Por Gabriela Pandolfo
“Existen tres cosas que nos enseñan a conocer a Dios: la Biblia, la oración y el dolor” (Martín Lutero).
Nehemías: un líder que nos inspira a creer, perseverar, resitir y ver más allá de las aparentes diifcultades. Nos conecta con su mundo interno, con lo intangible que tiene repercusiones en lo tangible. Nos muestra su pasión, entereza y su recorrido por disímiles estados de ánimo.
Es un hombre que cree pero que también siente; entiende los tiempos de Dios y no tiene máscaras de excesivo optimismo. Nos muestra que no siempre tenemos que estar bien, que Dios es Dios en los días soleados y en las tormentas más crudas, que podemos atravesar temporadas tristes, pero que en ellas no faltará la ayuda y la presencia de Dios, que todo pasa y que Él nos sorprende con sus formas de librar, salvar o prosperar.
El libro de Nehemías debe el título a su autor, cuyo nombre significa “Yavé consuela” o “mi consuelo es Yavé”. Vive en un tiempo caótico para Jerusalén. Sus murallas estaban en ruinas y Dios le encomienda la restauración de la seguridad y el orden de la ciudad. Nehemías ocupaba un puesto de prestigio e influencia en las cortes del antiguo Cercano Oriente pues era el copero oficial del rey persa Artajerjes.[i] Quien ejerciera dicha función debía presentarse ante el rey siempre de buen semblante y con buen estado de ánimo. Nehemías recibió noticias de su ciudad que le causaron impacto y eso generó un cambio evidente en su estado de ánimo.
El estado de ánimo es el conjunto de sentimientos que se mantienen de forma relativamente estable y que facilitan o dificultan determinados comportamientos. Es un estado emocional de mayor duración y menor intensidad que las emociones. Las emociones responden a un estímulo (externo o interno), son inconscientes e inmediatas, tienen corta duración y se presentan antes de la razón.[ii] Son universales e intensas, implican una acción y tienen una triple respuesta: fisiológica (lo que siente en el cuerpo), cognitiva (lo que se piense), y conductual (lo que se hace).
En cambio, el estado de ánimo tiene una duración indefinida, puede oscilar desde horas hasta años. Es el “lente con el que se mira”, el “terreno propicio” para responder emocionalmente. Cuando el ser humano experimenta tristeza la tendencia es de apagarse, de evitar la acción y de tomar distancia; en cambio, cuando a sentir alegría y eufória, se experimenta más energía, motivación y deseos de actuar.[iii]
Los factores psicológicos (emociones, pensamientos), las bases físicas y biológicas (salud, ritmos de sueño – vigilia, alimentación) y los factores sociales (redes de apoyo) influyen en el estado de ánimo. Se relaciona con la cantidad e intensidad de situaciones que se perciben como agradables y desagradables. No solo refiere a los eventos que ocurren en el mundo externo sino que comprende a lo que se gesta en el mundo interno.[iv] Pero, que los pensamientos ejerzan influencia no significa que se deba aparentar felicidad.
En ocasiones, los pensamientos que generan malestar están perfectamente ajustados al contexto y se hace necesario pedir la intervención de Dios para que se modifique lo que genera, o que otorgue su gracia y favor para atravesarlos. Hay eventos que Dios en su soberanía permite y aún así, una persona alegre puede sentir tristeza por una tiempo. Es mejor aceptar el malestar (tristeza, ansiedad, desgano), identificar las razones por las que se presenta y establecer un plan de acción para experimentar mejoría, siempre bajo la guía de Dios.
Así lo hizo Nehemías, en medio de circunstancias que lo entristecieron y provocaron un decaimiento en su estado de ánimo. No negó ni desconoció la realidad, no fue indiferente ni procuró un cambio acelerado en su estado de ánimo, porque este reflejaba la carga y el compromiso que sentía por la ciudad, su grado de implicación era una muestra de dónde estaba su corazón, una evidencia de su amor por Dios y por su obra.
Durante cuatro meses estuvo afligido y oró (Neh.1:1; 2:1). Manifiestó un descendido estado de ánimo, pero su condición no lo alejó ni le impidió relacionarse con Dios.
