Por Jaime Mazurek
Hace algunos años tuve el privilegio de visitar la iglesia Promise Church, pastoreada por el pastor coreano-norteamericano Nam Soo Kim, en la ciudad de Nueva York. Entre las muchas cosas que pude ver y conocer en aquella visita, algo que quedó muy grabado en mi mente fue un par de enormes fotografías que el pastor Kim tenía colgadas, una al lado de la otra, en una pared de su oficina.
Eran imágenes de dos grandes navíos de alta mar; la primera, un inmenso crucero de lujo, con sus múltiples niveles llenas de banderas y gente sonriente y de fiesta, y la segunda, un portaviones de las fuerzas navales de los Estados Unidos, con toda su tripulación y aviones de guerra desplegados en la cubierta.
El pastor me señaló las fotos y me explicó por qué las tenía ahí, tan prominentes en su oficina.
“En el barco crucero”, explicaba, “van aproximadamente cuatro mil personas. Más o menos quinientas son los tripulantes del barco. Están ahí para trabajar en la conducción de la nave, en la preparación de las comidas, en el aseo, y en la mantención de todo lo relacionado con el barco y el cuidado de sus pasajeros. Las otras tres mil quinientas personas están ahí para ser entretenidas, comer y dormir.”
“En el portaviones, en cambio”, explicó, “también van aproximadamente cuatro mil personas. Pero cado uno tiene una función, un trabajo que hacer. Desde el capitán para abajo, todos tienen importantes labores a realizar. Nadie está ahí para simplemente ser entretenido, comer y dormir. Pasan cada momento de cada día en entrenamiento y preparación para vencer a su enemigo. Están siempre listos para hacer la guerra.”
Me siguió hablando el pastor Kim. “Hay iglesias que son como los cruceros, donde unos pocos hacen todo el trabajo y la gran mayoría está para ser entretenida y para comer, y – riéndose añadió – algunos hasta para dormir. Pero yo pienso que las iglesias deben ser como los portaviones, donde todos tienen un ministerio que cumplir y constantemente mejoran sus capacidades para realizarlo”.
Me dijo, “Tengo estas grandes fotos aquí mi oficina para recordarme cada día que nuestra iglesia no debe asemejarse a un crucero, sino ser como un portaviones, con cada miembro cumpliendo su ministerio, venciendo al enemigo.”
Me impactaron las palabras del pastor Kim, pues confirmaron algo que siempre he creído, y hoy más que nunca, porque lamentablemente estamos en un tiempo cuando muchas iglesias enfatizan más al espectáculo que al Espíritu. Parece haber más preocupación por la calidad de las luces y del sonido que del crecimiento espiritual. Muchísimas veces he visto a grupos de “alabanza” cantar sus canciones como si estuvieran dando un concierto, y los de la congregación, por no conocer las canciones, solo se miran sus pies y no cantan. Es decir, era un “show”. Hasta la arquitectura moderna de las iglesias se asemeja más a la de un teatro que de un centro de adiestramiento. El analfabetismo bíblico actual entre los pentecostales, especialmente los jóvenes, es abismante. Las palabras del pastor Kim son alarmantes, pues de veras, hay muchas iglesias tipo “crucero”.
No estoy exagerando al decir que esto es un problema muy presente y real. Hace varios años, al visitar una iglesia de buen tamaño en cierto lugar de América Latina, el joven pastor me dijo con toda franqueza y sin titubeo, “¿Sabe pastor Jim, lo que he aprendido? Para atraer a la gente, la predicación no es lo mas importante. Lo que importa es tener buena música, buena iluminación y sonido, buenos estacionamientos para los automóviles, y un buen servicio de cuidado de niños y bebés. Si ofrecemos esas cosas, la gente vendrá.” Y me lo dijo a mi cara, poco antes de presentarme como el predicador de la ocasión. Sus palabras me escandalizaron. Tristemente, ese varón ya no está en el ministerio.
Sin duda hay muchas iglesias que están haciendo las cosas bien, preparando y activando a su membresía constantemente para diversos ministerios. Pero, en general hay ciertas tendencias preocupantes se pueden apreciar a menudo como las siguientes:
- más tiempo y énfasis dada a la alabanza que a la Palabra,
- predicaciones “light”, alegóricas, llenas de muletillas, chistes y consejos de autoayuda en lugar de exposiciones profundas del texto bíblico con sus debidas aplicaciones prácticas,
- poco o nada de tiempo en el altar para ministrar a los que vienen para rendir sus vidas a Cristo o para buscar la llenura del Espíritu Santo,
- falta de entrenamiento de la congregación para realizar evangelismo personal, enseñanza y predicación bíblica, consejería personal y otras formas de ministerio,
- falta de diversos ministerios de la iglesia local hacia el mundo que brindan oportunidades de servicio a toda la membresía, como evangelismo de niños, jóvenes y adultos, enseñanza bíblica para diferentes edades, oportunidades para predicar, plantación de nuevas congregaciones satelitales, reforzamiento escolar para niños con dificultad, visitas a los hospitales, visitas a las cárceles, consejería de familias, ayudas a viudas y ancianos, etcétera.
