Petición de las hijas de Zelofehad Números 27:1-11
27 Vinieron las hijas de Zelofehad hijo de Hefer, hijo de Galaad, hijo de Maquir, hijo de Manasés, de las familias de Manasés hijo de José, los nombres de las cuales eran Maala, Noa, Hogla, Milca y Tirsa; 2 y se presentaron delante de Moisés y delante del sacerdote Eleazar, y delante de los príncipes y de toda la congregación, a la puerta del tabernáculo de reunión, y dijeron:3 Nuestro padre murió en el desierto; y él no estuvo en la compañía de los que se juntaron contra Jehová en el grupo de Coré, sino que en su propio pecado murió, y no tuvo hijos.4 ¿Por qué será quitado el nombre de nuestro padre de entre su familia, por no haber tenido hijo? Danos heredad entre los hermanos de nuestro padre.5 Y Moisés llevó su causa delante de Jehová.6 Y Jehová respondió a Moisés, diciendo:7 Bien dicen las hijas de Zelofehad; les darás la posesión de una heredad entre los hermanos de su padre, y traspasarás la heredad de su padre a ellas.8 Y a los hijos de Israel hablarás, diciendo: Cuando alguno muriere sin hijos, traspasaréis su herencia a su hija.9 Si no tuviere hija, daréis su herencia a sus hermanos;10 y si no tuviere hermanos, daréis su herencia a los hermanos de su padre.11 Y si su padre no tuviere hermanos, daréis su herencia a su pariente más cercano de su linaje, y de éste será; y para los hijos de Israel esto será por estatuto de derecho, como Jehová mandó a Moisés.
El contexto de este pasaje se desarrolla cuando el pueblo de Israel, después de haber estado en el desierto, se encuentra a punto de entrar a la tierra prometida.
Allí, en el territorio de Canaán, cada tribu recibiría su heredad, la cual era parte de una promesa hecha a Abraham cientos de años atrás. Dicha palabra fue aceptada con fe por el patriarca, y Dios en retribución a ello está por dar cumplimiento a su palabra con un pueblo que ha salido de la cautividad en Egipto.
La heredad eran porciones de terreno estipulado por tribus y por familias. Pero debemos considerar que existían reglas para la asignación de las tierras. La ley acordaba que los hijos varones recibirían directamente la heredad, y las hijas lo harían a través de sus “esposos”. Por lo tanto, las mujeres solteras por sí solas estaban excluidas de esta herencia, y si por algún motivo faltaba el padre, y éste no tenía hijos varones, la propiedad se perdería. Esta era la norma y así se aplicaba ya que era de observancia obligatoria.
Nos encontramos aquí ante un dilema; el padre ha muerto, no hay hijos varones y las hijas están solteras. ¡Qué panorama tan desolador se les presenta a las hijas de Zelofehad! Quedarían huérfanas y desamparadas, sin un sustento que garantizara el modo de sobrevivir.
Entre las miles de familias que iban a entrar a la tierra prometida imaginamos que existía más hogares donde sólo había hijas y no hijos, pero únicamente estas hermanas tuvieron el valor de ir a defender la heredad.
Antes de hacer la petición, la cual fue muy importante y atrevida, seguramente aquellas cinco hermanas platicaron y se pusieron de acuerdo. Quizás al principio discutieron el tema muchos días, pues se les hacía imposible creer que las aten- dieran, ya que lo que ellas querían era reclamar su derecho (el cual era subjetivo, pues la ley decía lo contrario), una heredad a la cual sólo los hijos varones tenía acceso, y estaba la ley de Moisés de por medio, la cual no permitía alteración alguna y era de cumplimiento obligatorio para todo el pueblo.
¿Qué nos enseña la historia de estas cinco hermanas?
Ellas se atrevieron a pedir …y se presentaron delante de Moisés y de- lante del sacerdote Eleazar, y delante de los príncipes y de toda la congregación, a la puerta del tabernáculo de reunión, y dijeron: Nuestro padre murió en el desierto; y él no estuvo en la compañía de los que se juntaron contra Jehová en el grupo de Coré, sino que en su propio pecado murió, y no tuvo hijos. ¿Por qué será quitado el nombre de nuestro padre de entre su familia, por no haber tenido hijo? Danos heredad entre los hermanos de nuestro padre (Números 27:2-4).
La palabra de Dios dice que el que pide recibe y al que toca se le abre (Mateo 7:7, 8). En otro pasaje el Señor nos dice que clamemos a él, y él nos responderá (Jeremías 33:3). Las hijas de Zelofehad se atrevieron a pedir. No se quedaron esperando que alguien abogara por ellas, que viniera y les ayudara a interceder. Lo hicieron ellas mismas porque pensaban en su futuro: ¿dónde vivirían? Tuvieron el valor de reclamar la tierra que se les había prometido junto con todo el pue- blo, ya que ellas también eran parte de la promesa. No se quedaron deseándolo solamente, sino que se movieron y salieron a buscar que su deseo se cumpliera; lucharon por aquello que sabían también les correspondía.
