José Raúl García Oviedo,
mejor conocido como Raul Garcia.
Hace unos días, apenas el pasado miércoles 4 de septiembre viajé a Ciudad Victoria para verlo, para saludarlo y conversar con él. Sabía de lo delicado de su estado de salud.
Su esposa la Hna. Soledad Valdez me informó del diagnóstico y luego Raúl su hijo me informaba frecuentemente. No avisé a su familia. Fui de sorpresa. Pensé que si no me era posible verlo, lo cual hubiera entendido perfectamente, cuando menos estaría con la familia y que le dijeran que había ido a verlos, hubiese sido suficiente.
Sin embargo en cuanto les avisé que estaba en la ciudad, me abrieron las puertas de su hogar, me recibieron y trataron con generosidad y afecto.
Fui dos veces en el día a estar con él, cuando llegue la primera vez a su casa, le dijo la Hna. Soledad: Raúl mira quién vino a visitarte, volteó y me dijo: amigazo! Gracias por estar aquí. Hablé de muchos temas, se rió conmigo, le recordé anécdotas, comentaba algo, estaba lucido, perfectamente ubicado en lo que conversábamos.
Algo que llamó mi atención es que se miraba normal, fuerte, no consumido físicamente por la enfermedad. Aunque obviamente su hablar era quedo. Y así se fue. Ya estaba cansado, listo para estar con Dios. Oré con él tranquilamente.
Cuando regresé en la tarde, otra vez conversamos, se volvió a reír. Después de orar, llegó la hora de irme, le pasé mi brazo por encima de su cabeza tratando de que sintiera que lo estaba abrazando, le dije me voy pero no me despido. Espero volver a verte. Dijo: si amigo. Tres días después, ya se nos adelantó. Algún día nos veremos.
He leído de sus obras, de su ministerio pastoral y de liderazgo. En cuanto a mi además de todo lo que se pueda contar, añado fue mi amigo, en la buenas y en las malas, generoso, sin esperar nada a cambio, que me abrió las puertas de su hogar.
Desde aquí, y aunque ya lo hice en privado, les mando mis condolencias a la Hna. Soledad, sus hijos Merary, Dina, Raúl y su familia, a sus hermanas García Oviedo.
La foto adjunta a este post, nos la tomamos en el año 2010, aunque yo la tenía en mi archivo, hace unos meses me la reenvió. El era superintendente de Distrito, yo Secretario General, acababa de terminar una gira por el Distrito Noreste. Era un sábado en la mañana, acababa de predicar en el instituto bíblico Juan C. Orozco de Ciudad Victoria. Estábamos jóvenes, vigorosos y gordos.
