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La importancia de la paternidad presente en la vida de los hijos

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Por Adriana Ocampo de Llano

Todos hemos vivido u observado en los demás lo que ocasiona la pérdida de un ser muy querido. Además de la pérdida concreta del otro, se siente la ausencia de ese ser al cuál se amó y con el que se compartió la vida. Pero es importante señalar que solo se siente la ausencia de aquel que ha estado presente. Estos dos conceptos interactúan de continuo al abordar la temática de la paternidad.

Ser padre es todo un desafío y un camino de aprendizaje. Los hombres aprenden a serlo, primeramente a partir de la experiencia con sus propios progenitores que define ciertas matrices que guiarán la vida. Luego al mirar hacia fuera del hogar, la sociedad y las diversas culturas, construyen un cierto paradigma y significación social para la función paterna.

Esto último se conoce como “rol social”. Si bien hoy día el concepto de rol es relacionado  con una función que se pone en marcha;  esta palabra tiene una historia particular en referencia a su etimología. Inicialmente se utilizaba en el teatro griego, los actores desplegaban unos “rollos” donde tenían escrito el parlamento que debían seguir en la obra de teatro. Con el paso del tiempo las ciencias sociales fueron relacionando esa escritura de los parlamentos con las funciones en el ámbito de las relaciones tanto familiares, como laborales y más.

Cuando un hombre se convierte en padre, apela (tanto a nivel consciente como inconsciente) al “rollo social” que su cultura ha elaborado para la función paterna en su sociedad. También apela al “rollo” que le dejó escrito en su memoria la familia de la cuál es resultado. El tipo de estructura familiar, el formato vincular de la casa de origen modela la construcción del rol paterno. Esto hay que saberlo, tratarlo y en muchos casos sanarlo…

El concepto “rol” se despliega acompañado de otro, el de status. Esto quiere decir que cada rol (función) tiene un status (nivel). La paternidad se pone en marcha con cierto grado de poder por el status sobre el cuál se erige. Esto también hay que tomarlo en consideración porque el status del rol puede ocasionar despliegues de poder nocivos para el vínculo padre -hijos.

A lo largo de la historia se puede observar lo que el abuso de poder ha ocasionado en las familias. Es indudable que el rol paterno es fundamental para el desarrollo de los hijos. Por eso cada hombre debe analizar lo que su historia familiar aportó para la construcción de su rol.

Ahora bien; más allá de las ciencias sociales que intentan explicar la experiencia humana, la Palabra de Dios señala la importancia del padre en la vida de los seres humanos. Aún Jesucristo (la segunda persona una vez encarnada) necesitó un padre presente en su vida; tanto en lo natural (José) como en lo espiritual (Mt.3:17; Mr.15:34). El concepto de paternidad es troncal a la historia de la salvación. Así como lo observamos en la adopción que los gentiles tenemos como hijos para ser parte de la familia de Dios (Ef.1:5).

Más allá de la observación del propio Dios como padre, las Escrituras nos ofrecen varios ejemplos de paternidad ausente y presente. Lamentablemente no siempre los relatos han sido debidamente analizados. Las exégesis livianas hacen estragos en el texto sagrado. Por eso es importante observar detenidamente algunos casos.

Por ejemplo el de Elí que como sabemos (1 Sa.2) fue un padre que no tuvo presencia formativa en la vida de sus hijos. Como un siervo de Dios, no supo poner límites al comportamiento de sus hijos, y cuando llegaron a adultos, transgredieron la ley de Dios.

También podemos mencionar a David; que conquistó tantas batallas pero no supo corregir a sus hijos aun hasta el punto de silenciar una violación (2 Sa.13) con todo lo que esto trajo aparejado.

Podemos pensar que esto tiene que ver con problemas de autoridad, pero en lo más profundo, se trata de presencia; de estar, de compartir, acompañar, educar, corregir, encauzar, guiar, amar, pasar tiempo, dejar buenas huellas.

Existe una declaración que ha dado vueltas al mundo; fue dicha por un padre líder del pueblo de Dios: “Yo y mi casa serviremos al Señor” (Jos.24:15). Alrededor de estos dichos se han construido innumerables “decretos positivos”; como que si un padre lo dice; esto así será. En realidad aquí tenemos ciertas dificultades:

En primer lugar, una declaración no opera sobre el libre albedrío de nuestros hijos. Si pensamos así, sostenemos un error doctrinal y teológico importante. Así como hoy los hijos no pagan por los pecados de los padres (Ez.18) tampoco son salvos porque sus progenitores así lo declaren.

