Jesucristo es el único Mediador entre Dios y todas las personas.
Hebreos 8:6 Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.
En esta lección vemos una imagen de Jesús como nuestro divino Mediador. Esta es una extensión de su papel como nuestro gran Sumo Sacerdote. Además de presentarse delante del Padre como sacerdote y como sacrificio, Él continúa su amoroso cuidado de nosotros sentándose a la diestra de Dios para mediar por aquellos que redimió. En este sentido el nuevo pacto es superior al antiguo, ya Cristo mismo está presente para que vivamos en santidad. El antiguo pacto estableció que la humanidad era totalmente incapaz de agradar a Dios, pero Cristo escribe Su nuevo pacto en nuestro corazón y nos ayuda activa mente a vivir para Él.
Si bien Hebreos 5 mencionó fugazmente a Melqui-sedec, encontramos una clara comparación entre él y Jesús en el versículo final del capítulo 6 y en los primeros versículos del capítulo 7. Por lo tanto, puede ser útil leer 7:1-22 como preparación para esta lección. La comparación es importante porque indica la naturaleza superior del sacerdocio de Cristo en comparación con el sacerdocio del Antiguo Testamento. Incluso hoy, debemos recordar que toda persona necesita un Mediador para acercarse a un Dios santo. Solo Cristo puede ser ese Mediador para nosotros.
Parte 1—Ancla del alma
Dios juró por Sí mismo – Hebreos 6:13-17
Abraham es la ilustración ideal de la fidelidad de Dios a sus promesas, así como la respon sabilidad humana de confiar en Dios aun en las peores circunstancias. Aquí, el escritor se centró en la confiabilidad de la promesa de Dios. La prueba de esta confiabilidad es que Dios jura por su propio nombre (Hebreos 6:13). Un juramento requería una apelación a alguien mayor a quien hacía el juramento, quien luego testificaría de su legitimidad. Por no haber nadie más grande, Dios hace un juramento por su eterno nombre. Por tanto, su juramento—y su promesa—perdurarán por siempre.
Dios prometió que bendeciría a Abraham (v. 14). ¿Cómo respondió Abraham? Él esperó, fue paciente y alcanzó (v. 15). Abraham confiaba en las promesas de Dios, lo mostró con su paciencia, y esa confianza fue recompensada. Sin embargo, la recompensa final llegó en Cristo, mucho después de la muerte de Abraham.
Un juramento se hacía en nombre de alguien mayor, con la expectativa de un castigo si no se cumplía (v. 16). No cumplir con un juramento sería violar su propio y santo nombre. No podría haber mayor seguridad que el juramento de Dios. Él no tenía la obligación de prestar juramento, dado que no hay nombre mayor que el suyo. Sin embargo, lo hizo para «mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su con sejo» (v. 17). Esto nos recuerda que Dios es tanto el dador como el garante de sus promesas. Sabemos que nada puede perturbar las promesas de Dios.
□ Dios ha hecho tanto su promesa como su juramento Hebreos 6:18-20
La naturaleza inmutable de Dios, y la esperanza que esto nos da, se confirma en Hebreos 6:18: «por dos cosas inmutables [su promesa y su juramento], en las cuales es imposible que Dios mienta, [tenemos] un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros». La promesa aquí se refiere a la inmutabilidad de Dios. Esto es, que Dios no cambia. Abraham descansó en la seguridad de su esperanza, confiando en las promesas que Dios le había hecho. Nosotros descansamos en la esperanza que Dios nos ha dado cuando confiamos en Cristo.
Las promesas de Dios sirven como un ancla para nuestra alma (v. 19). Un ancla trae seguridad en la tormenta, recordándonos la seguridad que tenemos en Cristo. Nuestra esperanza es segura. Podemos saber que algún día poseeremos lo que Dios nos ha pro metido (véase 11:1). Un ancla también da estabilidad. Las amenazas externas no nos perturban, ni dejamos que las falsas enseñanzas y las distracciones humanas nos desvíen. Podemos disfrutar de la esperanza de estar seguros en la presencia de Dios. «Esta espe ranza…nos conduce a través de la cortina al santuario interior de Dios. Jesús ya entró allí por nosotros. Él ha llegado a ser nuestro eterno Sumo Sacerdote, según el orden de Mel-quisedec» (6:19,20, ntv).
Parte 2-Santo Intercesor
□ Él vive por siempre para interceder Hebreos7:23-25
Hebreos 7 contrasta la Ley y «un mejor pacto» (v. 22). El antiguo sacerdocio se basaba en normas que habían sido «abrogadas» (v. 18), un término que transmite un sentido de inefi cacia. La Ley no podía quitar el pecado ni limpiar la culpa (v. 19). Pero Jesús «garantiza» este mejor pacto (v. 22, ntv). Era el único sacerdote que podía mediar adecuadamente en el pacto del Padre con la humanidad.
El sacerdocio de Jesús es superior al de los sacerdotes del Antiguo Testamento (v. 23). Primero, la sucesión de sacerdotes levíticos era necesaria porque los sacerdotes eran seres humanos; morían y eran sucedidos por otros sacerdotes. Jesús, sin embargo, es el Hijo de Dios, el Dios-hombre que vive para siempre y ejerce un sacerdocio permanente (v. 24). Murió en la cruz, y luego resucitó en testimonio del poder del Padre sobre la muerte. Él nunca abandonará la escena o dejará de servir como gran Sumo Sacerdote. Él intercederá por siempre ante el Padre a favor de su pueblo (v. 25).
