Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo, por la voluntad de Dios… (1 Corintios 1:1).
Definición de la voluntad de Dios
Se emplea el concepto para referirse a todo lo que el Señor desea expresamente. A esto se le llama la perfecta voluntad de Dios. Puede referirse también a todo aquello que él permite que suceda. Dios es soberano y en ese sentido hace todo lo que él decide. Esto no significa que sea caprichoso. Él actúa con base en su justicia y sabiduría. En su soberanía, el Señor manifiesta su voluntad haciendo lo que él quiere, con quien quiere y cuando él quiere. En el presente artículo nos enfocaremos en algunos aspectos relacionados a la voluntad de Dios:
La voluntad de Dios y el pecado
Mucho de lo que ocurre en el mundo es contrario a la perfecta voluntad de Dios (pecado, codicia, corrupción, violencia, apostasía, odio, etc.). Pero él permite que la maldad continúe por ahora hasta que sus planes se cumplan en la tierra. Mientras tanto, el enfocando la voluntad de dios evangelio será predicado en todo el mundo, pues él es paciente y no quiere que ninguno se pierda. La voluntad de Dios es que todo el mundo sea salvo por el sacrificio de Jesús, pero esto no quiere decir que todo el mundo será salvo. El Señor permite la decisión de muchas personas de rechazar el evangelio y perderse, pues él no impone la salvación a ninguno. Él espera que el pecador se arrepienta y reciba a su Hijo Jesucristo como su Salvador personal.
La voluntad de Dios y la sanidad
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados (Romanos 8:28). Dios permite que vengan padecimientos y tribulaciones, incluso a los creyentes, como fue el caso del justo Job (1 Pedro 3:17; 4:19). Pero eso no es necesariamente su deseo ni su última voluntad para el cristiano (1 Juan 5:19), al contrario, él siempre tiene un propósito superior por el cual permite todas las cosas que nos ocurren (Romanos 8:28).
¿Sanan todos los enfermos por los cuales oramos?
Es la voluntad de Dios el bienestar integral de todos. Sin embargo, como ya lo dijimos antes, a veces Dios permite que en la vida del creyente sucedan circunstancias adversas, como la enfermedad física o la muerte. Por lo general, en nuestras campañas o cruzadas se hace el llamado a todos los enfermos a venir al altar en busca de un milagro o una sanidad, pero sabemos que algunos son sanados y otros no. ¿Será que le faltó fe al predicador?, ¿o al enfermo?, ¿quizá la iglesia no oró lo suficiente? En realidad, tenemos que aceptar y entender la soberanía de Dios, la cual determina lo que allí sucede. En muchos casos, el Señor tiene sus propios planes y propósitos para las personas por las cuales oramos y por eso sucede lo que él quiere y no lo que nosotros pedimos.
Enfermos en estado terminal
En muchos casos oramos por personas que están desahuciadas por la ciencia médica y son sanadas inmediatamente. Pero también hemos pedido al Señor por personas que están en las mismas condiciones y éstas no se levantan. La respuesta es la misma, todo sucede según la soberanía de Dios y no de acuerdo a los deseos del hombre. En todos los casos hemos de aceptar cada respuesta como la perfecta voluntad de Dios. Todas las personas tendrán que morir algún día de una o de otra manera, la muerte es una realidad inevitable para todos. Cuando Dios permite un deceso en lugar de un milagro es porque él sabe que lo que es mejor.
¿Sucede con éxito en todos los casos el don de hacer milagros?
La Biblia dice: y muchos paralíticos y cojos eran sanados (Hechos 8:7). No dice que todos. Los milagros suceden por determinación de Dios y no por voluntad o mandato del que posee el don. Los dones no operan a voluntad o según el criterio del creyente, sino por intervención del Espíritu Santo. Todos estos son herramientas dadas al creyente para resolver las necesidades del cuerpo de Cristo, pero no operan a discreción, sino por designio divino; cuando el Padre quiere, como él quiere y con quien él quiere.
La voluntad de Dios y el ministerio
La voluntad de Dios también se manifiesta en el llamado especial que él hace a personas para desempeñar tareas o funciones específicas dentro de su obra. Esto se ve reflejado en el llamado que Cristo hizo a sus discípulos, con quienes formó su equipo de trabajo: Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él (Marcos 3:13). Definitivamente el llamado al ministerio es una determinación divina, no humana. Dios da una función a quien él quiere, según su voluntad y soberanía. Pongo a su consideración los siguientes aspectos sobre la voluntad de Dios de acuerdo al llamado de algunos personajes importantes en la Biblia:
El llamamiento de Abraham
Dios llamó a personas de edad avanzada para realizar grandes eventos. Tal fue el caso de Abraham: Y se fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán (Génesis 12:4). Dios llama de acuerdo a su voluntad a las personas que él quiere, sin importar la edad, la posición social o la situación económica de los llamados. A pesar de su edad, Abraham fue llamado para un proyecto trascendental, de enfoque mundial. El llamamiento de Abraham no sólo abarca una patria terrenal, sino también una celestial. Su misión abarcó un hogar no sólo en la tierra sino también en el cielo, y una ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios (Hebreos 11:9-13).
