Dios restaura vidas que han sido destrozadas por el pecado.
Jeremías 32:37 He aquí que yo los reuniré de todas las tierras a las cuales los eché con mi furor, y con mi enojo e indignación grande; y los haré volver a este lugar, y los haré habitar seguramente.
Aunque el pueblo de Judá se había rebelado contra los mandatos de Dios y repetidamente había quebrantado el pacto que había con Él, Dios todavía los amaba y deseaba restablecer la buena relación con ellos. Entonces, Dios habló a través del profeta Jeremías, proclamando que irían al cautiverio como resultado de su rebelión y desobediencia. Pero Él no los dejaría allí. Más bien, los traería de regreso a su tierra natal, después de su tiempo de exilio en Babilonia. Como veremos en la lección de hoy, Dios dio a Jeremías una sorprendente imagen visual para ilustrar su promesa a ellos. A través de las acciones de Jeremías, podemos aprender mucho del mensaje y los métodos de los profetas del Antiguo Testamento.
En el año 586 a.C., poco antes de que Jerusalén fuera saqueada y su población fuera al exilio en Babilonia, vemos al profeta Jeremías haciendo algo inusual: compró una propiedad. Desde una perspectiva humana, esta habría sido una transacción extraña. Pero cuando exploramos la razón detrás de ella, vemos que esta compra fue un mensaje profético de esperanza cuidadosamente elaborado.
1—Juicio anunciado
Este relato ocurre en el décimo año de Sedequías, rey de Judá, pocos meses antes de la caída de Judá ante los babilonios. En 589 a.C., Nabucodonosor había sitiado Jerusalén en respuesta a una rebelión iniciada por el rey Sedequías. El asedio se prolongó durante casi tres años, con un solo respiro cuando Nabucodonosor lo levantó para responder a los amenazantes movimientos militares de los egipcios, que habían prometido apoyo militar a Sedequías. El nombramiento de Sedequías como rey y el encarcelamiento de Jeremías se describen más adelante en el libro.
Jeremías, que vivía en Jerusalén en ese momento, aprovechó la tregua en la lucha para viajar a su ciudad natal de Anatot en Benjamín, a unas tres millas de distancia (cinco kiló metros). El propósito del viaje era resolver un negocio familiar relacionado con la reden ción de bienes. Cuando salía de Jerusalén, el centinela arrestó a Jeremías, acusándolo de desertar al enemigo (véase Jeremías 37—38). Jeremías negó la acusación, pero fue en vano. Terminó detenido en el patio de la guardia del palacio.
□ El mensaje perturbador de Jeremías Jeremías 32:3-5
Las autoridades veían a Jeremías con sospecha por el mensaje de su predicación. Le había dicho a los líderes que no prevalecerían contra su enemigo. Además, profetizó que Dios entregaría la ciudad al enemigo y que Sedequías sería capturado y llevado a Babilonia (Jeremías 32:3,4). Anteriormente, Jeremías incluso había declarado que el Señor entregaría al rey de Judá (Joaquín en ese momento) a Nabucodonosor, Tal era la seguri dad, que dijo: «Vivo yo, dice Jehová, si Conías hijo de Joacim rey de Judá fuera anillo en mi mano derecha, aun de allí te arrancaría» (Jeremías 22:24-25).
Esa predicación no tuvo recepción ya que para sus contemporáneos sonaba a traición. ¿Qué tipo de patriota anuncia derrota cuando el enemigo está a la puerta? Los líderes creían que tal predicación podría debilitar la determinación del pueblo para resistir a los babilonios. El rey Sedequías exasperado se quejó al profeta, preguntándole por qué seguía profetizando así. Sedequías quería que él cambiara su mensaje. Después de todo, ¿por qué ser tan fanático? Sin embargo, incluso bajo la presión de gente poderosa. Jeremías no cambiaría su predicación. Insistió en que su mensaje era de Dios y que no tenía autoridad para alterarlo. Tenía que comunicar las palabras que Dios le había dado y ninguna otra. De no predicar el mensaje de Dios, se convertiría en un mercenario y un charlatán. Había muchos de estos en Jerusalén en ese momento, y Jeremías se negó a ser uno de ellos.