En segunda instancia, realizar un recorte sin tener en cuenta el contexto es un peligro. Quienes esgrimen esta frase casi como “talismán” olvidan que cuando seguimos la lectura de la historia nos encontramos con la realidad de los hechos. En esta declaración el concepto “casa” es entendido por “familia, generaciones”, sin embargo, no podemos saber si esto fue vivido por cada uno de los hijos y descendientes de Josúe. De hecho, la palabra nos cuenta que “se levantó una generación que no conocía al Dios de sus padres” (Jue.2). Por otra lado, la familia de Josué no es mencionada nunca más entre el liderazgo o servicio en el pueblo de Dios.

Y cuánto daño se hace cuando creemos y repetimos ciertas palabras. Que un padre sea buen hijo de Dios, no siempre tiene como resultado que los hijos elijan el mismo camino. Dios solo tiene hijos, no nietos, y cada quién define su destino al tomar decisiones en la vida. Muchas veces lastimamos el “cuerpo de Cristo” cuando juzgamos la paternidad por los resultados observados en los hijos. La próxima vez, pensemos en Josué. No sabemos cuán presente estuvo en la vida de sus hijos, pero sí sabemos que fue un hombre avalado por Dios, sin embargo sus “generaciones” eligieron un camino diferente al de su padre.

Por su parte, en la parábola del hijo pródigo (Lc.15) encontramos otro modelo. Si bien las parábolas tienen ciertos límites interpretativos, podemos ver un padre que da, y que espera; como Dios con nosotros. En este padre es observable una actitud modelo para la paternidad de hoy día. No buscamos perfección (el hijo mayor no estaba conforme con las actitudes de su progenitor), pero sí debemos tener la meta de la misericordia. Nuestros hijos conocen la gracia de Dios, por medio de la que reciben de nosotros. Las palabras del pródigo “iré a mi padre” (Lc.15:18) señalan el vínculo construido; tener un lugar al cuál volver habla de presencia paterna en la vida del pródigo.

Además de las historias o parábolas, podemos observar que en el surgimiento de la iglesia primitiva, los apóstoles remarcaron la importancia de una paternidad presente. Pablo es un ejemplo de esto; ya que en varias de sus cartas aconseja a los varones en su función.

Como se mencionó anteriormente, en ocasiones realizamos lecturas sesgadas de la Biblia. En este sentido por ejemplo, ponemos el énfasis sólo en una parte de las verdades escriturales. Así, cuando leemos las palabras de Pablo en Efesios 6:1-3, olvidamos el versículo 4. Lo mismo ocurre en cuanto a Colosenses 3:20 y 21.  Solo repetimos que los hijos deben honrar a los padres y los amenazamos con esto de “el primer mandamiento con promesa”; pero no pensamos con la misma vehemencia en lo que Pablo aconseja a los padres: “no los exasperen para que no se desalienten; no les provoquen ira”.

No solo los hijos tienen que honrar, sino que los padres deben criar en amor, gracia y misericordia. Esto es todo un proceso que demanda presencia. El concepto “criar” se vincula con nutrir. Criar en griego ἐκτρέφω (ektrefo), término utilizado por Pablo (Ef.6:4), se vincula con sustentar. Por eso podemos inferir que la autoridad paterna (que generalmente se busca poner en marcha) deviene de la capacidad de criar, sustentar, alimentar, educar, estar presente.

Cuando hablamos de rol paterno, bien podría ligarse a un lugar de autoridad y poder, pero como señala Michel Foucault, un buen líder utiliza el poder como posibilidad, no como dominio. En ese sentido, criar bajo parámetros bíblicos, implica la posibilidad de influir en la vida de los hijos de forma positiva.

Cuando observamos las palabras de Pablo a Timoteo, vemos algunos mandatos para quienes llevan adelante la obra de Dios, y por extensión para todo padre cristiano. A partir de la lectura de 1 Timoteo 3, podemos asegurar que los padres presentes son cuidadores de la vida de sus hijos. Depende la traducción o versión, podemos leer que los hijos deben ser criados en sujeción o bien en obediencia. (1 Ti.3:4). Además en 3:12 se insta al “buen gobierno” lo que se traduce como cuidado, observación, liderazgo y presencia.

Es evidente que cuando la paternidad se desarrolla desde este modelo, la obediencia o sujeción (que en el sentido bíblico se vincula con ponerse bajo la contención de otro…no sólo de obediencia ciega) llegan como resultado. Por eso, podemos decir que construir un vínculo es más importante que desplegar autoritarismo.

Entonces teniendo en cuenta lo expuesto hasta el momento ¿Cómo se puede desarrollar  una paternidad presente?

Veamos algunos parámetros prácticos:

1. Mirar con objetividad y bajo la guía del Espíritu Santo, de dónde venimos para ratificar o rectificar patrones, modelos, matrices.