□ Él es el Sacerdote y el Sacrificio Hebreos 7:26-28
Cristo es santo, puro e inocente de todo pecado (Hebreos 7: 26). No necesita ofrecer sacrificios por su propio pecado. Esto presenta un contraste con el sacerdocio levítico, ya que esos sacerdotes no solo necesitaban ofrecer sacrificios por sus pecados, sino que su pecaminosidad afectó a la comunidad (véase Levítico 4:1-12). Porque era perfecto y sin pecado, Cristo se ofreció «una sola vez y para siempre» (Hebreos 7:27, ntv) como sacri ficio por los pecados. Él es ahora «el perfecto Sumo Sacerdote para siempre» (v. 28, ntv).
La humanidad es física y espiritualmente frágil. Incluso los sacerdotes, que mediaban entre Dios y el pueblo, estaban sujetos a todo tipo de defectos humanos. Este es un prin cipio importante para nosotros. Los líderes espirituales más grandes deben de ser vistos como hombres y mujeres comunes, sujetos a las mismas flaquezas que los demás.
Observe el contraste entre las debilidades del liderazgo espiritual humano y el sacerdocio de Jesucristo: «Pero después que la ley fue entregada, Dios nombró a su Hijo mediante un juramento, y su Hijo ha sido hecho el perfecto Sumo Sacerdote para siempre» (v. 28, ntv). La frase «después de que la ley fue entregada» nos recuerda que Jesús no vino para abolir la Ley y los profetas, sino «para cumplir sus propósitos» (véase Mateo 5:17, ntv).
Parte 3-Mediador de un mejor pacto
□ Él es el Sacerdote y el Sacrificio Hebreos 7:26-28
Cristo es santo, puro e inocente de todo pecado (Hebreos 7: 26). No necesita ofrecer sacrificios por su propio pecado. Esto presenta un contraste con el sacerdocio levítico, ya que esos sacerdotes no solo necesitaban ofrecer sacrificios por sus pecados, sino que su pecaminosidad afectó a la comunidad (véase Levítico 4:1-12). Porque era perfecto y sin pecado, Cristo se ofreció «una sola vez y para siempre» (Hebreos 7:27, ntv) como sacri ficio por los pecados. Él es ahora «el perfecto Sumo Sacerdote para siempre» (v. 28, ntv).
La humanidad es física y espiritualmente frágil. Incluso los sacerdotes, que mediaban entre Dios y el pueblo, estaban sujetos a todo tipo de defectos humanos. Este es un prin cipio importante para nosotros. Los líderes espirituales más grandes deben de ser vistos como hombres y mujeres comunes, sujetos a las mismas flaquezas que los demás.
Observe el contraste entre las debilidades del liderazgo espiritual humano y el sacerdo cio de Jesucristo: «Pero después que la ley fue entregada, Dios nombró a su Hijo mediante un juramento, y su Hijo ha sido hecho el perfecto Sumo Sacerdote para siempre» (v. 28, ntv). La frase «después de que la ley fue entregada» nos recuerda que Jesús no vino para abolir la Ley y los profetas, sino «para cumplir sus propósitos» (véase Mateo 5:17, ntv). (v. 2), en contraste con el tabernáculo del Antiguo Testamento. Esto no significa que la verdadera adoración no pueda o no se lleve a cabo en viviendas temporales (ya sean el tabernáculo o las iglesias). Más bien, nos recuerda que la santa presencia de Dios sólo se puede experimentar plenamente en el reino celestial.
La posición exaltada de Cristo es la razón de que sólo Él pueda ministrar desde el cielo (w. 3-5). El tabernáculo del Antiguo Testamento fue modelado según realidades celestiales. Sin embargo, era solo una copia. El nuevo pacto es mejor porque se establece en función de «mejores promesas» (v. 6). Esto no significa que el antiguo pacto fuera menos confiable o menos seguro. Más bien, el nuevo pacto tiene mejores promesas porque Dios quiso que fuera permanente.
□ Cristo estableció un pacto eterno Hebreos 8:7-13
Hebreos 8:7 puede haber sorprendido a los judíos cristianos del primer siglo. El antiguo pacto tenía fallas, pero no a causa de la Ley en sí. La Ley era santa, justa y buena (véase Romanos 7:12); mandaba a su pueblo a amarlo a Él y a los demás (véase Levítico 19:18). Pero la Ley no daba poder a las personas para vivir en santidad, lo cual sólo es posible a través del Espíritu Santo. La debilidad humana es lo que hacía ineficaz a la Ley. Dios ya le había hablado a su pueblo de un nuevo pacto (compare Hebreos 8:8-12 y Jeremías 31:31-34). En los días de Jeremías, el pueblo se enfrentó al exilio por haber transgredido el antiguo pacto; este hecho ilustra la necesidad del nuevo pacto.
Dios desea un cambio de corazón, que el antiguo pacto no pudo lograr (Hebreos 8:10); lo antiguo «ha caducado» (v. 13, ntv). El nuevo pacto se interiorizaría, y traería perdón y libertad del pecado. A través de Cristo podemos conocer al Padre en nuestro corazón, servirle y esperar anhelantes la eternidad con Él.
¿Qué nos dice Dios?
Tenemos el privilegio y la bendición del acceso directo a Dios Padre a través de Jesucristo su Hijo, nuestro Sumo Sacerdote. Cuando enfrentamos luchas y pruebas en este mundo incierto, podemos acercarnos a Dios, sabiendo que Él está con nosotros.