El Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros (Juan 14:17).
Cuando conocemos el carácter, el corazón y la voluntad de Dios, nos queda claro que la intención divina es que nosotros conozcamos a la persona del Espíritu Santo.
Nunca ha estado en la mente del Señor mantenerse oculto, velado o ajeno. Su deseo siempre ha sido revelarnos al Espíritu Santo, por eso Jesús declaró: Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre (Juan 14:16).
Se cuenta la historia de cinco ciegos que vivían en una tribu lejana, y anhelaban saber a qué se parecía o a qué era semejante un elefante. Llegado el momento, pusieron a los cinco ciegos alrededor de uno de estos animales, para que ellos pudieran tocarlo. El primer ciego tocó las enormes orejas y dijo que el elefante parecía un abanico.
El segundo palpó los colmillos y dijo que era semejante a una lanza o a un arpón. El tercer ciego tocó una de las patas y dijo que el elefante era como un grande y fuerte árbol. El cuarto sintió la piel del mamífero y dijo que éste era semejante a una pared rústica.
Llegó el turno del quinto ciego, el cual tocó la trompa y dijo que el animal era igual a una enorme serpiente.
Cada uno de ellos vertió su opinión basándose en la propia experiencia. Tal vez habrían sido más precisos si al toque de sus manos se sumara la capacidad de ver.
De igual manera, conocer al Espíritu de Dios va mas allá de tocarlo, porque es posible ver la obra que hace en nuestra vida.
Conocer al Espíritu Santo conlleva más que una vaga idea de lo que él pueda hacer. La Biblia dice que es el Paracleto, el Consolador de su iglesia. A veces tenemos un conocimiento teórico de lo que es el Espíritu Santo, pero en la práctica nos resulta difícil describir nuestra relación con él. Un alto porcentaje de miembros de nuestra iglesia nacional no tiene la experiencia del bautismo con el Espíritu Santo. En una ocasión, unos creyentes de la época primitiva de la iglesia expresaron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo (Hechos 19:2).
Retomo la idea divina de no mantener oculto y ajeno a su iglesia el conocimiento del Espíritu Santo, pues Cristo ha dicho: Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador (Juan 14:16). David Wilkerson dijo: “Es posible conocer toda la teología del Espíritu Santo o neumatología y no conocerlo a él”. Si preguntáramos a los creyentes de nuestra iglesia nacional: ¿Conoces al Espíritu Santo?, ¿cuál sería la respuesta?
a) Lo conocí cuando fui salvo;
b) Lo conocí cuando me introdujo al reino de Cristo; y,
c) Lo conozco porque hablo lenguas.
Pero en realidad, conocer al Espíritu Santo es más que tener una sola experiencia, es más que hablar de una vivencia pasada. Recibir significa echar mano, y abrazar aquello que nos ha sido dado; es desear, expandir nuestra experiencia con él.
Conocerlo significa permitir que tome el control completo de nuestra vida.
Conocer al Espíritu Santo es entender que es consolador
Nuestro consuelo tiene su fundamento en lo que sabemos y conocemos de él, más que lo que podamos sentir o dejar de sentir. Una verdad importante para nuestra vida es que él fue llamado a estar al lado nuestro para ayudarnos. El ministerio del Consolador se vuelve necesario ante los desafíos que afronta la iglesia. Las vidas cargadas de temor, llenas de vergüenza, sumidas en la tristeza y la aflicción, pero sobre todo en el pecado, nos dicen que la obra del Espíritu es urgente. Sólo él es capaz de producir una verdadera transformación.
Conocemos al Espíritu Santo a través de los cambios que opera en nuestra vida Nada mejor que la influencia del Espíritu de Dios en nuestro diario caminar.
• Del desorden y vacío en el principio del mundo fue capaz de crear vida.
• De la humillación y vergüenza de su pueblo, trajo liberación al usar a Sansón como exterminador de los filisteos.
• De un pastor de ovejas levantó al más grande de los reyes de Israel.
• De entre las redes y lugares de pesca llamó y usó la vida del apóstol Pedro.
• Del más acérrimo perseguidor de la iglesia levantó un soldado de mil batallas, al apóstol Pablo.
• También desea obrar en ti y en mí de tal manera que podamos decir: conozco al Espíritu de Dios.
Conclusión
Entonces el Espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre (1 Samuel 10:6). Este pasaje cuenta la experiencia del rey Saúl, quien salió a buscar las asnas extraviadas de su padre. Él era de una tribu pequeña, la tribu de Benjamín, la cual había sido reducida a causa de la guerra; era de una casa insignificante de Israel, pero Dios tenía preparado un gran plan para él.
Conocer al Espíritu Santo es permitirle que cambie nuestra vida.
El Espíritu Santo se reveló a nuestros padres desde el Antiguo Testamento. Se manifestó a la iglesia primitiva en el día del pentecostés. Llenó también a los creyentes en Topeka, Kansas y en la calle Azusa en Los Ángeles, el siglo pasado. Siempre ha mostrado su poder consolador y su influencia en la vida de la iglesia, nunca ha dejado de manifestarse para que nosotros le conozcamos. Él es la promesa para nosotros y para nuestros hijos. Que Dios nos permita conocer cada día más de su Espíritu.