E l avivamiento en Jerusalén el día de Pentecostés es único. Este avivamiento fue causado por el bautismo del Espíritu Santo a los 120 discípulos, quienes con fe y pasión buscaban y esperaban el cumplimiento de la promesa de Jesús.
Este gran acontecimiento profético definió en muchos aspectos el destino de la iglesia. Los efectos del avivamiento en Jerusalén inmediatamente se manifestaron en su desarrollo y avance. ¿Cuáles son estos resultados notables que hicieron de la iglesia del primer siglo una iglesia poderosa? Veremos algunos de esos resultados en el presente artículo.
Crecimiento numérico de los creyentes
Este crecimiento se hizo evidente desde la primera predicación expuesta por el apóstol Pedro el día de Pentecostés. Lucas así lo escribe en el libro de los Hechos: Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas (Hechos 2:41). El hecho de que las multitudes fueran impactadas por el mensaje del evangelio no era por las habilidades o el conocimiento del predicador, sino por el poder del Espíritu Santo operando en la vida del mensajero de la Palabra.
El poder del Espíritu Santo se movía directamente dentro de los predicadores del evangelio, así como en el corazón de los oyentes. Debemos recordar que el crecimiento numérico de los creyentes no se daba por los sistemas de crecimiento hoy conocidos.
Tampoco por los medios de comunicación con que hoy se cuentan, pues la iglesia neotestamentaria no tenía ninguno de estos elementos. Los predicadores de ese tiempo no disponían de los medios masivos de comunicación, ni de los transportes actuales. Tampoco tenían institutos bíblicos, redes sociales ni los recursos con los que actualmente se cuenta. Esos primeros pioneros, en cambio, tenían persecuciones, encarcelamientos e intolerancia contra su obra y ministerio, entre otras adversidades.
La iglesia del primer siglo creció y se multiplicó grandemente a todo lo largo y ancho de la tierra, porque dependían únicamente del poder del Espíritu Santo. El poder del Espíritu Santo era lo único con que contaban.
El Consolador se manifestaba cuando oraban, cuando adoraban, cuando enfrentaban adversidades y cuando pedían milagros y sanidades. Cuando predicaban, las multitudes aceptaban el mensaje del evangelio y venían a los pies de Jesús.
Si la iglesia contemporánea vuelve sus ojos al cielo otra vez, y si además de la tecnología, los recursos financieros, la capacidad teológica y las técnicas de administración y liderazgo con los que hoy cuenta, busca la experiencia del bautismo del Espíritu Santo, será otra vez una iglesia poderosa.
Pasión por la oración
Y nosotros persistiremos en la oración… (Hechos 6:4). La oración fue el arma más poderosa de la iglesia primitiva. Con ella hizo temblar al mundo y al infierno. Nadie pudo vencer a la iglesia porque dependía del poder que produce la oración. La oración colectiva o individual era el recurso de todos los creyentes.
Con ella y por ella la iglesia derrotaba las armas más poderosas del maligno. Enfrentó a los reyes y a los emperadores más poderosos y jamás fue vencida. La iglesia contemporánea está decayendo en la práctica de la oración. Es común el espectáculo con grandes equipos musicales, lo cual ocupa muchas horas. Sin embargo, la iglesia cada día es más débil en sus convicciones. El celo por la santidad escasea.
La gente de hoy tiene comezón de oír sólo aquello que le gusta y no lo que Dios quiere decir. La iglesia ha dejado de crecer en algunos lugares. Hoy se depende más de los sistemas de crecimiento que de las horas de oración y del poder del Espíritu Santo. Si la iglesia de hoy vuelve a tener pasión por la oración pasaría lo siguiente: Vencería grandes obstáculos. Habría sanidades y milagros. Habría crecimiento integral. Tendría poder para predicar con denuedo. Cuando la iglesia ora, el mundo se estremece.
PasiÓn y compromiso por la predicación
Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo (Hechos 5:42). Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra (Hechos 6:4)
La pasión por la predicación como único método de crecimiento, dio como resultado que la comunidad de creyentes fuera en poco tiempo una iglesia grande y poderosa. La predicación y la enseñanza de la Palabra de Dios era la actividad más importante de los líderes y pastores de la iglesia del primer siglo. Estaba vivo en ellos el mandato del Señor Jesucristo de cumplir la gran comisión. Esto es, llevar el evangelio de una manera poderosa, urgente y convincente, a toda persona y en todo lugar.
