Existe una diferencia abismal entre hacer exégesis y eiségesis. La primera tiene que ver con extraer resultados
del texto, luego de un análisis serio. Es producto de la disciplina y el estu- dio ordenado. La segunda es labor de quienes introducen sus ideas en los pasajes y utilizan las palabras para respaldar sus pensamientos o declaraciones.
La profecía bíblica es un género especial de literatura que requiere una metodología adecuada para su estudio, a fin de extraer de ella la riqueza de sus contenidos, para que su exposición no pierda la calidad potable. A causa de la indisciplina en el estudio serio de estas obras maravillosas, no son pocos los que tuercen las expresiones de los videntes inspirados y los fuerzan para respaldar doctrinas deformes y vanas. Demasiada paja y poco trigo se vierte en los púlpitos y las cátedras, cuando no se explota ordenadamente las vetas de la mina profética.
Consideremos tres principios fundamentales para la interpretación de la profecía bíblica.
EL PRINCIPIO DE LA INTERPRETACIÓN HISTÓRICA DE LA PROFECÍA
Es principio hermenéutico que la profecía se interprete a la luz de la historia. El mensaje que sale de la boca del vidente en el nombre del Señor guarda relación con el contexto temporal, circunstancial y cultural de quien emite y quienes reciben la palabra inspira- da. El contenido de los pasajes debe estudiarse primeramente en concordancia con la situación que se vivía en el momento en que surge el oráculo.
Los elementos del contexto histórico que se emplean en el procedimiento hermenéutico de todos los pasajes bíblicos tienen especial preponderancia en el estudio de los oráculos proféticos. Autor, receptor, tiempo, lugar y ocasión son factores indispensables a considerar para la recta interpretación de las profecías. El conocimiento de la perspectiva del vidente que proclama la palabra sentará una excelente base
para la construcción de una estructura exegética bastante sólida. Saber lo que entendieron o pensaron los interventores originales al predicar o al escuchar el mensaje inspirado nos ubicará en vía segura hacia la extracción de los principios y las verdades eternas que se expusieron en determinadas circunstancias y con circunstantes específicos que le dieron forma y ropaje, sistema y retórica a la revelación.
EL PRINCIPIO DE LA INTERPRETACIÓN CRISTOLÓGICA DE LA PROFECÍA
De acuerdo con el tenor bíblico se dan bastantes profecías que trascienden a una aplicación meramente histórica para los tiempos del vidente y sus destinatarios. El Nuevo Testamento abunda en ci- tas que los hagiógrafos reconocieron e identifica- ron como acontecimientos, personas, acciones o expresiones que cumplieron una figura o expresión predictiva del Antiguo Testamento. Los más de los casos tienen referencia cristológica. Y también se dan oráculos que apuntan a eventos de la escatología del fin del mundo y el establecimiento definitivo del reino de Dios.
Con magistral pluma el príncipe de los apóstoles describe la operación del espíritu del Mesías en la inspiración, la iluminación y la revelación que dio precisión al mensaje de los profetas que anunciaron de antemano los sufrimientos del Salvador y las glorias que sucederían al padecimiento. Luego afirma Simón que los videntes veterotesta-mentarios tuvieron conciencia de que administraban contenidos supranaturales que los trascendían y cuya exposición más clara se reservaba para los tiempos futuros. Señala finalmente Pedro que después de la consumación de la obra del Señor Jesucristo, el Espíritu Santo ha sido enviado del cielo para levantar a los predicadores del evangelio que anuncian en esta generación los misterios ocultos a los antepasados. Esto, según Cefas, despierta el anhelo y el interés aun de los mismísimos ángeles. 1 Pedro 1:10-12.
El texto petrino hace notar el tesón de los profetas y no sólo el factor inspiración. Se esforzaron por comprender el mensaje que transmitían. Se apunta el dato de que inquirieron y diligentemente indaga- ron sobre el asunto de la redención que anunciaron. Se dice también que escudriñaron en el afán de saber sobre la persona y el tiempo que indicaba el Espíritu del Mesías que operaba en ellos. Hasta más no poder se consagraron a la investigación, la oración y el estudio de los factores de la salvación que predijeron. Y al final se dieron cuenta por revelación que no les tocaba, no les correspondía, no era para su momento, ni quedaría en sus dominios lo que estaba reservado para los proclamadores del evangelio de la gracia de Dios en Cristo.
También el apóstol amado confirma el principio del cristocentrismo en la interpretación profética. Ante un ángel majestuoso que inspira reverencia, otorga una revelación al anciano y le ordena escribir el mensaje del cielo para los santos, Juan se sien- te impulsado a postrarse y adorar. Entonces el poderoso ser le prohíbe tal acción y se presenta como consiervo del anciano y de los hermanos fieles. Le manda rendir adoración exclusiva a Dios y remarca el testimonio de Jesús como el espíritu de la profecía. Apocalipsis 19:9, 10.
EL PRINCIPIO DE LA INTERPRETACIÓN NEUMATOLÓGICA DE LA PROFECÍA
Opera el Espíritu Santo en la generación, la inspiración, la revelación, la videncia y la expresión de la profecía. También ilumina el entendimiento humano para que los maestros capten la verdad divina y la puedan comunicar para ilustración del pueblo. Los hagiógrafos, santos hombres de Dios, fueron instrumentos del Espíritu para que bajara el mensaje del cielo a la tierra. 2 Pedro 1:21.
Es la dirección del Espíritu lo que garantiza la absoluta calidad de la revelación inspirada. Es la obra divina lo que convierte a la Sagrada Escritura en la palabra profética más segura. Podemos tener confianza en la luz que nos brindan los contenidos de la Biblia para dirigirnos por ella en los tiempos y circunstancias oscuras. 2 Pedro 1:19.
Honra bastante el autor de la epístola a los Hebreos al Espíritu Santo en sus aportaciones exegéticas y sus apuntes teológicos. Una y otra vez este hagiógrafo atribuye a la inspiración de la Tercera Persona de la divinidad la revelación y la iluminación de las verdades del evangelio de Jesucristo. Hebreos 3:7; 9:8; 10:15.
Llenaba la conciencia de los apóstoles la verdad de que los predicadores del evangelio ejercían su labor de proclamación por el Espíritu Santo. 1 Pedro 1:12. Es decir, la operación del Consolador divino hace que el mensaje evangelístico proyecte los contenidos de la revelación inspirada con el factor plus de la iluminación en este tiempo. Es el bendito Espíritu el Señor de la profecía.
CONCLUSIÓN
La literatura bíblica es un manantial abundante de poder, fuerza y vitalidad. En los pasajes proféticos de la Escritura se encuentran verdades fundamentales y palabras saturadas de aliento para los lectores. Los profetas son personas que se conectaron con el Espíritu divino, y vieron lo invisible, percibieron más allá del universo material; por eso se les llamaba videntes. A ellos vino la palabra del Señor, y cargaron con la responsabilidad de proclamarla con fidelidad y precisión. Muchos fueron inspirados a consignar por escrito sus proclamas, y nos brindaron documentos trascendentes que han enriquecido al pueblo de Dios por milenios.
Estudiemos con reverencia, seriedad, a los profetas que nos legaron la riqueza de sus revelaciones. Hagamos del estudio de esta literatura sagrada una disciplina productiva. Brindemos al pueblo de Dios el aliento, la esperanza y el poder que brota de los mensajes de estos santos hombres que hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.
Analicemos la profecía a la luz de la historia. Interpretemos la profecía a la luz de la cristología. Interpretemos la profecía a la luz de la sabiduría que otorga el Espíritu Santo.