Aspectos de la voluntad de Dios para el llamado de Abraham:
- Recibió un llamado directo de Dios, para un proyecto de visión mundial y eterno.
- Dejó su tierra y su parentela para convertirse en un peregrino y extranjero hasta llegar a la patria celestial.
- Se convirtió en Padre de multitudes y naciones.
- Recibió un llamamiento de por vida, es decir que no caducaría con el tiempo.
El llamamiento de Noé
Dios llamó a Noé a pesar de avanzada edad. Con más de 400 años, es llamado por Jehová para construir el arca, y a los 600 es preservado del diluvio universal: Era Noé de seiscientos años cuando el diluvio de las aguas vino sobre la tierra (Génesis 7:6).
Implicaciones del llamado de Dios para Noé:
- Construir la barca de salvación.
- Preservar la especie humana.
- Poblar de nuevo la tierra.
- Dar a conocer el conocimiento de Dios a las siguientes generaciones.
El llamado de Dios al ministerio no caduca en el tiempo. Con base en esa realidad tenemos en nuestro Concilio a miles de ministros de diferentes edades, sirviendo al Señor en diversos ministerios, en distintas posiciones administrativas tanto a nivel local como nacional. El llamado divino, no es cuestión de edad, y muchas veces será más importante la actitud de quienes son elegidos por el Padre. Así como hay personas llamadas a muy avanzada edad, registra la Palabra los casos de algunos que fueron llamados en sus años tempranos:
El llamamiento de Samuel …
y el niño ministraba a Jehová delante del sacerdote Elí (1 Samuel 2:11). Desde niño Samuel desempeñaba eficazmente actividades propias del ministerio, aunque su llamado le fue confirmado en su juventud (1 Samuel 3:4). El servicio del muchacho encabeza la transición de la época de los jueces al período monárquico en Israel. Samuel es a la vez sacerdote y profeta. Su llamado al fue de por vida.
El llamamiento de Timoteo y de Tito
Timoteo sería el representante apostólico de Pablo en la iglesia de Éfeso y Tito haría lo propio en la iglesia de la isla de Creta (1 Timoteo 1:3; Tito 1:5).
A temprana edad Timoteo fue llamado por el Señor al ministerio y llegó a ser un fiel y eficiente colaborador de Pablo, principalmente en el ocaso de la vida del gran apóstol de los gentiles. Definitivamente el llamado de Dios a hombres y mujeres para desarrollar distintas actividades y funciones propias del ministerio no es cuestión de edad sino de actitud de los llamados, pero sobre todo de la voluntad de Dios. Dios es el dueño de su iglesia y él pone en ella a los que él quiere y de la misma manera por el tiempo que él determina. La Biblia dice:
Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia (Romanos 9:16).
El ministerio y los puestos directivos en todos los niveles de la iglesia son dados por Dios a las personas que de acuerdo a su voluntad, él llama y capacita para esos menesteres.
Tenemos que reconocer que la iglesia no es una empresa secular, de otra manera si en ella se estableciera o se regulara la edad y otras cuestiones humanas de los que han sido llamados por Dios al ministerio, sucedería que miles de pastores ministros y líderes de nuestra organización tendrían que ser despedidos de sus funciones con todas las implicaciones que esto conlleva.
Además se perdería la experiencia, la madurez, y el conocimiento tan necesario en el desarrollo y avance de la obra en todos los órdenes de la misma. Pero Dios permite en su voluntad y soberanía un equilibrio perfecto en la administración y dirección de su iglesia, y combina perfectamente el pasado y el presente generacional, es decir; la fuerza y el vigor de las nuevas generaciones y la experiencia y la sabiduría de los adultos; de esta manera su obra ha permanecido y prosperado a lo largo del tiempo.
Dios es sabio y soberano, nadie le puede aconsejar o enseñar cómo dirigir su obra. El muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos (Daniel 2:21). Estos son algunos aspectos de la voluntad de Dios que hemos enfocado en los parámetros de las Sagradas Escrituras. Esperamos que los mismos sean una bendición para su vida y ministerio en los tiempos que nos toca vivir y servir.
el llamado de Dios al ministerio no caduca en el tiempo. Con base en esa realidad tenemos en nuestro Concilio a miles de ministros de diferentes edades, sirviendo al Señor en diversos ministerios, en distintas posiciones administrativas tanto a nivel local como nacional. El llamado divino, no es cuestión de edad, y muchas veces será más importante la actitud de quienes son elegidos por el Padre.
fuente: AVIVA – por Juan Pérez G. 2016