[dropcap]L[/dropcap] a educación en la casa es fundamental.
Josefo, un historiador judío, dijo: Nuestro cuidado principal es el de educar a nuestros hijos, y lo consideraremos el negocio más importante de nuestra vida doméstica. La educación judía se dirigía conforme a un plan intensivo. El hogar, la escuela y la Iglesia se reforzaban uno a otro. Estos tres cooperando juntos fortalecían el entrenamiento religioso. Veremos una docena de elementos integrando la palabra de Dios en la vida diaria. Llevándonos a comprender la relación de la Biblia y la educación en casa:
Los padres.
Los padres cumplían un papel muy importante. La educación judía comenzaba con mamá y papá. Mucho antes de que el niño pudiera asistir a la escuela o a la sinagoga, las oraciones y las ceremonias en casa, se grababan en su mente. En casa, el niño aprendía las historias de patriarcas, profetas, estadistas, guerreros, poetas, príncipes y patriotas.
Los tiempos patriarcales.
En esos tiempos, el padre no sólo era el maestro sino además el sacerdote de toda la familia, y este honor y responsabilidad de ejercer el sacerdocio comúnmente pasaba al hijo mayor.
El altar.
La religión se centraba en torno a un altar. Abraham, Isaac y Jacob levantaron altares (Génisis 12:8; 13:18; 33:18-20; 35:3). El altar en el hogar ayudaba a reconocer el pecado, la santidad de Dios, y que la única forma de acercarse a él era a través del sacrificio.
La ley de Moisés.
La educación religiosa de la familia vino a ser, como ha continuado siendo, una marca especial del judaísmo. Sin duda ha sido este énfasis en la educación religiosa en la familia lo que ha contribuido grandemente a la permanencia del judío en la historia. También es cierto que cualquier fracaso de los judíos para llenar la misión dada por Dios en el mundo puede ser trazada en parte cuando menos a su fracaso en el entrenamiento religioso de la familia. Las fiestas, el tabernáculo y más tarde el templo eran oportunidades didácticas para que los padres pudieran explicar su verdadero significado (Éxodo 12:26).
Las escuelas de las sinagogas cuando Jesús era un niño.
Los niños eran enviados a la escuela de la sinagoga donde se les enseñaba la palabra de Dios. Este estudio principiaba con el libro de Levítico. El ayo.
El ayo del que habla Pablo (Gá- latas 3:24),
se refiere a un esclavo fiel cuya obligación era llevar a los hijos de su jefe a la escuela y cuidar de que no les sucediera algún mal. Pablo comparaba a Cristo con el maestro real, y la ley era semejante el esclavo cuya obligación era llevar al alumno al maestro. Las peregrinaciones familiares al santuario. (Éxodo 34:23). Se requería que todo varón fuese a las tres fiestas principales. Se dice que José, María y Jesús participaron de estas peregrinaciones (Lucas 2:41-44). Los parientes viajaban juntos en grupo, y los niños se consideraban completamente seguros mientras permanecían en él. En estos viajes los padres a menudo caminan varias horas sin ver a sus hijos. Es posible que Jesús estuviera con la caravana cuando ésta salió, y después se separó de sus familiares volviendo a la ciudad al Templo, por eso el texto dice que José y María lo buscaban entre los parientes y los conocidos
El Shemá.
Era una plegaria que estaba compuesta por el resumen de tres pasajes del Pentateuco (Deuteronomio 6:4-9; 11:13-21; Números 15:37-41). Era repetida mañanas y tardes por los hombres. El niño judío, cuando llegaba a la edad de los doce años, ya debía repetir esta oración.
El Bar Mitzvah y Bat Mizvah.
Una niña alcanza su mayoría de edad a los 12 años y un niño a los 13 años. A los varones se les permite leer la Torá. Convirtiéndose con esto en un hijo de la ley. A las mujeres no se les permite participar.
Las filacterias.
La palabra se deriva del término griego que significa medios de protección. Los judíos los llamaban tefillin, plegarias. Eran cajitas de cuero de color negro, que se ataban a la frente y en la parte alta del brazo por medio de tiras, cintas o cueros. Dentro de las cajitas se ponían rollos con trozos de la Escritura que venían a representar la Torá (Ley). La tradición de su uso se apoyaba en Deuteronomio 6:6-9. Aunque se llegó a hacer mal uso de esta práctica, no obstante era una buena práctica didáctica para la memorización de las Escrituras.
La hospitalidad.
La hospitalidad era una práctica normal entre los primeros creyentes (1 Timoteo 3:2; Romanos 12:13; 1 Pedro 4:9). Seguramente esto movió a la camaradería cristiana, y así fortaleció el crecimiento y la fe. Debe haber ejercido una gran influencia entre los niños y jóvenes ver a los visitantes llegar a sus hogares y ser parte del buen trato que se les ofrecía.
La iglesia que está en tu casa.
Los primeros lugares en que se reunían los cristianos para adorar era el hogar. En el Nuevo Testamento encontramos muchos hogares donde se reunía la Iglesia (Hechos 12:12; 16:40; 1 Corintios 16:19; Romanos 16:5; Filemón 2). Seguramente estos hogares recibieron una bendición especial por este servicio e influyó grandemente en la educación de los hijos.
Conclusión:
Todos estos elementos nos ayudan a comprender el valor de la Biblia en la educación que se debe llevar a cabo en el hogar. Los padres siempre enseñan a sus hijos por medio de las palabras y los hechos en su vida personal. Las ideas y actitudes de los hijos son casi enteramente adquiridas en el medio ambiente del hogar. Los padres forman ese medio ambiente del hogar, y éste contribuye en gran parte a moldear el carácter de los hijos. La instrucción religiosa en el hogar es de gran importancia. Los padres cristianos necesitan darse cuenta que es ésta una de sus responsabilidades más importantes. Por tal motivo debemos reforzar nuestra enseñanza con los principios emanados de la bendita palabra de Dios.