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lunes, diciembre 9, 2024
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LAS AGUAS DE MARA uno de los milagros sorprendentes de Dios en su pueblo (5) ÉXODO 15:22-27

VERDAD CENTRAL

En ocasiones, el Señor permitirá que pasemos por adversidades a fin de probar nuestra fe. En tales circuns­tancias, es necesario confiar y obedecer.

OBJETIVO

Saber que Dios tiene poder para suplir nuestras necesidades. Valorar el cuidado providencial del Altísimo. Decidir obedecer al Señor ante cualquier circunstancia.

INTRODUCCIÓN

Desde que se manifestó Dios a los hebreos para librarlos de la esclavitud egipcia, ellos vieron milagro l tras milagro. Fueron testigos de las 10 plagas que envió para rescatarlos. Observaron con asombro el mar partido y pasaron por en medio de él, en seco. También contemplaron la destrucción del ejército de Faraón. El pueblo ya comenzaba a vislumbrar quién era Jehová en contraste con los dioses de los pueblos paganos.
Sin embargo, en Mara se presenta una situación que los desalentó: las aguas de ese lugar no eran potables. La euforia por el milagro anterior se apagó y el gozo cedió el paso a la angustia. El Señor interviene sanando las aguas, pero el pueblo aprendió que primero ha de ser obediente para recibir las bendiciones de Dios.

I. LA DESESPERACIÓN DEL PUEBLO

Nota complementaria
Al parecer de los recién librados esclavos, el desierto llegó a ser un capataz más cruel que los egipcios. Por causa de la servidumbre habían desarrollado una mentalidad servil y siempre se quejaban de las situaciones difíciles… Al olvidarse de los duros años de servidumbre los hebreos comenzaron a pensar en el pasado como algo lindo; era necesario que aprendieran la lección de confiar en la providencia de Jehová (Andrés Glaze. Comentario bíblico Mundo Hispano: Tomo 2. pag. 142).

Tenemos sed! Fue seguramente la exclamación del pueblo hebreo. Tres días habían pasado desde el evento maravilloso que les permitió atravesar el mar en seco y que les hizo cantar a Jehová diciendo que se había magnificado grandemente (Éxodo 15:1). Bajo las indicaciones del líder Moisés, el pueblo partió de las ori­llas del Mar Rojo y comenzó su camino hacia la tierra prometida. Su travesía fue por el desierto de Shur.

Frente a los hebreos se observaba un lugar inhóspito; allí no había carne, ni siquiera un poco de agua. Cada día que pasaba buscaban una fuente de agua sin tener éxito. Ya estaban exhaustos, sin un lugar donde descansar, con sed y sin la seguridad del sustento diario.

Aquí comienza a mostrarse de qué estaban hechos aquellos hombres y mujeres que salieron triunfantes de Egipto. Es el desierto donde Dios comienza a probar a sus hijos, como lo aclara en la parte final del versículo 25, …y allí los probó. Jehová permitió que Israel pasara por cada una de las experiencias del desierto, y le hizo saber que el propósito de ello fue …para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos (Deuteronomio 8:2).

La primera parada fue Mara. Por fin encuentran una fuente, pero para sorpresa suya, al probarla se dan cuenta de que el agua es amarga. Imaginemos la frustración que sintió el pueblo y el mismo líder al ver que después de tantos días y con la esperanza de de saciar la sed, el agua no se podía beber. Esta situación pro­voca la desesperación del pueblo, que comienza a murmurar contra Moisés. Le cuestionan: ¿Qué hemos de beber? (v. 24) En esta simple pregunta se halla un cúmulo de ira, desesperanza y reclamo.

Todos los cristianos somos probados en ciertos momentos, las necesidades están a la orden del día, vivimos en un tiempo donde la canasta básica se ha encarecido tanto que a veces resulta imposible de completar. En muchas ocasiones nos quejamos, como lo hizo el pueblo hebreo, ¿por qué a mí Señor?, ¡yo que soy tu hijo! Comenzamos a añorar la abundancia que teníamos en “nuestro Egipto”, antes de conocer a Dios. Es en esos momentos cuando podemos perder la cordura y olvidar las maravillas que el Padre ha hecho en nosotros; co­menzamos a desesperarnos porque no vemos la respuesta a la necesidad.

En lugar de caer en la desesperación que provocan las necesidades físicas o materiales, aprendamos a asumir la actitud correcta. Los tiempos de prueba jamás vendrán sin la posterior intervención divina a favor nuestro. Sólo debemos ser pacientes y esperar.

II. LA ACTITUD DE MOISÉS

Nota complementaria
El pueblo murmuró contra Moisés (24). El liderazgo es costoso, porque los líderes cargan con toda la culpa en la adversidad. Esta gente sabía que Moisés era un hombre de Dios; de modo que su pecado también era contra el Señor. Las grandes experiencias con Dios no siempre curan al corazón del mal de ser quejumbroso. Sólo cuando uno ha sido crucificado, y Cristo ha establecido allí su trono por completo, cesa la murmuración (Efesios 4:31-32) (Comentario Bíblico Beacon, Tomo 1. pag. 217-218).

Hay una gran diferencia entre la queja del pueblo y la actitud de Moisés: Y Moisés clamó a Jehová, y Je­hová le mostró un árbol; y lo echó en las aguas, y las aguas se endulzaron (v. 25). Analicemos las acciones que llevó a cabo el siervo de Dios.