2. Observar los paradigmas sociales que han dado forma al tipo de paternidad que se pone en marcha.

3. Construir o reconstruir el vínculo con los hijos.

La función paterna es fundamental para la construcción de la identidad. No solo lo reconocen las ciencias sociales, sino que lo hemos visto por medio del recorrido bíblico. Los primeros significativos, moldean la vida. Por eso la paternidad presente es una gran oportunidad para modelar a Jesús en la vida de los hijos.

¿Cuál sería la función de un padre presente? Por ejemplo:

Modelo

No decimos que tiene que ser perfecto; pero debe saber que sus hijos lo miran. Aún miran el vínculo y trato construido con su madre. Un padre presente en la propia vida cotidiana se erige como modelo de sus hijos.

Referente

Al ser modelo, es sujeto referente. Es un ideal, marca tendencia en el proceso formativo. Cuanto más presente esté, más referencia construida. Esto conlleva tanto la responsabilidad como la oportunidad de marcar la identidad y la vida de los hijos.

Líder espiritual

Todo padre cristiano tiene a su vez un rol de líder familiar como espiritual en el hogar. La crianza es una labor compartida por  padre y madre, pero hay un liderazgo sobre los padres que es indiscutible. Por eso es indispensable estar presentes.

Constructor de puentes vinculares

A mayor distancia vincular, menor impacto en la formación. El padre necesariamente debe construir el puente por el cuál los hijos lleguen a él en cualquier momento que lo necesiten.

¿Cómo se pone en marcha esta actitud?

Con dependencia del Espíritu: todo padre necesita depender del Espíritu para ser guiado en su tarea. Esta dependencia brinda las herramientas que hacen falta poner en marcha, fortalece en el camino y se genera crecimiento, autocontrol y autoridad espiritual.

Con transparencia, autenticidad y coherencia: decíamos que los hijos no solo escuchan, también miran a sus padres. Ser capaces de compartir los propios procesos de cambio, las luchas y desafíos, acerca a los hijos. Mostrar alguna debilidad y dependencia a Dios favorece la identificación tan necesaria para generar vínculos sanos. La coherencia entre lo que se demanda y lo que se hace es fundamental.

Dejar que la centralidad de Cristo guíe las decisiones: es decir, cuidar la importancia que el lugar de  la familia debe ocupar por sobre la obra. Cristo es el centro, no el ministerio (existen padres que son más presentes en la vida de los hijos de los demás que en la de los propios…).

Ser intencionales a la hora de construir una relación fuerte con los hijos: las relaciones vinculares se construyen, se edifican y trabajan. Un padre que quiere estar presente debe ser intencional a la hora de gestar un vínculo fuerte y estable con sus hijos.

Ser confiables: establecer una buena plataforma de confianza es de suma importancia. Los hijos necesitan saber que pueden contar con su padre siempre, ante cualquier situación. Para que esto sea posible, el primero en ser confiable debe ser el padre. La idea es “quiero mostrarme confiable para mis hijos” mas que “quiero poder confiar en mis hijos”. 

Entregar tiempo de forma sistemática y de calidad: más allá de toda frase hecha, el tiempo es un tesoro con fecha de vencimiento. Lo que no se invierte hoy día en la familia, es imposible de recuperar. Los hijos necesitan pasar tiempo con sus padres de forma regular, no aislada. El tiempo de calidad (que construye lazos fuertes) demanda entrega absoluta, implicación, organización, dedicación, intencionalidad. Nada de lo que un padre puede brindar (seguridad económica, estudio, regalos, vacaciones, ropa, juguetes) sustituye al tiempo dedicado con exclusividad.

Observábamos en un principio que cuando alguien querido ya no está físicamente, solo se siente su ausencia si estuvo realmente presente en la vida de los demás. También vimos que el rol (función) paterno tiene grandes implicancias en la formación de los hijos. Cuando un padre no está presente, las consecuencias afectan al corazón de los hijos como un todo (pensamientos, sentimientos y voluntad).

Vimos que las escrituras nos dejaron evidencia tanto de lo que la presencia como la ausencia en el rol pueden ocasionar. Para proseguir puntuamos varias delimitaciones que las cartas paulinas nos brindan y cerramos el tema mientras se propusieron herramientas prácticas para vivir una paternidad presente.

El desafío está planteado; los hijos necesitan padres presentes en sus vidas. El Espíritu Santo está dispuesto para guiar a cada padre en el camino. Solo necesita corazones dispuestos a intentarlo una y otra vez; dispuestos a dar lo mejor para presentarse como modelos del amor, gracia y misericordia de Dios…el padre más presente de todos.

 

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