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Amy Carmichael, EL COSTO DEL SERVICIO una historia biográfica muy interesante

Mas Jesús, llamándolos, dijo: Dejad a los niños venir a mi, y no se lo impidáis lucas 18:16).

La necesidad de misioneros ha existido desde el surgimiento mismo de la iglesia, pero existen países donde esa necesidad es más que urgente. Uno de ellos es la India. Hasta aquel país, lleno de ídolos, perversiones, peligros y oscuridad espiritual. Dios envió a una joven para llevar la luz gloriosa del evangelio de Jesús.

Su ministerio, caracterizado por la dependencia absoluta de Dios, vio en el rescate de la niñez india, uno de sus más sonados éxitos. Pero para Amy Carmichael era sólo el cumplimiento de las promesas de Dios para su vida de cuidarla y ayudarla a cumplir con su voluntad.

Amy nació el 16 de diciembre de 1867, en Irlanda. Sus padres fueron David y Jane Carmichael, y junto con sus seis hermanos formaron un hogar que fue un valioso instrumento para aprender a amar y oír la voz de Dios. Amy, Norman, Ernest, Eva, Ethel, Walter y Alfred, fueron enseñados en un profundo amor a Dios, reverencia a su Palabra y vida de oración ejemplar.

I. EL VALOR DE LA ORACIÓN

Siendo muy pequeña, apenas de tres años, Amy vivió una experiencia que la dejaría marcada para el resto de su vida. y para la cual sólo encontraría respuesta años después durante su ministerio en la India. Una tarde su madre se encontraba explicándole que Dios contestaba todas las oraciones cuando le pedimos las cosas con fe. Amy creyó absolutamente a su mamá y fue a su cuarto para orar. Se arrodilló y pidió a Dios que cambiara sus ojos cafés por unos azules, como los de su madre.

A la mañana siguiente, Amy se despertó con emoción, corrió a traer una silla, la puso frente al espejo y se subió en ella esperando encontrarse con sus nuevos ojos color del cielo, pero lo único que encontró fueron sus mismos ojos cafés. Nunca olvidaría el profundo aturdimiento que sintió cuando, sin recordar exactamente cómo o quién le habló, escuchó las siguientes palabras: «No” también es una respuesta. Desde entonces apren­dió que la oración no es mágica y un rotundo no también es, en algunas ocasiones, una respuesta de nuestro amoroso Padre celestial, que sabe lo que realmente necesitamos.

II. SU EXPERIENCIA DE SALVACIÓN

Siendo todavía pequeña aceptó a Jesús como su Salvador con plena conciencia de lo que hacía. Años después recordaría que fue a la edad de ocho años, en la iglesia, cuando después de la predicación todos cantaron el himno Cristo me ama bien lo sé, que ella se dio cuenta del gran amor que Dios sentía por ella y decidió entregar su vida a Jesús. Supo entonces que era necesario empezar a servir a Dios con todo su corazón, de todas las formas posibles, y así lo hizo.

Más de una vez se notó en ella un deseo de apoyar a la gente, sentimiento que pocas personas de su época demostraban. En una ocasión ayudó a una anciana que llevaba una carga demasiado pesada para ella, y aun­ que la gente que la miró se burlaba de Amy, ella estaba convencida que debía ayudar.

La vida de Amy transcurrió así hasta los 12 años, cuando sus padres decidieron enviarla a un colegio in­ternado en la ciudad de Yorkshire. Al parecer esto afectó un poco su vida, pues al estar acostumbrada a una profunda vida familiar, el cambio sería radical para ella; sin embargo, nada impidió que sus padres la enviaran allá, pues consideraban que era lo mejor para ella.

III. SU TRABAJO A FAVOR DE LOS NECESITADOS

Amy pasó tres años muy difíciles en el colegio, pues además de la nostalgia que sentía, la disciplina era muy sofocante para ella. Pero nuevamente fue un tiempo que le serviría para el futuro. Mantuvo siempre su espí­ritu de libertad y de servicio. Terminado el tiempo en Yorkshire, pasó trabajando a favor de los necesitados. Más de una vez se involucró en los servicios como la fundación de un orfelinato y la ayuda a los niños de la calle. Desde entonces supo que Dios la llamaba a trabajar con la necesidad, no sólo espiritual de la gente, sino también física, familiar y emocional.

Fue de esa forma que comenzó a buscar la dirección de Dios para servirle como misionera en algún país. Después de un tiempo de oración comprendió que Dios la llamaba al Oriente, así que, al conseguir informa­ción sobre las necesidades de esa área, decidió ir al Japón para servir al Señor.

IV. SU LLAMADO MISIONERO

A la edad de 26 años Amy partió para el Japón, donde estuvo trabajando por espacio de 15 meses. Después de ese lapso pasó un tiempo en su tierra natal, y luego regresó al campo misionero, pero esta vez a la India. Se ubicó en el sureste de aquel enorme país y comenzó su trabajo de evangelización, pero pronto se vio envuelta por la necesidad de los niños de la India.

