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martes, diciembre 10, 2024
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PECADO, CASTIGO Y PROMESA DE RESTAURACION un poderoso mensaje para ti (Lec 8)

Dios llama a todo ser humano a vivir en obediencia a Él. Jeremías 31:33 Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.

El mensaje de un profeta del Antiguo Testamento rara vez era fácil, y más bien a menudo era desagra­dable para los oyentes. Esto ciertamente es verdad en el caso de Jeremías. Hoy exploraremos el mensaje de juicio que Dios envió a través de Jeremías contra la nación de Judá por violar el pacto con el Señor. Al leer los pasajes de hoy, observe cuán severos son los juicios, y cuán personal es el tono. Esto se debe a que un convenio se basa en lazos de lealtad y obligación personales. Romper un pacto no es solamente violar la Ley, sino violar una relación.

El Antiguo Testamento es un registro del fracaso humano—incluyendo el fracaso en el huerto del Edén, el fracaso antes del Diluvio, el fracaso en la Torre de Babel, el fracaso en la época de los jue­ ces y también de la monarquía en conducir al pue­blo por los caminos del Señor. El libro de Jeremías registra eventos cercanos al fin del reino de Judá. El profeta encaró al pueblo con su fracaso pecaminoso en obedecer a Dios, les advirtió del juicio venidero, y también anticipó el establecimiento de un nuevo pacto con un nuevo pueblo del pacto cuyos corazones serían fieles a Dios.

1—La Palabra de Dios es rechazada

□ Siguen un camino de autodestrucción Jeremías 8:4-6

No hay nada más perturbador que ver a un ser querido seguir un camino autodestructivo y no poder detenerlo. No importa cuánto le advierta o razone con ellos, persisten en comportamientos y elecciones que conducen al desastre. Bien podría ser así como se sintió Jeremías cuando advirtió a Judá de las consecuencias de su pecado, solo para descubrir que sus palabras llegaron a oídos sordos. Se cree que esta profecía llegó tarde en el ministerio de Jeremías, después de décadas suplicando a Judá que volviera a Dios.

Más tarde, Jeremías se lamentó: «Pasó la siega, terminó el verano, y nosotros no hemos sido salvos» (Jeremías 8:20). Después de todas sus súplicas al pueblo, nada había cambiado, y pronto caería el juicio. Frustrado, el profeta citó el clamor del Señor: «No hay hombre que se arrepienta de su mal, diciendo: ¿Qué he hecho? Cada cual se volvió a su propia carrera, como caballo que arremete con ímpetu a la batalla» (v. 6, n t v ).

□ Escuchan a falsos maestros Jeremías 8:7-9

Se ha señalado que Dios se revela a sí mismo en «dos libros»: el libro de la creación y el libro de las Escrituras. Los teólogos se refieren al libro de la creación como la «revelación general», una referencia a observar la realidad y la gloria de Dios en el mundo creado. El salmista creía que uno podía aprender de Dios de esta manera, declarando: «Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos» (Salmo 19:1). Más tarde, Pablo escribió: «Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas…» (Romanos 1:20).

Jeremías se refirió a una variedad de aves como ejemplos de comportamiento sabio, que el pueblo de Dios debería haber reconocido, pero no lo hizo (Jeremías 8:7). Las aves que Jeremías mencionó saben cuándo es el momento de migrar y cuándo es el momento de regresar de la migración. Dios lo ha plantado en ellas.

El pueblo ignoró la revelación en la creación y rechazó la Palabra de Dios. «Ellos no conocen las leyes del Señor. ¿Cómo pueden decir: «Somos sabios porque tenemos la palabra del Señor», cuando, al escribir mentiras, sus maestros la han torcido?» (w . 7,8, n t v ). Jeremías habló del libro de la Ley. En Deuteronomio 28, la Ley describe bendicio­nes y maldiciones—bendiciones si el pueblo de Dios cumplía el pacto, maldiciones si no lo hacía. Debido al pecado, el pueblo no podía escuchar la Palabra del Señor.

2—Las consecuencias de rechazar la Palabra de Dios

□ Engañados con una falsa esperanza Jeremías 8:10-14

Los contemporáneos de Jeremías persistieron en sus pecados a pesar de las advertencias. Incluso fueron alentados a hacerlo por los falsos profetas y sacerdotes de Judá. Jeremías confrontó a estos hombres por desviar al pueblo, evitando así el arrepentimiento al prome­ terles «paz cuando no hay paz» (v. 11, n t v ).

Hay muchas similitudes entre los problemas de los días de Jeremías y los problemas actuales. Hoy algunos están dispuestos a calmar la consciencia de la gente por un precio. En vez de predicar un mensaje que lleve a las personas al arrepentimiento, predican un evangelio de superación personal para que la gente se sienta bien. La verdadera labor de los mensajeros debería centrarse en exhortar a la gente al arrepentimiento; sin embargo, solo calman la consciencia de las personas diciéndoles que su condición es aceptable. Predican un tipo de «gracia barata»; sin la cruz y sin arrepentimiento. Como resultado, la gente se convence de que tienen derecho al perdón de Dios sin ninguna respuesta de su parte, lo que es un engaño mortal.