No se desprecian los momentos de dolor que repercuten en el estado de ánimo. David, en el Salmo 4:1 expresó: “Cuando estaba en angustia tú me hiciste ensanchar…” No fue luego de pasar momentos de angustia que experimentó crecimiento, extensión, transformación y ampliación de la visión. Dios suele permitir que se vivan temporadas de angustia, debido a situaciones muy difíciles que irrumpen la vida. Pero, allí también está presente, revelándose de una manera nueva con fortaleza y consuelo.
Nehemías no solo sintió, también esperó el tiempo de Dios para actuar. ¡Cuán difíciles pero cuán necesarios son los tiempos de espera! Luego de esperar, en el tiempo propicio actuó (Neh.2:3-8). Tal situación pudo ser caótica, pues nadie podía presentarse triste ante el rey, pero Dios, en su maravilloso obrar, cambió lo que aparentemente sería un riesgo en una opotunidad. Cuando abrió su corazón ante el rey, no solo manifiestó su dolor sino que tuvo un plan de acción definido (tiene claridad en la visión de Dios y en la misión).
Dicha misión no la llevaría a cabo solo sino que impulsaría, contagiaría, motivaría a otros judíos para que compartieran la carga y la pasión por la obra que Dios le encomendaba (Neh.2:17-20). Les mostró la necesidad, indicó las tareas y les aseguró la bendición de Dios. De inmediato surgió oposición, pero no sucumbió porque sabía que la mano de Dios estaba sobre él.
Se presenta, entonces, un giro en el estado de ánimo de Nehemías. Se levantó con un gran impulso personal y logró apasionar y motivar al pueblo.[v] Para motivar a otros se necesita un estado de ánimo positivo, entusiasta.
¡Cuánto aprendizaje se construye a través de la vida de Nehemías! Se aprecia identificación él, y motivación a otros a avazar o con el pueblo que fue motivado por él. Quizás muchas veces Dios use a otros como a Nehemías para ayudar a levantar, a seguir y esfuerzo hacia lo que Dios tiene para cada uno.
Nehemías transitó por un estado de ánimo triste pero no se detuvo allí, no se aclimató al lamento o al conformismo sino que se afirmó, creyó y se dejó usar por Dios. ¡Cuánto se necesita recordar que Dios sigue al mando, que su brazo no se acorta, que su poder no decrece y que hay plena seguidad de su cuidado!
Los capítulos 4 al 7 relatan las oposiciones que enfrentó Nehemías. Las reiteradas formas de oposición causaron un impacto en su estado de ánimo, pero se afirmó en quién lo había llamado, logró sobreponerse, ser resiliente, crecer a través de cada dificultad y alcanzar victorias.[vi] La oposición que enfrentó se manifestó con diversos rostros, a considerar:
El rostro del rechazo y la humillación: Sanbalat, Tobías amonita y Gesem el árabe (Neh.2:19-20) procuraron provocar heridas a través del rechazo y la humillación. El rechazo comprende el repudio hacia los pensamientos, sentimientos y vivencias, al amor e incluso a la propia persona. La herida de la humillación se abre ante la persistente desaprobación y crítica, por lo tanto, afecta directamente a la autoestima. El objetivo de estos hombres era la manipulación emocional, que se retirasen, desistieran o perdieran el enfoque, desviándolos del objetivo y rumiando en estas ridiculizaciones injustas. Pero, no lograron su objetivo, pues Nehemías mantuvo su confianza en Dios.
El rostro de la fuerza: al no debilitar su carácter y su fe, lo intentaron a través de la fuerza (Neh.4:7-9). Una confederación de pueblos se levantó contra la obra.
El rostro del desánimo (Neh.4:10): no podremos, es la afirmación de quienes acompañan a Nehemías. ¡Cuántas veces así se siente! Pero, Nehemías se levantó y contagió defe (Neh.4:14). La fe derriba al desánimo y la obra continúa con más compromiso, entusiasmo, dedicación y esfuerzo.
El rostro del miedo (Neh.4:11-23): surgió un rumor de ejércitos enemigos que los sorprenderían. Nuevamente, Nehemías les recuerdó el poder de Dios para librar.
El rostro del egoísmo: Se presentó el egoísmo de los propios judíos opimiéndose entre sí. Nehemías reprendió al pueblo, recordándoles cuán bueno había sido Dios con ellos. Luego de la exhortación de su líder el pueblo obedeció al Señor.