Un verdadero avivamiento demuestra evidencias de nuevas conversiones. Puede haber cultos fervorosos y carismáticos, llenos de alabanza y adoración, pero tiene que haber convertidos. Que las personas crean al evangelio constituye el sello de todo avivamiento verdadero. La predicación evangelística, que presente el plan de salvación a las personas, debe ser prioridad en la agenda del liderazgo de la iglesia de hoy.
Sabiduría para resolver conflictos en la iglesia
En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria (Hechos 6:1)
La murmuración y la inconformidad formaron parte de los primeros conflictos que enfrentó la iglesia primitiva. Hoy, al igual que ayer, la murmuración, la descalificación y la inconformidad están presentes en algunos cristianos.
Es común verlos manifestarse en las redes sociales y en otros medios de comunicación. Como resultado del avivamiento del Espíritu Santo, los líderes tenían la sabiduría divina para resolver los conflictos que amenazaban la unidad y el avance de la iglesia. Veamos el procedimiento que siguieron para resolver el conflicto:
1. Se analizó y se comprendió el problema.
2. Los apóstoles establecieron las normas a seguir y luego la iglesia escogió al equipo de diáconos de acuerdo a los requisitos establecidos por los mismos.
Estas fueron las cualidades para ser candidato al diaconado: De buen testimonio. El buen testimonio en el liderazgo fue un elemento esencial que dio estabilidad a la iglesia del primer siglo. Si fue así al principio, cuánto más en estos tiempos de cambios, en los que se atenta contra los valores éticos, morales y espirituales establecidos en la Palabra de Dios. Llenos del Espíritu Santo. Aquí se refiere a que los candidatos a ocupar el diaconado fueran creyentes que tuvieran la experiencia de haber sido bautizados con el Espíritu Santo.
Estar llenos del Espíritu los capacitaba para atender las crisis y conflictos de la iglesia. Es lamentable que hoy algunas iglesias hagan caso omiso a este principio, y eligen a su liderazgo por sus capacidades antes que por ser llenos del Espíritu Santo. Por ello muchas iglesias están pagando un precio muy alto, porque el liderazgo en lugar de ser clave es el “clavo” de la obra. Sabiduría. El diaconado originalmente fue establecido para servir las mesas, no para ejercer dominio y autoridad de mando. La labor de dirección era de los apóstoles. Sin embargo, estos diáconos iban a enfrentar diversos problemas parecidos a los que hoy enfrenta nuestro liderazgo. Por ello necesitaban tener sabiduría para analizar y resolver las dificultades que afectaban la buena marcha de la iglesia. La buena administración de la iglesia es parte de un verdadero avivamiento.
Perseverancia en la sana doctrina
Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones (Hechos 2:42) El avivamiento que gozaba la iglesia primitiva la hacía tener hambre por la sana doctrina. Los apóstoles enseñaban y predicaban con fervor pentecostal.
La sana doctrina era la materia principal para el discipulado y el liderazgo de la iglesia. No todo era emoción y fervor pentecostal, también había fundamentos doctrinales profundos que regían la vida moral, teológica y espiritual de la iglesia. La iglesia de hoy debe enseñar y mantenerse en la sana doctrina. La iglesia de hoy no debe sacrificar principios de doctrina en aras del crecimiento numérico.
La iglesia de hoy debe guiarse por la Palabra de Dios y no por la experiencia o filosofía de líderes espectaculares que aparecen en los medios masivos de comunicación, muchos de los cuales predican y ministran al margen de la Biblia. Militar en la sana doctrina es una demostración de un verdadero avivamiento. Estos puntos demuestran los resultados del avivamiento del Espíritu Santo en la iglesia del primer siglo. El pueblo de Dios debe volver a una nueva experiencia pentecostal, es decir, buscar la experiencia del bautismo en el Espíritu Santo y mantenerse lleno. Para un mundo en crisis se necesita una iglesia poderosa.