PRINCIPIOS ELEMENTALES DE ADMINISTRACIÓN FINANCIERA EN LA IGLESIA LOCAL Pbro. José M. Saucedo Valenciano

El dinero siempre será motivo de disputa y controversia en todas las esferas del mundo, y la Iglesia del Señor no es la excepción. De hecho, Cristo habló ampliamente sobre el dinero y las actitudes que debemos tener hacia éste, porque sabía que podía convertirse en un problema. No obstante, si existe un manejo adecuado y sabio de los recursos financieros, la bendición de Dios hará fructificar los tesoros y las congregaciones se verán beneficiadas y libres de presiones innecesarias por esta causa

Si queremos provocar un crecimiento económico en la iglesia tenemos que tomar medidas importantes que nos conduzcan al progreso deseado:

1. Procuremos un administrador fiel y competente.

Un buen tesorero puede ser una bendición enorme para la congregación. Su función puede hacer que los problemas de la iglesia aminoren y que el liderazgo descanse sabiendo que los recursos están en manos de un creyente que los sabrá cuidar y aplicar adecuadamente.

La principal característica del administrador es su fidelidad, y su conducta de acuerdo a los principios bíblicos (1 Corintios 4:2). El caso de Judas nos muestra el curso hacia abajo que lleva una persona a la que se le confían tesoros y que carece de un corazón fiel. Este discípulo administraba el dinero del ministerio de Cristo a su arbitrio. Sustraía del tesoro para sus intereses personales. Ya para cuando se redactan los evangelios era del dominio de todos que Judas destinaba para sus propias arcas recursos de la obra del Señor (Juan 12:4-6).

Valoraba más el dinero que al Señor.
Cuando se ofreció una ofrenda de perfume caro, Judas calculó el costo del ungüento y criticó a la mujer por gastar el recurso en Cristo, y expresó que con eso se podía ayudar a los pobres. Era sólo la careta, porque en realidad imaginó cuánto podía beneficiarse de ese monto (Marcos 14:5; Juan 12:4-6).

Se volvió adicto al dinero y terminó traicionando al Salvador.
Treinta monedas de plata fue el precio que cobró por entregar a Jesús en manos de los que procuraban asesinarlo (Mateo 26:14-16). La Biblia declara que Satanás había entrado en el corazón de este tesorero (Lucas 22:3; Juan 13:2). La avaricia fue la puerta (Marcos 14:10, 11). Es difícil asimilar cómo un hombre que caminó con Cristo, contempló su poder y lo vio proveer para cinco mil hambrientos de una mínima porción de comida, pueda haber caído en una situación así; pero es un ejemplo que evidencia el gran peligro del amor al dinero (1 Timoteo 6:10).

Por ello cuando elegimos tesoreros para administrar los recursos de la iglesia no sólo tomaremos en cuenta las habilidades, sino también los valores y las actitudes. Ante todo debe ser un discípulo fiel, que ame al Señor sobre todas las cosas, y que tenga conciencia de su responsabilidad de aplicar los recursos de tal manera que sea facilitador de la funcionalidad de los programas y actividades de la iglesia.  La idea no es que abunde el dinero en las arcas de la iglesia, sino que haya lo suficiente y que no falte lo necesario para que los cultos, programas evangelísticos, educativos, sociales y ministeriales se lleven a cabo sin ninguna traba. Aparte del espíritu fiel, quien administra los tesoros de la iglesia debe tener habilidad para manejar el dinero. No podemos darnos el lujo de poner en este cargo tan importante a personas que muestran incompetencia para cuidar los recursos adecuadamente.

Nadie quiere a un apto malo, ni a un inepto bueno. No es posible que todavía existan tesoreros que guardan el dinero en su casa, debajo del colchón o en lugares secretos del hogar. Se tiene que abrir una cuenta bancaria y controlar los ingresos y egresos con registros confiables.