El rostro del engaño (Neh.6:1-4): se presentó un camuflado ataque directo al líder disfrazado de buenas intenciones, que no logró engañar a Nehemías.
El rostro de la calumnia (Neh.6:5-9): se exhibió una carta abierta llena de acusaciones y difamaciones contra el líder y el pueblo. Nehemías buscó su defensa en Dios. Si hubiese dedicado tiempo a defenderse, las murallas no habrían sido construidas. Cuidado con las distracciones, considerése bien dónde se enfoca la atención. Se puede quedar presos en pensamientos en bucle sobre acusaciones injustas que quitarán fuerza, alterarán el estado de ánimo y detendrán en el camino. Ser sabios y entendidos y aprender de Nehemías que Dios es la mayor defensa.
El rostro de las amenazas (Neh.6:10-14): Las amenazas intentaron amedrentar, frenar y detener con el fin de evitar un daño. Tampoco tuvieron poder alguno sobre Nehemías, pues tenía seguridad en Dios y claridad en su dirección.
Este cúmulo de oposiciones con diversos rostros recuerdan que siempre a poner las manos en el arado y asumir un compromiso con Dios y con su servicio, se enfrentará oposición, la que puede llegar de los lugares menos pensados o a través de personas cercanas. No olvidar que Dios es más grande que toda oposición y que si él aprueba a sus siervos habrá tranquilidad, pues librará, respaldará e intervendrá.
Las murallas quedaron terminadas en cincuenta y dos días y el pueblo trabajó en la temporada de más calor del año. Dios fue glorificado y el enemigo avergonzado (Neh.6:16). Nehemías completó la obra que Dios le encomendó. ¡Dichosos aquellos que comienzan y terminan bien! ¡Que Dios dé de su gracia para llegar siempre buenos finales! Eso posibilitará emprender también buenos nuevos inicios.
Sanbalat, gran opositor de Nehemías, transitó por estados de ánimo negativos y se instaló en ellos. Su corazón y su conducta lo llevaron a hundirse en un estado de ánimo desadaptativo y destructivo. Se observa, en cambio, a Nehemías en un continuo crecimiento hacia arriba, mientras Sanbalat en caída precipitosa. Primero se molestó por el bien que otros hacían, luego se burló y trató de desanimar y después buscó a otros para intentar causar gran daño. Pero no pudo materializar nada de los que buscó. A Nehemías, en cambio, por su corazón y actitud sensible y obediente a Dios, las bendiciones le seguieron.
Siempre se encontrarán en cada entorno personas que se oponen a la obra de Dios y a los líderes que él levanta. Pero la decisión es a no ser parte de tal grupo: los desconfomes, envidiosos, que critican, cuestionan o creen que lo harían mejor; ni prestar oído a los que así se conducen. En cambio, ser conocidos como leales, que ayudan, que acompañan y siguen la visión, que colaboran y se alegran con los avances de la obra. Serán estos últimos, seguramente, los que contarán con la aprobación y el favor de Dios.
No tener a pasar en alguna ocasión por estados de ánimo descendidos, no detenerse por largo tiempo allí. Cuando se atraviese el valle de lágrimas, recordar que Dios hará posible para cambiarlo en fuente. Considerar siempre que Dios sigue siendo Dios, que socorre y que dará, aun en el día más oscuro, su consuelo, su gozo y su paz. Él acompañará en todo tiempo; con esa seguridad se cuenta. ¡Bendita seguridad!
“Cuando Dios se convierte en “el Consolador” ninguna angustia puede permanencer por largo tiempo” (C. H. Spurgeon).
[i] Loken, I. Diccionario Bíblico Lexham, Bellingham: Lexham Press, 2014.
[ii] Graziano Breuning, L. Los hábitos de un cerebro feliz, Barcelona: Ediciones Obelisco, 2016.
[iii] Thayer, R. El origen de los estados de ánimo cotidianos, Barcelona. E. Paidós, 1998.
[iv] Gallardo Vergara, R. “Naturaleza del Estado de Ánimo” Revista Chilena de Neuropsicología, Volumnen 1, Nº 1, Universidad de La Frontera Temuco, 2006, p. 29-40.
[v] Silva, K. Nehemías el constructor, Grand Rapids: Editorial Portavoz, 2003.
[vi] Wierssbe,W. Bosquejos expositivos de la Biblia, Tomo II, Miami: Editorial Caribe, 1995.