunca había querido (Génesis 3:16-19).

El ser humano nace en pecado, acosado por tendencias que Dios nunca quiso que tuviéramos. Algunas tendencias —como la codicia, el egoísmo y la deshonestidad— son universales, pero otras sólo las experimentan algunas personas. La homosexualidad es una tendencia con la que muchas personas no se relacionan, pero es una de las muchas consecuencias de la Caída.

Si bien es cierto que todos somos amados y creados por Dios, todos hemos elegido pecar al rebelarnos contra Él.

Parte 3—La libertad de la homosexualidad está en Cristo

□ La libertad para morir Romanos 6:1-14

La homosexualidad no es sólo una inclinación sexual. Es una identidad declarada con orgullo en desfiles y a la que se aferran muchos como un rasgo con el que afirman haber nacido por diseño de Dios. Si bien eso no es cierto, debemos recordar que la persona pro­ medio involucrada en la homosexualidad se ha sentido «diferente» desde temprana edad y ha luchado para encontrar paz con su orientación e identidad sexual. Al considerar el plan de Dios, tal vez dirá: «¿Cómo puedo decir no a lo que siento? ¡Siempre me he sentido así!»

Las palabras de Pablo en Romanos 6 son esperanza para cualquiera que se arrepiente. No nos liberamos a nosotros mismos del poder del pecado. Más bien, estamos invitados a considerar que nuestra naturaleza pecaminosa está muerta, identificándola con la propia muerte de Cristo. El pecado no tiene dominio sobre nadie que toma en serio las palabras de Jesús: «Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres» (Juan 8:36).

□ La libertad para vivir Romanos 6:18-23

Muchas personas se han liberado de la homosexualidad. Como todos nosotros, son libres de morir a sus tendencias pecaminosas y vivir una nueva vida, ya no como siervos del pecado, sino de Dios. La Iglesia está en un peligro doble respecto a este tema. Por un lado, muchos cristianos están transigiendo con la verdad, temerosos de ofender a sus amigos y seres queridos homosexuales si se aferran a la perspectiva bíblica. Sin embargo, mantener la posición correcta de manera incorrecta es igual de peligroso. Es fácil condenar los peca­ dos sin considerar al herido. Dios ama a estas personas, y además de decir la verdad sobre la moralidad sexual, también digamos que Dios quiere atraer a todos los perdidos a Él.

¿Qué nos dice Dios?

La verdad sobre la homosexualidad es que nunca fue la intención de Dios, no puede ser bendecida por Dios y está prohibida por Dios. Sin embargo, siempre debemos ser moti­vados por el amor de Cristo y no rechazar ni condenar a la persona atrapada en las garras del pecado.

Acerca de: Editorial VIDA

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