Parte 2—Acción profética y simbólica
□ Simbolismo profético Jeremías 32:6
Cuando pensamos en la profecía, generalmente pensamos en la palabra hablada. Sin embargo, los profetas antiguos a menudo ilustraban sus profecías con acciones simbólicas. Hay numerosos relatos en las Escrituras de profetas empleando tales acciones, incluyendo individuos como Ahías el silonita (1 Reyes 11:29-31), Isaías (8:1-4; 20:2-3), Oseas (1:2-11) y Ezequiel (4:1 a 5:5). Estas profecías ilustrativas abarcan toda la gama desde lecciones objetivas simples (Jeremías rompiendo una vasija de barro para ilustrar el futuro de la nación, en 19:1-11), hasta acciones que requerían que el profeta encarnara su mensaje de una manera profunda y personal. Oseas ejemplificó esto cuando Dios le ordenó que se casara con una prostituta, para ilustrar cómo Israel se había prostituido, al dejar al Señor para rendir culto a otros dioses (Oseas 1:2).
A veces los hijos de los profetas recibían nombres proféticos, y muchas veces estos no eran halagadores (por ejemplo, la hija de Oseas tenía por nombre Lo-ruhamah, que significa, «no amada» (Oseas 1:6). Jeremías mismo encarnaría su mensaje al permanecer soltero y sin hijos (Jeremías 16:1-4); muy inusual para un joven en su cultura. Esta lección incluyó un ejemplo de simbolismo profético en el ministerio de Jeremías.
□ Una compra profética Jeremías 32:7-12
Mientras Jeremías estaba bajo arresto domiciliario en el patio de la guardia del palacio, Hanameel vino de Anatot y dijo: «Compra mi terreno en Anatot. Por ley tienes derecho a comprarlo antes de que lo ofrezca a algún otro» (Jeremías 32:7, ntv). Este era probable mente el asunto familiar que Jeremías estaba tratando de resolver cuando fue arrestado por intentar dejar la ciudad (véase 37:12-15).
La redención de la propiedad familiar requiere que un miembro de la familia compre la tierra de un pariente empobrecido (véase Levítico 25). Este «redentor» preservaba la integridad financiera de la familia, al proteger la propiedad familiar. Su transacción profé tica muestra cómo Dios sería el pariente-redentor de Israel.
Jeremías consintió en comprar la propiedad, y la escritura fue firmada, sellada y colocada en una vasija de barro para guardarla. La esperanza del profeta era que un día el Señor permitiría que se compraran casas, viñas y heredades en esa tierra.
3—La seguridad de la salvación y el favor divino
□ Un mensaje más Jeremías 32:36-41
Jeremías amplió el significado de sus acciones proféticas, explicando que el exilio babiló nico sería de duración limitada. El Señor prometió: «Ciertamente traeré de regreso a mi pueblo de todos los países adonde lo esparcí en mi furor» (v. 37, ntv). Dios los llevaría de regreso a su tierra natal. Les daría «un solo corazón y un solo propósito: adorarme para siempre para su propio bien y el bien de todos sus descendientes» (v. 39, ntv). Dios los había elegido para adorarlo, y no solo los llevaría de regreso a su tierra natal, sino que les daría un corazón para adorarlo, a pesar de su anterior rebelión.
El corazón de Dios por su pueblo se expresa en Jeremías 31:18-20, un pasaje que algu nos creen es el trasfondo para la parábola del hijo pródigo. «¿No es aún Israel mi hijo, mi hijo querido?—dice el Señor—. A menudo tengo que castigarlo, pero aun así lo amo. Por eso mi corazón lo anhela y ciertamente le tendré misericordia» (v.20, ntv). Dios anhela que sus hijos regresen a la seguridad de su gracia.
□ El bien seguirá Jeremías 32:42-44
Jeremías 32:42-44 hace eco del símbolo que Dios le había ordenado usar a Jeremías—la compra de un terreno. Dios prometió que la tierra se volvería a comprar y vender, que se reanudarían los asuntos comerciales normales. Habló de Jerusalén y de la tierra a su alrededor, e incluso de las regiones desérticas del sur conocidas como Neguev. No importa cuán desanimados se sintieran durante el tiempo del exilio, el pueblo todavía tenía la pro mesa de Dios.
Cuando estamos desanimados por nuestra situación actual, podemos recordar que Dios nunca olvida a los suyos. Él siempre cumple sus promesas. Nuestra completa restauración vendrá cuando habitemos con Él en la nueva Jerusalén en la eternidad (véase Apocalipsis 21 y 22).
¿Qué nos dice Dios?
El pueblo de Dios está llamado a vivir con esperanza. Aun cuando nos apartamos de la voluntad de Dios, Él desea apasionadamente nuestro regreso. A veces hay una temporada de dolor antes de que ocurra la reconciliación, pero en el plan de Dios, nuestro dolor puede volverse una bendición.