La Biblia contiene muchas historias que Dios reveló a través de los escritores que inspiró. Extraordinariamente, retratan a Dios como trascendente (o elevado y exaltado), así como inmanente (0 cercano a nosotros). Como resultado, Dios revela la verdad y la realidad que solo Él puede entender completamente, y nos explica lo que necesitamos saber, a la vez que permanece algo de misterio.
Sin embargo, las Escrituras también contienen historias en las que Dios revela al ser humano su
gran plan y propósito para toda la humanidad. De esta manera, Él cierra la brecha que existe entre
nosotros y Él mismo. Él se inclina a nuestro nivel y usa los sucesos y objetos de la historia y la cultura para que podamos entender su mensaje.
Él es verdaderamente un Dios que se revela a sí mismo. Él quiere una relación que se caracterice por la fe, la confianza y la obediencia. Para lograr ese objetivo, Él nos revela su voluntad y propósito para el mundo y para nosotros, como solo Él puede hacerlo.
PROMESAS DE DIOS : DADA Y CONFIRMADA
La historia de la fe de Abram cuando fue llamado a dejar su hogar y seguir la dirección de Dios sin conocer su destino, a menudo nos hace examinar nuestra propia fe y preguntamos si estamos dispuestos a seguir a Dios como lo hizo Abram.
Los acontecimientos de Génesis 15 son familiares para la mayoría de los cristianos. En el capítulo 12, Abram fue llamado a salir de Ur de los caldeos (el área que hoy es el norte de Irak). El llamado de Dios vino con una orden de abandonar su hogar y convertirse en peregrino rumbo a una tierra prometida (12:1-3). La obediencia traería bendiciones a Abram y sus descendientes.
Una hambruna llevó a Abram a buscar supervivencia en Egipto. Sin embargo, por temor a la reacción de Faraón, hizo pasar a su esposa, Sarai, como su hermana. Si bien el engaño resultó en un trato favorable para Abram, trajo el castigo de las plagas de Dios a Faraón, y la verdad se supo. Faraón reprendió a Abram y le ordenó irse.
La historia luego continuó con Abram entrando en la Tierra. Prosperó tanto que fue necesaria la división de la tierra y la separación de su sobrino Lot. Lamentablemente, los reyes rivales del territorio hicieron guerra, y Lot fue capturado.
Cuando Abram se enteró de esto, lanzó un audaz ataque y rescató a su parentela. Resultó victorioso contra las fuerzas aliadas de cuatro reyes, y logró que sus familiares regresaran a sus hogares.
Algún tiempo después de derrotar a los cuatro reyes (15: 1), Dios habló a Abram, quien aparentemente estaba sumido en dudas y confusión sobre su futuro. Se encontraba rodeado de reyes paganos hostiles. Además, a pesar de la promesa de Dios de hacer de él una gran nación (véase 12:2), Abram no tenía hijos ni heredero biológico. Pero Dios habló a Abram en visión, y le dio un mensaje de seguridad en lo que conocemos como el «Pacto Abrahámico». Abram tendría un heredero de sus entrañas.
Dios luego tranquilizó a Abram respecto a Su promesa del pacto con una especie de lección objetiva. Lo llevó fuera de su tienda, lo hizo contemplar el cielo nocturno. Los descendientes de Abram serían innumerables como las estrellas en lo alto. ¡Las palabras de 15:6 en ese momento y en ese contexto son increíbles! Abram «creyó a Jehová» y Dios contó ese sentido compromiso de fe «como justicia». Sin embargo, la debilidad de Abram nuevamente surgió en la forma de otra
pregunta acerca de cómo el Señor iba a cumplir su promesa de darle la tierra que le había prometido (vv. 7-11).
Lo que sigue a esa pregunta podría explicarse mejor examinando el antiguo ritual de ratificación de tratados en tiempos bíblicos. Este ritual de caminar entre los pedazos de animales sacrificados era una práctica conocida en el mundo antiguo. Se sacrificaban animales selectos, eran partidos por la
mitad, y los cadáveres eran puestos en dos filas paralelas. Normalmente, quienes hacían el pacto se paseaban por entre los sacrificios.
La descripción de Abram ahuyentando las aves de rapiña nos ayuda a imaginar mejor la escena. Esta acción simbólica de caminar entre los cadáveres marcaba una promesa de todos los participantes de mantener el pacto. Como veremos, sin embargo, en esta escena Dios
cambió el ritual de manera significativa.
LA GARANTIA DEL PACTO DE DIOS
Observamos que mientras esperaba, Abram tuvo que ahuyentar a las aves de rapiña que venían sobre los animales muertos y disecados: una becerra, una cabra, un carnero, una tórtola y un palomino, cada uno de los cuales sería un animal de sacrificio. Luego cayó la noche y ocurrió algo extraño y notable. Abram se durmió profundamente y lo envolvió una densa oscuridad. En los versículos 13-16, Dios repitió su promesa de pacto en relación con la tierra, así como las profecías de que sus descendientes serían extranjeros y esclavos durante 400 años en una tierra extraña No obstante, el Señor los sacaría con abundantes posesiones, tal vez una sorprendente promesa dadas las circunstancias.
Entonces sucedió algo realmente asombroso: una antorcha encendida y un humo humeando aparecieron y pasaron por entre los animales sacrificados (v. 17). Tales imágenes evocan la presencia y la aparición de Dios en el Monte Sinaí (véase Éxodo 19: 18; 2¢1: 17). Fue Dios quien ratificó el pacto que estaba haciendo con Abram. Él moraría en medio de su pueblo, los protegería del mal y proveería para ellos.
