La Reforma produjo efectos sustanciales y trascendentales en cuanto a la concepción y la práctica de la vida religiosa en el cristianismo.
Pugnó por una fe con principios sólidos, que formaran creyentes de convicción de comunión con Dios.
- El principio de la religión bíblica. Se establece el carácter normativo de la Escritura inspirada sobre la tradición, los acuerdos conciliares y la figura papal. La Biblia es norma infalible de fe y conducta, superior a la razón y la conciencia.
- El principio de la religión espiritual. La fe se enfoca en la búsqueda de la voluntad divina y lo celestial toma preeminencia sobre lo terrenal. La gente debe buscar agradar a Dios y no a los hombres y debe tener la libertad y el valor de obedecer al Señor antes que a los hombres.
- El principio de la religión racional. El culto no tiene por qué convertirse en un sistema litúrgico inaccesible para el entendimiento de los fieles. El sermón se debe predicar en el idioma del pueblo. La gente debe escuchar en su lenguaje el mensaje de salvación, y el evangelio tiene que afectar a los oyentes de verdad.
- El principio de la religión personal. Cada persona debe reconocer a Jesucristo y arrepentirse de su pecado. El perdón no se compra, la gracia divina no se vende. Se requiere de una entrega del individuo a Dios. Él sacerdocio no se concentra en el clero, sino que es universal, y se manifiesta en cada creyente.
- El principio de la religión nacional. No se tiene que rendir obediencia a una sede universal. No se debe pagar tributo para sostener un sistema que concentra la fuerza económica y política en una persona que se sienta en un trono que todos sostienen. Las ofrendas y aportaciones de los fieles de cada nación deben servir para el engrandecimiento de la obra en ese país.
- El principio de la religión cristocéntrica. Se prédica la Trinidad de Dios, pero una Trinidad cristocéntrica. En Jesús Dios revela su gracia. La salvación es posible por la muerte y la resurrección de Cristo. Nada de adoración a los santos, ni invocación a la virgen. Jesús es el único y suficiente Salvador, el único que garantiza el acceso al Padre.
Las naciones comenzaron a escuchar a Moisés y a los profetas, a los evangelistas y los apóstoles hablando en lenguaje entendimiento, contextual y contemporáneo. El culto se volvió emocionante, impactante, transformacional.
Se comenzaron a introducir salmos y alabanzas que el vulgo entendía y la liturgia se tornó deleitante. El terror de sentirse ante un juez que defendía la religión y condenaba al hombre cambió radicalmente por la sensación de un profundo deleite de sentir al Dios de gracia tan cercano en la persona de Jesucristo.