¿Que es la unción?
L a unción era una práctica común entre los judíos. Marcaba el principio del servicio que una persona rendía a Dios, indicando que había sido apartado para una función especial y al mismo tiempo sería provisto de la autoridad y el respaldo necesario en el ejercicio de su deber.
En el Antiguo Testamento, las personas que eran dedicadas a Dios eran ungidas con aceite. En el Nuevo Testamento, la unción es derramada en Jesús de forma visible por el Espíritu Santo, quien obró poderosamente en él.
Para cumplir su misión, Jesús necesitaba ser ungido por el Espíritu. De igual forma, hoy los creyentes son ungidos por Dios. La unción con el Espíritu se refiere al acto de Dios de derramar en nuestros corazones al Espíritu Santo, es el símbolo de la consagración del creyente para desarrollar un servicio con poder en el Reino de Dios.
La unción es recibida Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús… (Hechos 10:38). La unción de los creyentes viene sin intermediarios desde lo alto, mediante este acto son dedicados y consagrados para Dios. Ese fue el testimonio dado por el apóstol Pedro en el sermón dado en la casa de Cornelio.
El apóstol Pablo escribe a los corintios: Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios (2 Corintios 1:21). Él es quien también nos ha sellado y ha puesto como garantía al Espíritu en nuestros corazones. Una afirmación más del apóstol Juan, el discípulo amado: Pero la unción que vosotros recibisteis de él… (1 Juan 2:27). La unción tiene que ser recibida de parte de Dios, y es auténtica.
La unción distingue nuestra teología, una teología sustentada en la verdad La unción confiere conocimiento de Dios. Es el medio correcto dado por el Espíritu Santo para profundizar en el conocimiento de la verdad. Sin embargo, no excluye el esfuerzo diligente ni el trabajo exhaustivo del estudio. Las mismas líneas del texto inspirado apelan a mover nuestro intelecto a escudriñar, a ocuparnos de estas cosas y de igual forma a indagar de tal suerte que seamos capaces de discernir entre la verdad y el error. Asimismo, nos da la capacidad de distinguir las ardides de quienes, de manera encubierta y con falacias, pretenden hacer caer al cuerpo de Cristo en prácticas que deterioran la fe, la justicia y la santidad.
La unción del Espíritu es el antídoto dado por el Señor contra las herejías y garantiza para la congregación y el ministerio o liderazgo una vida saludable, además de la presencia y la autoridad de Dios. La unción para un servicio de trascendencia es visible y manifiesta En el Antiguo Testamento la unción significaba que se le otorgaba al ungido un poder especial; se le determinaba su función por parte de Dios. En el Nuevo Testamento es una dotación especial y de autoridad con la cual el nombre de Cristo es proclamado y ministrado a la vida de la iglesia o a la gente que vive bajo el dominio del pecado. El enfoque de la unción del Espíritu Santo derramado en nuestras vidas es para sanar y liberar a todos los oprimidos por el diablo.
Cada siervo de Dios necesita tener la certeza de que el evangelio es poder de Dios para salvación, y que el Padre ratifica su testimonio con señales, prodigios, diversos milagros y dones distribuidos por el Espíritu Santo según su voluntad. Son señales concedidas por Dios para atestiguar la verdad de lo que se proclama. Impresiona por su número el testimonio de los escritos del Nuevo Testamento, en cuanto a la regularidad con que estos fenómenos acompañaban la predicación y recepción del evangelio en la época apostólica.
Las maravillas, prodigios y señales que marcaron el ministerio de Jesús continuaron marcando el ministerio de los apóstoles, desde Pentecostés en adelante (Hechos 2:22, 43). Y ahora también pueden ser parte del ministerio para el cual fuimos consagrados. En cada rincón de nuestra patria se requieren ministros del evangelio que tengan el distintivo de la unción, y que más que fama y posición procuren la presencia del Espíritu Santo