Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo.
Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos . (Hechos 2: 44-47).
L a Iglesia es una institución poderosa desde su fundación. Nació en el derramamiento del poder del Espíritu Santo. A la vez, su poder de influencia y extensión radica también en otras áreas poco conocidas en la iglesia contemporánea, tales como la unidad, sus fundamentos teológicos, el ser una iglesia sanadora y su acción social, entre otras. El poder que la Iglesia tiene depende de Dios, y la ha hecho sobrevivir y desarrollarse aun en medio de todas las adversidades y embates del diablo a través de toda su historia. Veamos algunos de los aspectos del poder que el Señor ha dado a la iglesia desde su origen.
Nació en la experiencia pentecostal (Hechos 1:14)
Oraba (Hechos 1:14).
La oración para la iglesia era más importante que cantar. Para orar no tenían día, hora, ni lugar específico, lo hacían siempre. La alabanza tiene un lugar importante en el culto, pero no es lo principal; por lo tanto, ésta no debe tomar el lugar de la oración y predicación. Los cultos pentecostales deben ser equilibrados con el contenido exacto de alabanza, oración y predicación.
Esperaba (Hechos 2:1).
No era una iglesia impaciente e intranquila que se movía por las emociones, sino por la fe. No inventaba milagros, ni cobraba por las sanaciones. Su fe y confianza en el poder de Cristo hacían que sucedieran grandes maravillas de Dios.
Experimentaba (Hechos 2.4).
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Esto no eran simulacros espirituales, sino un derramamiento genuino del Espíritu Santo. Los apóstoles procuraban que todos los convertidos tuvieran la experiencia del bautismo en el Espíritu Santo (Hechos 8:12). Nos debe preocupar que hoy que en algunas iglesias se hable de avivamientos sin el bautismo con la evidencia inicial de hablar en otras lenguas y demás manifestaciones físicas del mismo. No debemos temer a algunos errores en el avivamiento, es mejor controlar los excesos que ser una iglesia fría sin el avivamiento del Espíritu. Esto ha de comenzar con el propio pastor; si él es bautizado con el Espíritu Santo, hará que su congregación busque y se mantenga también en ese poder divino.
Creció en la doctrina de los apóstoles (Hechos 2:42)
Reconocía la autoridad espiritual y teológica de los apóstoles.
Su credo y su teología provenían de los apóstoles y de las Sagradas Escrituras. La iglesia contemporánea no debe sucumbir ante doctrinas raras, que están de moda hoy, pero no soportan un análisis profundo y serio de la Biblia. No se deben sacrificar fundamentos bíblicos por crecimiento numérico.
Mantenía la comunión congregacional.
Se reunían para adorar, así como orar por las necesidades comunes y oír la palabra de Dios.
Celebraba la cena del Señor.
Recordar el sacrificio y la venida del Señor Jesucristo era para ellos una prioridad. Esta práctica continuará hasta que Cristo venga por su Iglesia. Es muy bueno celebrar este sacramento a domicilio con aquellas personas que por incapacidad física no pueden asistir al templo. Será para ellos una bendición ser ministrados por su pastor con este sacramento, aun en el lecho del dolor.
Practicaba la oración.
Como ya se dijo anteriormente, la práctica de la oración era primordial. Para ellos era su embarcación, con la cual atravesaban la tempestad.
Desarrolló sensibilidad y conciencia social
Atendió las necesidades de las viudas (Hechos 6:1-6).
Se esforzó y trabajo por el bien común de sus miembros.
Se preocupaba por que no hubiera ningún necesitado, en la congregación (Hechos 2:44-45).
Participaban del dolor ajeno (Hechos 8:2; 9:37; 39).
La sensibilidad bíblica ante la muerte: Y lloraron los hijos de Israel a Moisés en los campos de Moab treinta días; y así se cumplieron los días del lloro y del luto de Moisés (Deuteronomio 34:8). Cuando murió Lázaro leemos: Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. Jesús lloró (Juan 11:33-35). La iglesia también mostró esa misma sensibilidad:
- Guardó duelo por el mártir Esteban (Hechos 8:2).
- Lloró la muerte de Dorcas (Hechos 9: 37, 39). El aprecio que se le tenía a Dorcas o Tabita se le mostró en el arreglo de su funeral: Después de lavada, la pusieron en una sala (9:37); …donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas (9:39).
La Iglesia es una comunidad familiar. Por ejemplo algunos eventos en la vida de la misma la unen. Juntos celebramos el nacimiento de un niño o una niña. Juntos nos regocijamos cuando una pareja de jóvenes comprometen su vida en el altar. Juntos cantamos cuando se dedica a un niño. Juntos estamos en el funeral de un creyente para recordarlo. La iglesia se identifica y se desarrolla en la sociedad como una hermandad dispuesta para apoyarse mutuamente, y para alcanzar juntos a los perdidos e incluirlos en esta gran familia.
La Iglesia no puede ser egoísta.
Ni sus miembros ni sus ministros han de ser individualistas o partidistas. Por el contrario ha de ser altruista. Se define el altruismo como “esmero y complacencia en el bien ajeno, aun a costa del propio”. La mejor ilustración de altruismo la encontramos en la experiencia del buen samaritano (Lucas 10:25-37).
Conclusión
Esta hermandad y unidad de miles de creyentes ardiendo en el poder del Espíritu Santo, hacía que la iglesia fuera atractiva y necesaria ante la sociedad de su época. Por eso conquistó pueblos y naciones, porque respondía y resolvía las necesidades de la gente. Era Dios con ellos y en ellos lo que hacía que esta iglesia fuera realmente poderosa. Hoy el Señor quiere que busquemos ese poder pentecostal, que los ministros sean la clave y no el clavo del avivamiento. Dios quiere que ese despertar sea permanente en nosotros, para que a su vez heredemos esta práctica a las futuras generaciones hasta que Cristo venga.