El origen de la iglesia es sobrenatural; nació por voluntad divina. Sus comienzos se caracterizaron por el mover del Espíritu, la unidad y la perseverancia en la sana doctrina.
La introducción del libro de Hechos muestra ser un tratado, un segundo documento para un amigo de Lucas, Teófilo. En el primer documento habla de la vida del Señor aquí en la tierra, y en éste, el principio de la historia de la iglesia. Jesús dejó todo en orden antes de ascender a los cielos (Hechos 1:2). La doctrina estaba lista para desarrollarse y ser enseñada adecuadamente; mandamientos nacidos no de voluntad carnal, sino divina.
Pero antes, el Señor les dio una orden. Una promesa estaba por llegar, así que debían permanecer en Jerusalén hasta su cumplimiento (Hechos 1:4). En este punto comienza la historia de la iglesia; personas unidas, obedeciendo un mandato y esperando en Dios.
I. EL ASCENSO DE CRISTO
Señor, ¿restaurarás el reino de Israel en este tiempo? (Hechos 1:6). No era para menos la pregunta de los discípulos al admirar la gloria de su maestro resucitado. Ellos, siendo judíos, seguían creyendo en la restauración de Israel ante la tiranía del imperio romano. El Señor los llevó a la realidad: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones que el Padre puso en su sola potestad (Hechos 1:7). Muchos grupos religiosos heréticos surgen por no respetar los tiempos de Dios, asignando fechas a la segunda venida de Cristo. Los creyentes debemos creer en lo ya revelado, y esperar con paciencia la llegada de lo oculto.
Entonces llega la gloriosa promesa de Jesús: pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo (Hechos 1:8). Se acercaba un acontecimiento mejor, y era la venida del Espíritu de Dios, necesario para la expansión y estructuración de la iglesia.
Luego de lo anterior, Jesús fué alzado y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos (Hechos 1:9). Los discípulos no quitaban la vista del cielo. En ese momento se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo (Hechos 1:10, 11). En esta sección se alienta nuestro corazón; así como se fue, regresará. Hoy el mundo menosprecia esta promesa, pero sabemos que la Palabra de Dios no miente, Cristo volverá por los suyos. Todo joven que verdaderamente ama a Jesús prepara su vida para aquel día.
II. LA ELECCIÓN DEL SUCESOR DE JUDAS
Al regresar a Jerusalén, todos se reunieron en un aposento alto. La oración y ruego fue un punto clave para esperar con paciencia la venida de la promesa (Hechos 1:14).
Al pasar el tiempo, Pedro, se levanta y citando la Escritura persuade a sus compañeros acerca del reemplazo de Judas. Algunos comentaristas mencionan que esta propuesta estaba fuera de lugar, y expresan que Pablo en realidad debía ser el real reemplazo del Iscariote. Sin embargo, sabemos que el de Tarso nunca se consideró parte de los doce. Tampoco debemos olvidar de la cita escritural de la que Pedro hace uso: en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David a cerca de Judas.,. La elección realmente fue la voluntad de Dios.
De acuerdo a Pedro, el sucesor debía haber estado con los demás apóstoles, siendo testigo ocular de Cristo desde el principio de su ministerio hasta la resurrección (Hechos 1:21,22). Dos candidatos se hallaban en el momento, José, llamado Barsabás, al que llamaban “Justo”y Matías. Debemos decir que “el echar suertes”no fue un acto a la ligera, pues antes de hacerlo oraron a Dios para que en su soberanía él escogiera a quien debía ser el reemplazo (Hechos 1:24). Es importante la oración ferviente, para que el pueblo elija correctamente a sus líderes. Debemos encomendar toda elección a la sabiduría de lo alto, pues ésta sintonizará nuestra decisión con la divina.
Matías fue el elegido. No se sabe más de él, pues no fue nombrado de nuevo en la Escritura. Algunos historia dores como Eusebio de Cesárea y Nicéforo Calixto ofrecen algunos datos, pero es difícil confirmar su veracidad.
III. EL DESCENSO DEL ESPÍRITU SANTO
Hechos 2 revela la nueva dispensación. La iglesia ya estaba a punto de comenzar, el Espíritu Santo venía como la promesa tan deseada. Pérez Millos explica que la tercera persona de la Deidad asumiría desde entonces las funciones de Vicario de Cristo en la tierra, conduciendo la iglesia en todo el sentido de la palabra (Comentario exegético al texto griego del Nuevo Testamento, pág. 131).
