[dropcap]N[/dropcap]o me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidieras al Padre en mi nombre, él os lo dé (Juan 15:16).
Jesucristo habla del compromiso que tenemos de llevar fruto. Hace declaraciones que nos desafían a una vida fructífera. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos (Juan 15:8).
¿A qué fruto se refiere Jesucristo? De acuerdo al comentario de la Biblia Scofield, el fruto pueden ser personas que se convierten, señalando la declaración del apóstol Pablo a los Romanos. Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a vosotros (pero hasta ahora he sido estorbado), para tener también entre vosotros algún fruto, como entre los demás gentiles (Romanos 1:13).
Por otra parte el señalamiento de Jesucristo puede referirse al carácter cristiano, el fruto del Espíritu. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley (Gálatas 5:22, 23).
Sin lugar a dudas el fruto del Espíritu refleja la obra de Cristo en el creyente. Una vida que agrada a Dios. El Pbro. José M. Saucedo, en el libro Creo en el Espíritu Santo señala que: El fruto del Espíritu es una exposición de los elementos que el Espíritu de Dios toma de la persona de Cristo y que hace que se reflejen en los creyentes. Elementos para la perfección interior: amor, gozo, paz. Elementos para la comunión: paciencia, benignidad y bondad. Elementos para la perseverancia: fe, mansedumbre y templanza.
Ser fructífero es una de las maneras de agradar a Dios
A Dios no lo convencemos con palabras, sino con hechos. Lo más importante de un árbol no es el follaje, sino el fruto, lo convincente no son las promesas, sino las acciones cumplidas.
El dar fruto agrada a Dios para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios (Colosenses 1:10).
Los años de antigüedad en Cristo no garantizan los buenos resultados, es necesario la dependencia del Espíritu Santo y el esfuerzo constante para disciplinar nuestra forma de ser al someternos a las normas divinas.
No podemos olvidar la reacción de Cristo ante aquella higuera que no tenía fruto. Estaba a la orilla del camino, pero sin fruto. Parecía atractiva con tantas hojas tan verdes, pero no tenía fruto. Por la mañana, volviendo a la ciudad, tuvo hambre. Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera (Mateo 21:18, 19).
Si Cristo se acercara a tu vida este día, ¿encontraría fruto? Si Cristo buscara fruto en tu casa, en tu paternidad, en tus finanzas, en tu matrimonio, ¿encontraría fruto? En tu predicación, en tu vida devocional. Jesús dijo: Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará… (Juan 15:2).La maldición que Cristo pronunció sobre la higuera asombró a los discípulos y los dejó maravillados.
Ser fructíferos motiva la respuesta de Dios
Cuando damos fruto podemos pedir con libertad para nuestras necesidades. No existe un impedimento para obtener las bendiciones de lo alto. La vida fructífera complace al Todopoderoso y la obediencia está conectada a la bendición. El texto dice que si damos fruto y nuestro fruto permanece podemos pedir al Padre y recibir de él (Juan15:16). Pero si no damos fruto resulta imposible obtener las bendiciones deseadas …para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. La vida fructífera mueve el cielo, toca el corazón de Dios y garantiza respuestas y provisiones. Nos conviene dar fruto. Nos beneficia en gran manera vivir la vida que agrada al Señor, cumplir con sus propósitos, someternos a su señorío y caminar en su voluntad. No es grato a los ojos de Dios producir tanto follaje si el fruto no aparece en nuestra vida. De nada sirve hablar lenguas, si no hay amor, no tiene sentido predicar obediencia si desobedecemos su Palabra. La Palabra del Señor precisa que todo árbol se conoce por sus frutos. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos (Mateo 7:16, 17). La respuesta del Señor será más rápida en la medida en que demos más fruto. Si la respuesta llegara a tardar, no olvidemos que siempre llega a tiempo. Condiciones para llevar fruto
Todo árbol para dar fruto necesita el contacto con el agua. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará (Salmos 1:3). Asimismo el creyente que permanece tomando del agua del Espíritu produce fruto. Su carácter es más dócil, sus palabras construyen y no derriban a otros, su servicio a Dios es por amor, la pasión por hablar de Cristo no desaparece. El ministro plantado junto a corrientes del Espíritu predica con buena actitud y frescura en su sermón. Corrige sin herir, y asume su responsabilidad con gozo. El contacto con el agua del Espíritu lo fortalece y supera las dificultades que llegan a su vida. Todo árbol para dar fruto necesita ser podado constantemente. El bendito labrador hace su trabajo perfecto para ayudarnos a dar fruto (Juan15:2). El Señor nos limpia para que llevemos más fruto.
Dios siempre emplea métodos que funcionan, disciplinas que corrigen y procesos que nos ayudan. El Eterno labrador tiene como propósito definido que cada uno de nosotros seamos de bendición y trabajará en nuestro carácter, costumbres, hábitos y personalidad para quitarnos aquello que no es bueno, lo que nos perjudica. Nos poda porque nos ama. Nos poda para que podamos crecer y llevar más y mejor fruto.
fuente: aviva 4 – 001
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