□ Un futuro oscuro Jeremías 8:15-17

¿Qué trajo al pueblo de Dios hasta este punto? El pacto de Dios con Israel incluyó ben­ diciones por la obediencia y maldiciones por la desobediencia. Entre esas maldiciones estaba la amenaza del exilio si Israel violaba el pacto. «En el futuro, cuando experimentes todas las bendiciones y las maldiciones que te detallé y estés viviendo entre las naciones a las que el Señor tu Dios te haya desterrado, toma muy en serio todas estas instrucciones» (Deuteronomio 30:1, ntv).

Una de las duras verdades es que, desde un punto de vista humano, el Antiguo Testa­ mento llega a su fin con una nota de fracaso espiritual. El pueblo que Dios eligió, con quien estableció un pacto, y le dio un territorio, un reino y una dinastía. También le dio textos sagrados con verdades y revelaciones que no se habían concedido a ningún otro pueblo en la tierra. Sin embargo, conforme el Antiguo Testamento llega a su fin, vemos al pueblo de Dios sin reino, sin rey ni imperio. Incluso después de regresar del cautiverio babilónico, necesitaban desesperadamente renovación y esperanza.

Jeremías le advirtió a Judá de las consecuencias de transgredir el pacto. Si hubieran puesto atención, habrían reconocido la llegada de «los caballos de guerra del enemigo» y el «relincho de sus sementales» (v.I6, n t v ). Evocando a las serpientes ardientes que Dios envió contra Israel durante una de sus rebeliones en el desierto (Números 21:4-9), Jere­ mías advirtió a sus oyentes que serían mordidos por «serpientes venenosas a las que no pueden encantar» (v. 17, n t v ). Un triste descenlace para la desobediencia de una nación.

3—La promesa de un nuevo pacto

□ Un nuevo pacto Jeremías 31:31,32

Si bien el Antiguo Testamento terminó en una nota triste de fracaso espiritual, ese no sería el final de la historia. Jeremías proclamó que Dios establecería un nuevo pacto, que tendría éxito donde el primero se quedó corto. Escribió que el nuevo pacto «no será como el que hice con sus antepasados» (Jeremías 31:32, n t v ). En el Nuevo Testamento, Pablo distin­ guió el nuevo pacto del pacto mosaico, comparándolo con los pactos de Dios con Abraham y David. Pablo se refirió a Abraham como un ejemplo de salvación otorgada, no como salario ganado, sino como un regalo gratuito (Romanos 4:4). Pablo además citó a David, quien también «habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras» (v. 6; véase Salmo 32:1,2). El nuevo pacto se basa en lo que Dios ha hecho, no en lo que hará el ser humano.

□ Un nuevo pueblo Jeremías 31:33-34

Un pacto nuevo exige un pueblo nuevo. La deficiencia del antiguo pacto no estaba en el pacto en sí, sino en la naturaleza pecaminosa del pueblo a quien se le dio. En palabras de Pablo: «Por lo tanto, el problema no es con la ley, porque la ley es buena y espiritual. El problema está en mí, porque soy demasiado humano, un esclavo del pecado» (Romanos 7:14, n t v ). Debido a la obra de Cristo en la cruz, el Espíritu Santo hace de la Ley de Dios una parte de nuestro ser. Como creyentes del nuevo pacto buscamos obedecer el manda­ miento más grande de las Escrituras: «Amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas» (Deuteronomio 6:5; véase también Marcos 12:30). Al hacerlo, cumplimos con la verdadera intención de la Ley.

□ Un nuevo pueblo Jeremías 31:33-34

Un pacto nuevo exige un pueblo nuevo. La deficiencia del antiguo pacto no estaba en el pacto en sí, sino en la naturaleza pecaminosa del pueblo a quien se le dio. En palabras de Pablo: «Por lo tanto, el problema no es con la ley, porque la ley es buena y espiritual. El problema está en mí, porque soy demasiado humano, un esclavo del pecado» (Romanos 7:14, n t v ). Debido a la obra de Cristo en la cruz, el Espíritu Santo hace de la Ley de Dios una parte de nuestro ser. Como creyentes del nuevo pacto buscamos obedecer el manda­ miento más grande de las Escrituras: «Amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas» (Deuteronomio 6:5; véase también Marcos 12:30). Al hacerlo, cumplimos con la verdadera intención de la Ley.

Qué nos dice Dios?

El plan de redención de Dios se enfoca en la redención de un pueblo de pacto que hará la voluntad de Dios y lo glorificará. Como seguidores de Cristo, y por lo tanto pueblo del nuevo pacto, tenemos al Espíritu Santo en nuestra vida para ayudarnos a ser fieles a nues­ tro Señor del pacto.

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Editorial VIDA
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