Cristo es nuestro modelo de vida. El apóstol Pedro señala que nos dejó ejemplo para seguir sus pisadas. Al observar la vida práctica del Maestro conoceremos la forma de ser que agrada a Dios y nos permite aprender a desarrollar nuestra vida para honrar al Todopoderoso y tener éxito en nuestro caminar por este mundo
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Cristo cuando le maldecían no respondía con maldición
El cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente (1 Pedro 2:22, 23).
Es admirable observar la conducta de Cristo ante las agresiones y provocaciones que le hacían. Fue capaz de soportar críticas agudas, insultos, provocaciones absurdas y actitudes necias de líderes religiosos y personas de diferentes niveles socioeconómicos.
Jesucristo estaba preparado para saber actuar y responder. A pesar de haber sido un ser humano con naturaleza semejante a la nuestra no respondía con maldición. Su vida fue marcada por actos de justicia y bondad, acciones y hechos de bendición bajo diversas circunstancias. La vida de Cristo es nuestra inspiración permanente para desarrollar una calidad de vida.
Es necesario evaluar nuestra conducta, sentimientos, actitudes y acciones. Es sabio reconocer la manera en que respondemos y si es necesario hacer los cambios necesarios para andar como es digno del Señor. Nuestra madurez, ética y humildad se proyectan en las acciones y expresiones que damos a conocer. Muchas veces las reacciones impulsivas sin reflexión nos llevan a cometer errores. Cristo siempre vivió con inteligencia y mansedumbre. Cuando respondía lo hacía con verdad y argumentos contundentes, pero no con maldiciones.
Con cuánta razón el proverbista nos instruye en relación a nuestras palabras y reacciones. Honra es del hombre dejar la contienda; mas todo insensato se envolverá en ella (Proverbios 20:3).
2. Cristo vino a servir y no a ser servido
Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos (Marcos 10:45). El servicio fue una huella imborrable en la vida de nuestro eterno Salvador. Nunca tuvo limitaciones para bendecir y ayudar a quienes lo necesitaban. El servir es una manera de quienes vivimos en sintonía con la voz de Dios y conforme a las normas divinas. Tal actitud refleja el amor y la estatura espiritual de los creyentes.
<-2343" class="gmedia-singlepic td-modal-image alignnone" title="28377899 1612749035474407 3832380438911963745 N" /28377899_1612749035474407_3832380438911963745_n.jpg" alt="28377899 1612749035474407 3832380438911963745 N" width="960" height="539" />Nuestro Salvador amado alentó a los desanimados, restauró a los oprimidos, sanó a los enfermos, dio de comer a los hambrientos e hizo un sinfín de acciones de bondad. Sirvió a ricos y pobres, intelectuales y neófitos, judíos y samaritanos, en ningún momento se negó a servir. El servicio como parte de nuestra vida ministerial debe ser constante e infalible. Es la forma más clara de proyectar y dar a conocer el amor de Dios. Lo más impresionante es que llegará el momento cuando el Príncipe de los pastores recompense nuestra vida de servicio. Cada acción de bondad, cada palabra de aliento, cada esfuerzo por ayudar, cada inversión en el Reino del Señor y todo lo que hagamos en bien de otros y la obra del Señor será recompensada.
3. Cristo desarrolló una vida de oración
Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis (Mateo 6:5-8). El Señor mantuvo siempre una intimidad con el Padre celestial. Oraba muy de mañana, por las noches, durante el día. Tenía espacios de comunión con Dios y se fortalecía en la presencia del Todopoderoso. Además, enseñó en reiteradas veces sobre el valor de la oración.
Si dejamos de orar estaremos desobedeciendo a Cristo. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público (Mateo 6:6).
Mediante la oración podemos recibir sanidad, fortaleza, consuelo, victoria sobre la adversidad, protección y provisión divina. La oración del rey Ezequías es un claro ejemplo de la bendición de Dios recibida mediante la oración: En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. Y vino a él el profeta Isaías hijo de Amoz, y le dijo: Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás. Entonces él volvió su rostro a la pared, y oró a Jehová y dijo: Te ruego, oh Jehová, te ruego que hagas memoria de que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho las cosas que te agradan. Y lloró Ezequías con gran lloro. Y antes que Isaías saliese hasta la mitad del patio, vino palabra de Jehová a Isaías, diciendo: Vuelve, y di a Ezequías, príncipe de mi pueblo: Así dice Jehová, el Dios de David tu padre: Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano; al tercer día subirás a la casa de Jehová. Y añadiré a tus días quince años, y te libraré a ti y a esta ciudad de mano del rey de Asiria; y ampararé esta ciudad por amor a mí mismo, y por amor a David mi siervo (2 Reyes 20:1-6).
Dios nos mueve a orar por el envío de evangelistas y misioneros: Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies (Mateo 9:37, 38). Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies (Lucas 10:2). Dios nos mueve a orar por la conversión de los perdidos: Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación (Romanos 10:1). Dios nos mueve a orar por el desarrollo espiritual de los nuevos creyentes: Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios (Efesios 3:14-19).
4. Cristo vivió bajo la unción del Espíritu Santo
Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre. Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, dí a esta piedra que se convierta en pan. Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios. Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos. Respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás (Lucas 4:1-8).
Jesucristo se sometió a la dirección del Espíritu Santo y fue llevado al desierto para enfrentar la tentación y vencer al enemigo. Derrotó a Satanás utilizando la Palabra de Dios y triunfó sobre el maligno. La Escritura señala que además de ser guiado por el Espíritu, el Señor Jesucristo desarrolló un ministerio de enseñanza y de sanidad divina. El Espíritu Santo hizo una gloriosa obra por medio de Cristo. Los milagros hechos por el Maestro fueron a causa de la unción del Espíritu Santo en el ministerio terrenal de nuestro eterno Salvador. La vida de Cristo durante su transitar por este mundo nos motiva a buscar la unción del Espíritu Santo a fin de llevar una vida que agrade a Dios y en victoria sobre los dardos de fuego del maligno. Por otra parte, será necesario mantenernos llenos del Espíritu para vencer los deseos e impulsos de la carne.