Clamó al Señor.
El Diccionario de la RAE presenta una de las definiciones de clamar: dar voces lastimo­sas pidiendo favor o ayuda. En la Nueva concordancia exhaustiva Strong encontramos el significado hebreo de la palabra que se usa en este pasaje, la cual también se puede traducir como dar un grito desgarrador, proclamar. Esto nos refiere la intensidad de la expresión de Moisés hacia Dios en medio de esta crisis. Su clamor fue di­rigido a la persona más indicada, a Jehová. El líder sabía que su única opción era recurrir a quien lo llamó y le encargó el trabajo de liberar a Israel. De igual modo nosotros, conscientes de quién nos ha llamado, hemos de recurrir a nuestro proveedor en los momentos de necesidad. En lugar de renegar, clamemos al Todopoderoso y él nos responderá.

Obedeció con fe.
Dios le mostró a Moisés un árbol. No es que la planta tuviera alguna propiedad o poder para sanar las aguas. En realidad sólo era un acto simbólico y una prueba de obediencia. Jehová era quien limpiaría el agua.

Moisés tuvo que poner atención a las indicaciones para ejecutarlas. La Traducción en Lenguaje Actual así lo presenta: Entonces Dios le mostró un arbusto y le ordenó que lo arrojara al agua amarga. Moisés así lo hizo… (v. 25). Con frecuencia, en la Escritura se narran milagros en los que Dios pone a prueba la obediencia de las personas. Abraham se sometió a la orden del Señor y creyó en que de alguna manera le de­ volvería a su hijo (Génesis 22:8). La viuda de Sarepta siguió las instrucciones del profeta y pudo experimentar la provisión de alimento (2 Reyes 17:13, 14).

Moisés así lo hizo… El manso líder obedeció, creyó que lo que el Señor le estaba diciendo era la solución para ese momento de desesperación y necesidad.

Contrasta la reacción del pueblo con la de su guiador. Israel cayó en la desesperación y murmuró. Moisés clamó al Señor y obedeció a la indicación divina. Debemos estar atentos a la dirección de Dios, procuremos seguir su voluntad. A veces puede parecemos ilógico, pero tengamos la seguridad de que si Jehová lo dice, así debe hacerse; ni más, ni menos.

III. EL CARÁCTER DE DIOS

Nota complementaria

Las palabras usadas aquí para ‘‘enfermedades’’(del hebreo makhaleh) y “sanar”(del hebreo rapha) denotan por lo general dolencias físicas y sanidad corporal. Este no sólo es un concepto espiritual, sino también físico. El pacto queda confirmado absolutamente por el hecho de que Dios conjuga su propio y poderoso nombre a la promesa, llamándose a sí mismo Yahweh-Rapha que significa Jehová el que sana’’(Biblia Plenitud. Éxodo 15:26).

Jehová el proveedor. Al clamor de Moisés, Jehová se manifiesta de forma sobrenatural y poderosa. Provee el arbusto para endulzar las aguas amargas y así saciar la sed de su pueblo. Cuando las crisis nos rebasan, sólo Dios sabe lo que hay que hacer. En su amor y paciencia, él actúa a favor de su desesperado pueblo, toma el control de la situación y endulza las aguas para que sean potables.

Es fácil proveer cuando se tiene, pero qué cuando ya no hay nada más de donde sacar, cuando se agota el último centavo, cuando se ocupa la última gota de aceite, cuando se gastan todos los recursos. Allí es cuando realmente se pone de manifiesto quién es nuestro verdadero Proveedor, y es entonces cuando se descubre qué tanto confiamos en él. Como cristianos, hemos de mantener la fe en que Dios provee lo que necesitamos en el momento exacto. Cuando tenemos esa convicción podemos esperar pacientemente su respuesta, sin quejamos por la aparente tardanza.

Jehová el sanador. El incidente finaliza con una advertencia, pero también se da una promesa. El Se­ ñor expresa con claridad lo que él espera de su pueblo. Los invita a escuchar con atención su voz y oír sus mandatos, pero también los exhorta a cumplirlos y a vivir de manera recta (v. 26). Les recuerda el Señor las enfermedades que envió a los egipcios, pero les promete que ninguna de ellas los tocará. Dios se manifiesta como Jehová tu sanador. Este pasaje es conocido por muchos como el pacto de sanidad del Antiguo Tes­tamento, ya que el Altísimo promete guardar al pueblo de las enfermedades si obedecen diligentemente sus ordenanzas y estatutos. El escritor sagrado relata que luego de esta prueba, el pueblo israelita llegó a un lugar de abundante agua, ahí pudieron acampar y descansar (v. 27).

Dios es justo. Promete bendecirnos, proveer en nuestras necesidades y sanarnos en la enfermedad. Pero también espera obediencia y rectitud de nosotros. Atendamos su voz y obedezcamos su Palabra; estemos se­guros de que él se encargará de nuestra vida.

CONCLUSIÓN

El pueblo cedió a la desesperación. Moisés, en cambio, supo hacer lo correcto en medio de la crisis. Israel desconocía que el Señor estaba probando su fe. Deseaba Jehová descubrir lo que había en el corazón de los hebreos. Tristemente, éstos evidenciaron falta de confianza; en lugar de creer, murmuraron.

Nuestro trayecto a la gloria nos lleva inevitablemente por desiertos. Siempre habrá lugares de escasez. No faltarán las dificultades. Tal vez el Señor permita esos episodios en nuestra vida para probarnos, para revelar lo que hay en nosotros. Aprendamos a confiar en el Todopoderoso. Aceptemos su voluntad sin vacilaciones y dispongámonos a ser obedientes sin importar las circunstancias. En el momento oportuno él se hará presente con su poder.

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Pastor: David Gamboa
Pastor: David Gamboahttps://pastorales.com
Creador y fundador de este portal, diseñador web, Pastor de la iglesia Emanuel para las Asambleas de Dios en México, Musico y director en Unzion Records. Promueve y patrocina esta plataforma esperando sea de bendición para ti.

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