No es necesario precisamente que el tesorero sea un profesional contable, pero sí que tenga cualidades que le permitan administrar con precisión los fondos con los que cuenta la iglesia. Sobre todo ha de ser un creyente que tenga buen testimonio, amor profundo por la obra del Señor y récord de buen diezmador, por cuestiones de congruencia. No debemos entregar los recursos en manos de un infiel. Quien no reconoce la soberanía de Dios sobre sus finanzas, administrará el tesoro de la congregación de manera inadecuada. Actuará a su arbitrio y no bajo el principio de sumisión a la autoridad.

<-54" title="12348170 908019592601008 2440557540632518055 N" /12348170_908019592601008_2440557540632518055_n.jpg" alt="12348170 908019592601008 2440557540632518055 N" width="960" height="539" />Tenemos que poner las finanzas de la iglesia en manos de una persona cuidadosa. El tesorero debe llevar un control preciso de los ingresos. Junto con una persona designada por el Pastor o el Cuerpo Ejecutivo ha de contabilizar las entradas que alimentan el fondo general de la iglesia. Tanto las ofrendas de los programas o cultos, como la recibido por concepto de actividades de ventas o cooperaciones de departamentos, sociedades o aportaciones individuales, deben ser registradas sin falta. Es necesario también que toda donación u ofrenda se consigne en los libros de contabilidad y que conste en recibos.

También se debe llevar un registro detallado de los egresos. Los gastos fijos, como pagos de luz, agua, predial, tenencias de vehículos, rentas… deben tener prioridad. No se puede exponer la iglesia a los cortes de los servicios por descuido o por falta de recursos. Además, el tesorero ha de actuar en forma providencial para ahorrar sistemáticamente a fin de que se solventen las responsabilidades que la congregación tiene con su pastor, tales como asistencia a la Convención de su distrito y a la Asamblea Conciliar, así como gestionar, hasta donde sea posible, lo referente al seguro médico y al fondo para el retiro pastoral.

Todos los movimientos de ingreso y egreso deben tener respaldo en libros, recibos y comprobantes de gastos. Y de ello el tesorero ha de rendir cuentas regularmente a las instancias de autoridad en la iglesia, Pastor, Cuerpo Ejecutivo y Asamblea Plenaria.

Perfil del tesorero ideal para la iglesia

No todas las congregaciones tienen de donde escoger en cuanto a tesoreros o administradores. Pero en lo más cercano posible hemos de procurar un perfil adecuado para que los recursos de la iglesia estén en manos confiables. Aquí van algunas de las cualidades fundamentales que deberían ser parte integral de la personalidad, la conducta y el testimonio de quien cuida de los bienes y recursos de la obra del Señor.

  • Que sea temeroso de Dios.
  • Que sea diezmador fiel.
  • Que respete las instancias de autoridad: Pastor, Cuerpo Ejecutivo y Asamblea Plenaria.
  • Que tenga buen testimonio dentro y fuera de la iglesia.
  • Que tenga membresía en Plena Comunión.
  • Que tenga solvencia económica o estabilidad financiera.
  • Que no padezca necesidad.
  • Que no tenga deudas impagables o costumbre de contraer deudas y no pagarlas.
  • Que esté dispuesto a rendir informe de su administración periódicamente y cuando le sea solicitado por las instancias de autoridad.
  • Que no se adueñe del dinero de la iglesia. Que no sea retenedor de los recursos cuando se requiera liberarlos. Que cuide el tesoro, pero que no sea mezquino a la hora en que se necesita invertir para la obra del Señor.

El tesorero debe ser un promotor de la provisión suficiente y abundante en la congregación. No debe faltar la solvencia económica para que la iglesia funcione sin interrupciones en todas sus actividades y programas. Un tesorero fiel y competente es una bendición para la iglesia. El pastor trabaja a gusto, sin preocupaciones extras, con la confianza de que el dinero es bien administrado. Los miembros de la congregación cooperan con liberalidad y aportan sin prejuicios, pues saben que los fondos serán bien aplicados en todo tiempo. La obra de Dios avanza con la fuerza y el impulso de la provisión divina y la sabiduría del administrador.

2. Otro de los cuidados que la iglesia debe tener para aumentar su eficacia en la recaudación de fondos para solventar las necesidades de la obra es incluir metas financieras en los planes de trabajo de las sociedades, departamentos, células y en el plan regulador pastoral.