Descubrió, por ejemplo, que los templos estaban llenos de niños que participaban de las terribles activida­des que se llevaban a cabo en esos lugares. Amy se propuso ayudar a escapar a esos niños. ¿Cómo lo haría?

Comenzó a disfrazarse como una mujer de la India y a convivir con la gente de los pueblos, procurando in­vestigar cómo ayudar a esos niños. Su disfraz fue muy inteligente, usó café para pintar sus brazos y cara y se ponía la ropa de la gente del país.

La primera vez que lo hizo, mientras se preparaba, alguien que la observó, le dijo: bueno que tienes ojos cafés y no azules de esa manera nadie sabrá que no eres de la India.

Amy recordó entonces su oración de los tres años y dio gracias a Dios por aquella respuesta. Pronto pudo entrar en los templos con su disfraz y descubrió por ella misma la crueldad que sufrían aquellos pequeños que, también supo, eran vendidos por sus padres en necesidad, o regalados porque no los querían, o entregados como promesa al dios de la ciudad.

En uno de esos templos estaba una niña que decidió escapar para que la atrapara la señorita Amy, la roba niños (como le habían puesto), pues pensaba que cualquier cosa sería mejor a estar en el templo. Ella fue la primera de muchos niños que llegaron a formar parte de la gran familia que formó Amy

V. UNA FE FORTALECIDA

Durante los 56 años que vivió ininterrumpidamente en la India, enfrentó un sinnúmero de problemas, mu­chos de ellos relacionados directamente con su labor de rescate de los niños. Cuando ya contaba con cerca de 30 niños fue amenazada por el gobierno de ser enviada a la cárcel acusada de ser secuestradora de niños. En otra ocasión, al ayudar a un ladrón a quien evangelizó, también corrió peligro su vida. El ladrón fue salvo, pero lo asesinaron tiempo después. Todo esto sin contar las veces que enfrentó necesidades económicas.

Pero en todas esas circunstancias la fe de Amy se fortalecía e inundaba los corazones de sus compañeros de trabajo. Más de una ocasión vio la mano de Dios al suplir su necesidad de forma milagrosa y justo con lo que iba a utilizar. Aprendió a pedir a Dios todo lo que ocupaba para la obra y a esperar la provisión para sus necesidades personales. El Señor suplió todo en forma maravillosa.

Su trabajo pronto creció y fue conocido en todo el mundo. Los niños cada vez eran más y las necesidades y peligros también, por lo que decidió salir y conseguir un lugar donde pudiera encontrar paz para guiar a todos los niños. Dios le concedió un lugar precioso en Dohnavur y comenzó a construir un complejo misionero de servicio integral. Por supuesto, el servicio principal fue el cuidado de sus niños que llegaron a ser más de 500, pero también un servicio evangelístico y un servicio médico a través de un hospital.

Su trabajo misionero en la India fue aún más conocido cuando publicó su historia. El único propósito de esa publicación fue que se conociera la realidad que vivía aquel país y que se lograra, entre otras cosas, la libertad de los niños de los templos. Dios le dio la victoria en esto y le permitió ver que las leyes cambiaran para impedir que los niños fuesen vendidos.

VI. LA MISIONERA

Una de las razones que la llevaron a escribir y publicar cerca de 35 libros fue que, siendo de edad muy avan­zada, sufrió un accidente que le impidió seguir trabajando como acostumbraba en el cuidado de los niños, quienes la veían como una verdadera madre. De hecho, ellos la nombraron Amma, que significa madre en el lenguaje Tamil, uno de los que se hablan en la India, y así fue conocida los últimos años de su vida.

El ministerio de Dohnavur creció hasta llegar a tener más de 700 personas, entre niños, doctores, enfer­meras, asistentes y equipo de apoyo.

Amma murió en 1951, pero vio cumplido en todo tiempo el cuidado de Dios, y cambió la vida de cientos de personas y miles más que quizá no conoció, pero que han recibido el beneficio de su entrega al servicio del Señor.

CONCLUSION

No cabe duda de que aún existen grandes retos misioneros en el mundo. La India sigue siendo un país domi­nado por la idolatría, pues se veneran cerca de 30 millones de dioses ahí. Todavía existe una terrible oscuridad espiritual que envuelve a los millones de indios, y aún hacen falta misioneros que lleven el mensaje de salva­ción en Cristo Jesús.

Haz una oración pidiendo la dirección de Dios y consagrando tu vida a su servicio. Él se encargará de cuidarte y darte la victoria para cambiar tu vida y la de miles que esperan escuchar el mensaje de amor que tú conoces.

fuente: libro dominical Jóvenes que cambiaron el mundo.
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