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domingo, noviembre 24, 2024
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INVERSIÓN FINANCIERA EN LAS MISIONES Pbro. Samuel Gilberto Cordero Jaramillo

Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta (1 Reyes 19:7). El gran uso de la vida es invertirla en algo que durará toda la eternidad. —William Jones

Agradezco mucho el acierto del artículo que se me asignó por nuestro Superintendente General para esta ocasión, además de confiarme la responsabilidad de redactarlo, ya que el tema no pudo ser más adecuado.

Lo que se da a la obra misionera no es una mera contribución, sino que, en el más pleno sentido de la palabra, es una inversión.

La inversión, que es un concepto que no requiere mucha explicación, consiste en la entrega de un bien, generalmente en dinero, con la esperanza de que pueda producir a futuro un rendimiento que aumentará significativamente la cantidad entregada, por lo que afirmar que al dar para la obra misionera estamos haciendo una inversión, implica que esto nos traerá un beneficio, que incluso irá más allá de la recompensa meramente económica. Cualquier negocio que demuestra ser rentable en el plano de lo terrenal siempre atrae una gran cantidad de inversionistas por los beneficios que otorga. Por lo que, si entendiéramos que el invertir en la obra de Dios es la mejor de todas las inversiones, ya que implica beneficios eternos, un pagador que es el dueño “del oro y de la plata”, y una garantía de seguridad pues nuestras inversiones se encuentran en un lugar donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan, tendríamos un repunte magnífico en una de las áreas más importantes de la obra del Señor:

las misiones.

La inversión terrenal, por otro lado, siempre trae aparejada la realidad de un riesgo. Es decir, por más segura que ésta parezca, siempre hay un grado de riesgo de que por cualquier causa no pueda dar el rendimiento esperado, o peor aún, que se perdiera totalmente, por lo que la aseveración de Cristo de que la inversión en su reino no conoce riesgos, nos lleva a una inversión de excelencia, imposible en todos los sentidos para cualquier entidad humana.

Siempre me ha impresionado la afirmación de Leonard Ravenhill de que los cristianos hoy en día gastan más en comida para sus mascotas, que lo que contribuyen a las misiones, y me impresiona más porque obviamente está hablando a los creyentes del mundo anglosajón, principalmente de los Estados Unidos.

Pero si analizamos la inversión misionera de nuestros vecinos y la cotejamos con la nuestra, nos llevaríamos una sorpresa muy reveladora, o una revelación muy sorpresiva… como usted guste verlo. Por ejemplo, la primera de las estadísticas tiene que ver con la aportación que se hace para la obra misionera.

Las cifras corresponden al año 2016, y son las siguientes (datos obtenidos de los informes financieros de misiones de las Asambleas de Dios USA 2016, de nuestro Departamento Nacional de Misiones y nuestro censo 2011):

Las cifras nos hablan de una inversión que nos supera actualmente casi 400 veces. Si bien es justo decir que la nación americana ya tiene una trayectoria misionera de 150 años aproximadamente, y las Asambleas de Dios prácticamente desde sus inicios en ese país se volvió misionera hace ya cien años, amén de las diferencias propias de la economía de cada nación, la brecha en una cultura de apoyo a las misiones todavía se tiene que confesar como enorme. Además, en la estadística consideramos en lo que respecta a las aportaciones de los Estados Unidos, solamente las aportaciones para misiones foráneas, sin considerar las de misiones internas.

En otro análisis muy interesante (aunque podemos decir con mucha alegría que nuestras aportaciones para las misiones, aunque no han manifestado estadísticamente un crecimiento sostenido, sí han sido de un volumen siempre al alza

 

desde su nacimiento) la estadística del cuadro 2, nos enseña el potencial interno que tenemos de crecimiento. El potencial de crecimiento de iglesias aportantes a misiones es muy prometedor, ya que queda mucho campo de iglesias y misiones que aún no se han involucrado en la inversión para con la obra misionera. Si la estadística es prometedora con las iglesias, muchísimo más lo es en lo que a aportantes individuales se refiere (ver cuadro 3).

Los desafíos en el horizonte misionero de nuestras Asambleas siguen siendo amplios y emocionantes. Se ha comenzado un proyecto que intentará dar cobertura médica a nuestros misioneros tanto en el exterior como a los que trabajan con las etnias y que seguro llevará tiempo estructurar para implementarlo de la mejor manera, amén de los costos que implicará.

Hay muchos más hombres y mujeres en las filas de los centros el espíritu santo impulsando y dirigiendo a la iglesia local Aportaciones personales para la obra misionera 2016 100 mil 200 mil 300 mil 400 mil número de aportantes en padrón de misiones 2,397 número de feligreses de A.D. méxico (censo 2011) 399,703 c u a dro 3 de entrenamiento que en el futuro engrosarán nuestro ya nada insignificante contingente misionero, y esto demanda también un mayor esfuerzo de supervisión y apoyo operativo. Cada vez son más los lugares de trabajo, lo cual exige una coordinación internacional con las Asambleas de Dios de los países donde se labora, y las cambiantes condiciones económicas en el mundo demandan cada vez mejores estrategias de soporte y financiamiento para los que laboran en países extranjeros.

El plan regulador de nuestro Superintendente no pudo ser más acertado al buscar detonar el número de donantes en nuestros distritos para misiones en este bienio que iniciamos. Por ello, así de sencillo, es que podemos terminar con el hermoso texto con el que iniciamos, pues estamos convencidos de que no sólo se aplica al profeta Elías: Levántate… porque largo camino te resta.

fuente aviva 23 edición abril 2017

 

 

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Pbro. Gilberto Cordero Jaramillo
Pbro. Gilberto Cordero Jaramillo
Pastor y Líder del Concilio de las Asambleas de Dios, lider del Distrito Sur de Chihuahua y escrito de la revista Aviva. Estudió en ITESM, Campus Chihuahua, en 2018 es electo tesorero nacional del Concilio.

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