No puede ser que la “vida normal” de un cristiano del siglo XXI consista únicamente en asistir a un culto dominical semanal y ser como la gente secular el resto del tiempo. Cuando vamos a las Escrituras nos encontramos con algo bastante diferente:
Hechos 2:41-47 (NBLA)
41 Entonces los que habían recibido su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como 3,000 almas.
42 Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración.
43 Sobrevino temor a toda persona; y muchos prodigios y señales se hacían por los apóstoles.
44 Todos los que habían creído estaban juntos y tenían todas las cosas en común;
45 vendían todas sus propiedades y sus bienes y los compartían con todos, según la necesidad de cada uno.
46 Día tras día continuaban unánimes en el templo y partiendo el pan en los hogares, comían juntos con alegría y sencillez de corazón,
47 alabando a Dios y hallando favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día al número de ellos los que iban siendo salvos.
En Hechos 2 vemos a la iglesia de Jerusalén integralmente participativa en el ministerio. Todos estaban aprendiendo las enseñanzas de los apóstoles líderes, todos participaban en la comunión y en la oración, varias veces por semana. Todos estaban dispuestos a ayudarse mutuamente, hasta el punto de vender propiedades, cosa que fue singularmente impulsada por Dios, ya que pronto tendrían que huir de la ciudad, y así no estuvieron amarrados a bienes raíces locales sino libres para viajar. El punto es que en la narración de Hechos vemos a una iglesia enteramente comprometida con la obra del ministerio.
En 1 Corintios 12 leemos:
4 Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo.
5 Hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo.
6 Y hay diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios el que hace todas las cosas en todos.
7 Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común.
8 Pues a uno le es dada palabra de sabiduría por el Espíritu; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu;
9 a otro, fe por el mismo Espíritu; a otro, dones de sanidad por el único Espíritu;
10 a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversas clases de lenguas, y a otro, interpretación de lenguas.
11 Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, distribuyendo individualmente a cada uno según Su voluntad.
12 Porque, así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero, todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, constituyen un solo cuerpo, así también es Cristo.
Pablo describe a la iglesia como compuesta de miembros donde “a cada uno se le da la manifestación del Espíritu” (v. 7). La idea es que Dios tiene una gran diversidad de dones espirituales, y que el Espíritu puede obrar en “todos los miembros del cuerpo” (v.12) para “el bien común” (v.7). Este pasaje no describe a una iglesia donde la mayoría está para ser entretenida, en absoluto. Están para ser usados por el Espíritu Santo en su “diversidad de ministerios” (v.5).
Como decía un querido hermano de nuestra congregación, hoy en el sur de Chile, “El que no rema, pesa.”
Romanos 12:1-3
1 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
3 Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.
4 Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función,
5 así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.
6 De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe;
7 o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza;
8 el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.
9 El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno.
10 Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.
11 En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor;
12 gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración;
13 compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad.
En este pasaje Pablo vuelva a enfatizar que la totalidad de la iglesia y no solo los líderes deben participar en la obra del ministerio. Encontramos una serie de principios que han de regir en la iglesia:
- Disposición para presentar nuestros cuerpos – nuestras fuerzas y capacidades – al servicio de Dios, como una ofrenda para Él (v. 1).
- Abandono de la mentalidad del mundo y búsqueda de Su voluntad (v. 2).
- Humildad, es decir, no sentirse superior a los demás (v. 3).
- Reconocer y celebrar la gran diversidad de dones espirituales que Dios ofrece a la gran diversidad de personas que están en Su iglesia. Nadie está exento del servicio (v. 4-8).
- En esta gran “tripulación” debe destacarse el amor fraternal sincero, el respeto y la honra mutuos, diligencia en cumplir las tareas, fervor espiritual, paciencia, constancia en la oración y la disposición para ayudar a los demás (v. 9-13).
Y para finalizar estas reflexiones, Efesios 4:11-16:
11 Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,
12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;
14 para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error,
15 sino que, siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,
16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.
Pablo enfatiza que los ministerios de la Palabra están en la iglesia para “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio”. La medida de una gran iglesia no es, entonces, cuán famoso es el pastor titular, sino cuán fructíferos son los ministerios que realiza la membresía de la iglesia.
El liderazgo en la iglesia está para instruir a los creyentes en la Palabra y la doctrina para que no sean gente sin criterio teológico, fascinados con cada nueva corriente teológica extraña que aparece por ahí, sino miembros activos que cumplen sus funciones (“la actividad propia de cada miembro”) ayudándose mutuamente, como un gran equipo.
La idea que la iglesia local está para entretener a la gente, decirles las cosas que quieren oír en lugar de las que necesitan oír, sin confrontarlos con la necesidad de prepararse personalmente para el servicio cristiano, simplemente no aparece en el Nuevo Testamento.
Que el Señor nos ayude a examinar a nuestras iglesias y a nosotros mismos, para asegurarnos que no estamos formando simples pasajeros turistas que vienen para comer y ser entretenidos, sino discípulos, soldados de Cristo, listos para el ministerio, “para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios” (Col. 1:10).