Muchos han llamado al libro de Lucas, “Hechos del Espíritu Santo”, debido al énfasis en la actividad de la Persona de la Trinidad. Todo comenzó durante la fiesta de Pentecostés, conocida también como fiesta de las se manas o de la cosecha. Jesús pasó cuarenta días mostrándose a sus discípulos después de su resurrección y antes de ascender (Hechos 1:3), por lo que ellos esperaron diez días para el cumplimiento de la anhelada promesa.
Todos se encontraban unánimes juntos (Hechos 2:1). No sólo había que esperar en obediencia, sino en un mismo sentir. La iglesia se debe reconocer por la unidad y el deseo común de hacer la voluntad divina.
El cumplimiento vino precedido de un estruendo como de un viento recio que soplaba (Hechos 2:2). Sucedió repentinamente, sin previo aviso, y el viento llenó toda la casa. Cabe aclarar que el Espíritu Santo no era el “viento recio”, éste era una manifestación externa, al igual que las lenguas de fuego, de lo que sucedía en el interior de los discípulos.
…y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego… (Hechos 2:3). El fuego representaba en ocasiones la ira de Dios, pero en otras fue evidencia de su presencia, su llamado y su protección para sus hijos, como fue el caso de Moisés (Exodo 3:2), o de Elias (1 Reyes 18:38). El fuego que se asentó sobre los creyentes representaba el morar del Espíritu sobre sus vidas, ahora eran el mismo templo de Dios, un pueblo escogido.
Las personas de la casa hablaban lenguas desconocidas para ellos, pero eran idiomas reales, pues los judíos que habían asistido a la fiesta entendían lo que estos creyentes hablaban. Al escucharlos hablando en diversas lenguas, ellos preguntaron perplejos: ¿Qué quiere decir esto? (Hechos 2:12). Hubo también quienes los catalogaron de borrachos (Hechos 2:13). Estas experiencias no caben dentro del razonar humano, sólo en aquellos que se dejan guiar por el Espíritu. Pedro, al escuchar las burlas, se puso de pie junto con los demás discípulos para explicar lo que ocurría (Hechos 2:22). Lo hace como se debe hacer, citando las Escrituras. Esto sirve de ejemplo para nunca anteponer una experiencia sobrenatural sin el certificado de calidad del texto sagrado. El apóstol cita la profecía de Joel sobre el derramamiento del Espíritu, y el salmo de David que anunciaba la resurrección de Cristo. Al final sostiene que la promesa del Espíritu es para todos (Hechos 2:38, 39).
Podemos estar seguros de que la promesa sigue vigente para la iglesia. La Escritura nos enseña que es voluntad de Dios que todos busquen el bautismo del Espíritu Santo.
IV. LA VIDA COMUNITARIA DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS
Al término del discurso de Pedro, tres mil almas se convirtieron y se bautizaron. Los primeros cristianos recordaban juntos la muerte del Señor, perseveraban en guardar la sana doctrina y la sencillez del evangelio (Hechos 2:41, 42). Además, …estaban juntos, y tenían en común todas las cosas (Hechos 2:44). Es preciso reforzar la fraternidad y el amor cristiano en el pueblo del Señor. Ese espíritu de comunión hacía que los creyentes se desprendieran de sus bienes para ayudar a los más necesitados (Hechos 2:45).
El texto bíblico nos habla de la perseverancia de los primeros creyentes. Ésta es posible cuando hay aliento mutuo. Lucas también añade que tenían favor con todo el pueblo (Hechos 2:47). La iglesia tenía abiertas las puertas para toda persona; todos eran bienvenidos para experimentar el poder de Dios. Sus miembros eran reconocidos por su sencillez de corazón y su actitud alegre para con todo el pueblo.
Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos. Esta era la consecuencia natural de una iglesia dependiente del Espíritu, que persevera en el estudio y la práctica de la doctrina y que se distingue por seguir los valores enseñados por Cristo.
EL CIERRE
El nacimiento de la iglesia fue la voluntad de Dios. Él participó con cada hombre que estuvo involucrado en ello, pero fue su poder divino la que la erigió y la puso como luz a todo hombre. El Señor nos pide que obedezcamos y seamos pacientes para con sus propósitos, al final de cuentas él es el que los hace realidad.
El poder del Espíritu Santo en la iglesia no ha cesado, sigue disponible para todos. Esto ha venido por gracia de Dios, no de nosotros, pero sí nos corresponde obedecer y velar para adquirir los beneficios espirituales que todo creyente en unidad y comunión puede alcanzar.