Uno de los grandes problemas actualmente es la falta de identidad de las personas. Al no sentirse con una identidad definida empiezan a indagar opciones y muchas veces se conforman con cualquier cosa que pudiera llegar a satisfacer sus necesidades. Parte de los derechos de un integrante de una sociedad es buscar que se cumplan sus derechos individuales, ya sea como miembro de una familia, de un grupo, o de una sociedad.
Cuando se tiene plena identidad con uno de los grupos antes mencionados, la persona puede atreverse a pedir que se cumplan sus derechos. El que sabe que no es hijo no se siente con plena libertad de pedir algo a quien no es su padre. Estas mujeres se sabían parte del pueblo de Dios, y por lo tanto acreedoras de la promesa de que algún día heredarían la tierra de Canaán.
Ellas fueron con la persona indicada
Es importante saber con quién acudir; debemos siempre ir con la persona indicada. Si alguien necesita tramitar un acta de nacimiento, pero va a la oficina de licencias para automovilista, le van a decir que está en el lugar equivocado. Por lo tanto, debe presentarse con la persona correcta, y ésta podrá solucionar el problema.
Estas mujeres al verse en la mencionada situación, sin su herencia, tuvieron que ponerse de acuerdo. Definitivamente deben haberlo platicado, y valoraron las alternativas que tenían frente a ellas. ¿A quién debían acudir? ¿A Aarón? Finalmente era el sumo sacerdote, y posiblemente él tuviera la respuesta. ¿O irían con María la hermana de Moisés? A lo mejor entre mujeres se lograba mejor entendimiento.
Después de pensarlo vieron que al único al que podrían acudir era a Moisés. Tuvieron valor y fueron a hablar con el que podía darles respuesta favorable, y le preguntaron si ellas no iban a tener herencia entre su tribu. A Moisés le pareció que debía consultarlo con Dios, como todo lo que hacía, y el Todopoderoso le respondió: Bien dicen las hijas de Zelofehad; les darás la posesión de una heredad entre los hermanos de su padre, y traspasarás la he- redad de su padre a ellas (Números 27:5-7).
Ellas tenían derecho, pues si en una familia no había varones las mujeres debían recibir la herencia. Moisés les dio la respuesta y ellas estuvieron contentas. Podemos ver una vez más que Dios es fiel a su palabra y ésta se cumple. El Señor es justo y recto, y no desea que las mujeres vivan en desventaja, pues él las ve como personas perfectamente capaces de poseer tierras y administrarlas. Así mismo ellas pueden tener educación, empresas, negocios, familia, ministerio, entre muchas otras bendiciones que hay para los hijos de Dios.
Ellas fueron factor de cambio
En los tiempos de Moisés la ley privilegiaba al hombre, y eso para la mujer, bajo ciertas circunstancias, la dejaba sin el acceso a algunos derechos que como parte del pueblo debería tener.
Es importante recalcar que había muchísimas familias que vivieron el proceso de estar en el desierto, y que tal vez había otras mujeres que estaban en la misma condición. Sin embargo, la Biblia no nos menciona que alguien más hubiera hecho esta petición. Tomar decisiones es de valientes.
A veces queremos que los demás actúen para después hacerlo nosotros, pues tenemos miedo al fracaso o a la vergüenza del rechazo. Debido a que no había un antecedente de esta magnitud en cuanto a pedir algo que la ley no contemplaba, estas hermanas fueron sumamente atrevidas para presentarse ante Moisés, y esto les valió para que Dios mismo reescribiera la ley, de tal forma que generaciones futuras, en las mismas condiciones que las hijas de Zelofehad, tuvieran acceso a la bendición de manera legal.
Podemos decir que el precedente que dejaron aquellas señoritas corresponde a lo que en la actualidad sería una interpretación de la ley evitando injusticia, dando lugar así a la impartición de la norma de manera justa y equitativa.
Posiblemente tú creas que no tienes derecho a una heredad; sin embargo, cada promesa en las Escrituras forma parte de toda la herencia que Dios tiene para tu vida, y a la cual tú puedes acceder pidiendo, acudiendo con la persona correcta y atreviéndote a hacer las cosas. Quizá tu necesidad hoy sea sanidad, o que tu matrimonio sea restaurado.
Posiblemente en tu corazón existe la esperanza de sanidad emocional por una mala experiencia que hayas tenido de niña o adolescente, o acaso algo sucedió en tiempos recientes, y padeces desánimo, dudas o miedos. Tal vez recibiste un llamado al ministerio y por temor no te atreves a obedecer. A lo mejor se trata de salvación para tus hijos o tu esposo. No importa cuál sea la situación por la que estás pasando, el Altísimo tiene bendiciones para ti, sólo tienes que atreverte a ir por ellas.
Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz (Números 6:24-26). Ve por más, atrévete; Dios está dispuesto a escucharte cuando te acerques a él en oración.