Los líderes de cada grupo, sociedad o departamento han de presentar al principio del año un plan de trabajo, en el cual incluirán objetivos y metas, actividades y programas a través de los cuales alcanzarán sus propósitos y un calendario con las fechas que utilizarán para su proyecto.

El plan será sometido a la autoridad del Cuerpo Ejecutivo, el cual lo revisará, y en su caso, aprobará.

El proyecto debe incluir actividades mediante las cuales se adquirirán las finanzas para llevar a cabo sus programas, pero también se les ha de pedir que integren una aportación específica para ayudar a solventar las necesidades de la iglesia. Pueden aportar una cantidad de dinero en el año, o encargarse de pagar ciertos recibos, o colaborar con un porcentaje para mantenimiento o construcción, o para viáticos del pastor para las reuniones oficiales. De algún modo se tienen que contemplar apoyos económicos de los grupos para que todos participen de la bendición de hacerse responsables de la obra de Dios.

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Se deben planificar adecuadamente los programas especiales del año. Campañas, campamentos, retiros, actividades de navidad, convivios, capacitaciones, construcción y mantenimiento, todo ha de ser incluido en el presupuesto. Debemos calcular cuánto gastaremos, y luego ver con qué contamos, para saber cuánto necesitamos recolectar. De esta manera se distribuirán los esfuerzos y la carga la llevaremos entre todos.

Las actividades de la iglesia para recolectar fondos se deben diversificar. No todo debe ser reunido mediante comidas. Y hemos de evitar el círculo vicioso en el que hacemos que la misma gente sea la que invierta, trabaje, venda, reparta y consuma lo que producimos. Si pedimos cooperación para hamburguesas o tamales, luego llamamos a la gente a cooperar, después la enviamos a vender, y si queda las obligamos a comprar, entonces provocaremos fastidio más temprano que tarde.

El tesoro de la iglesia puede ser alimentado principalmente con ofrendas, pero también se pueden realizar ventas, rentas, cooperaciones, realizar programas de conciertos, lavado de carros, limpieza de jardines, y un enorme etcétera que puede integrar la riqueza de una lluvia de ideas en la junta de planeación.

El Cuerpo Ejecutivo debe supervisar periódicamente el avance del aspecto financiero en los planes de trabajo. En las juntas del Cuerpo Oficial o la Junta Administrativa se puede incluir un renglón en la agenda para pedir informe a cada sociedad o departamento.

El pastor puede dar una palabra de aliento y motivación para que no se abandonen los esfuerzos, así como una felicitación a quienes van avanzados en su proyecto o ya lo cumplieron.Se levanta la imagen de los cumplidores para que los demás tengan un modelo adecuado de compromiso con la obra del Señor. Además, el pastor, los diáconos, el Secretario y el Tesorero General podrán brindar consejo y asesoría para que se superen los puntos críticos, y si es necesario ofrecer ayuda para lograr las metas. La supervisión es parte importante de la motivación, y ésta última resulta clave para que funcionen los planes y las actividades resulten efectivas.

Que el manejo de los fondos financieros de la iglesia siempre evidencie integridad y transparencia. De este modo la imagen de la congregación tendrá la fuerza del buen testimonio a su favor. Oremos y observemos bien entre los miembros a fin de que nos provea el Señor de una persona fiel y competente para que administre los recursos de la iglesia. Unamos esfuerzos entre pastores, líderes y miembros de la congregación en la recaudación de fondos para que los programas y las actividades necesarias no se suspendan ni se pospongan por causa de insolvencia financiera. La mano de Dios será munífica y generosa para otorgarnos los recursos, y si los administramos correctamente, la bendición rendirá y abundará para todos.

fuente aviva 22 edición Enero 2017

Acerca de: Pbro. Josué M Saucedo

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Pastor y lider del concilio por muchos años, ademas de ser Maestro de la Palabra, Lider Regional, Distrital y Nacional a lo largo de su ministerio, es considerado entre el liderazgo nacional como una eminencia en la predicación y exposición de la Palabra, ya con varios libros de su autoria.

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