LA OBEDIENCIA INICIAL DE MOISES
Moisés fue un líder muy respetado del pueblo de Dios, pero este pasaje revela su renuencia a obedecer a Dios y las excusas que dio. Quizá fue por temor al fracaso o miedo de perder su propia vida. Después de todo, Dios le estaba pidiendo que comunicara un duro mensaje al poderoso Faraón y que cumpliera la difícil tarea de sacar a los israelitas de la esclavitud. (Use el siguiente texto para profundizar los puntos que quiere destacar.)
El pasaje ante nosotros, Éxodo 11:19-26, es intrigante porque revela una condición humana muy común aun entre los siervos más veles de Dios: la ansiedad y el temor al fracaso. Dios iba a liberar a su pueblo de la esclavitud egipcia, y Moisés fue su elección para comunicar un mensaje a Faraón (véase 5:1, «Deja ir a mi pueblo»).
Además, Dios tenía un grave mensaje para Israel. Había visto su adicción, su clamor de angustia y su terrible maltrato lo habían conmovido, y estaba a punto de liberarlos de la esclavitud (3:13-17). Pero la inseguridad de Moisés lo indujo a responder con una serie de tres excusas (véase 3:11-15, ¿1:l).
Dios respondió a las dos primeras con palabras de consuelo y una promesa de intervención. Luego, en 4:1, Moisés presentó su última excusa: «He aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi VOZ». Dios respondió de una manera aun más reconfortante describiéndole (y mostrándole) múltiples señales sobrenaturales que realizaría ante el pueblo para que creyeran que el Señor Dios de Abram, Issac y Jacob había hablado a Moisés y les enviaba este mensaje (4:2-9).
Pero el reticente profeta no había terminado con las excusas y le dijo a Dios que no tenía habilidad para hablar correctamente («tardo en el habla y torpe de lengua», v. 10). Si bien algunos han sugerido que Moisés tenía un impedimento del habla, las Escrituras en otros lugares parecen indicar lo contrario (véase Hechos 7:22). Más bien, Moisés expresar duda sobre el dominio de las lenguas egipcia y hebrea, que necesitaría para cumplir esta difícil tarea. Egipto era especialmente
conocido por dar gran importancia a la elocuencia, y las palabras podían ser difíciles en una situación tan estresante. Y así, nuevamente, era un asunto de inseguridad personal de Moisés. Sin embargo, aun después de que Dios le aseguró a Moisés que el creador de su lengua le daría las palabras, éste le pidió a Dios que en enviara a otra persona (11=:13), y Dios permitió que el hermano de Moisés, Aarón, fuera un portavoz (<1:1¿1-16). De esta manera, Moisés salió de Madián, a donde había huido después de matar a un egipcio (véase Éxodo 1-3), y regresó a Egipto.
Luego, Dios hizo algo que podría parecer extraño, pero fue importante para ayudar a Moisés a superar su temor natural de presentarse ante el poderoso gobernante de Egipto con una solicitud intransigente (y enfrentar el juicio de Faraón): ¡Moisés debía anunciar a Faraón la muerte de su hijo primogénito (¿1:23)!
Qué valentía necesitaría para hacer tal declaración a un gobernante poderoso que podía ordenar la muerte de Moisés. Sin embargo, Moisés obedeció y se preparó para ir ante el Faraón, es lo que aprendemos a medida que se desarrolla la historia. Hay una falta de continuidad entre los versículos 23 y 24, y el lector queda excluido de lo que sucede después. Da manera abrupta e inesperada, nos enteramos de que Dios se encontró con Moisés cuando iba en camino y trató de matarlo. No se dan detalles. Solo podemos referimos a los versículos 25-26 para una vislumbre de lo que posiblemente sucedió.
INTERVENCION DE SEFORA
Diga: La Biblia no siempre nos revela todos los detalles sobre una situación dada. Tal es el caso en este pasaje. Moisés se dirigía a Egipto, y Dios estaba a punto de matarlo. A medida que avanza el pasaje, podemos deducir que lo estaba castigando por no seguir completamente los requisitos del pacto Abrahámico de circuncidar a su hijo. (Use el siguiente texto para profundizar los puntos que quiere destacar.)
Si bien no conocemos los detalles de Éxodo 4:24, sabemos que la esposa de Moisés, Séfora, repentinamente entra en la escena con un cuchillo de sex y circuncidó a su hijo. Luego, disgustada, arrojó el prepucio a los pies de Moisés, llamándolo «un esposo de sangre» (v. 25). La única explicación que ofrece el texto es esta: «Y ella dijo: esposo de sangre, a causa de la circuncisión» (v. 26). La circuncisión era la señal del pacto abrahámico. (Véase Génesis 17.) Parece razonable deducir que Moisés había postergado o resistido la circuncisión de su hijo, orden que Dios había dado para todos los hijos de Israel. Si Dios estaba a punto de redimir a Israel de la esclavitud egipcia y convertirlos en una nación en la tierra que les había prometido, el profeta líder debía establecer la norma de obediencia.
A pesar de su vacilación y sus dudas, Moisés ha obedecido fielmente los mandatos de Dios. De repente, Moisés enfrenta la muerte a manos de Dios, una realidad que rápidamente percibió su esposa Séfora. Esta historia es impactante, porque revela que la disciplina de Dios a sus líderes elegidos puede ser severa. Sin embargo, también puede ser consolador ver la lucha de un hombre que conocemos hasta el día presente por su fidelidad y confianza en Dios.
DIOS DE SEGURIDAD
Moisés tuvo una relación tan cercana con Dios que Él le hablaba cara a cara. En este punto, Dios estaba cansado de la obstinada desobediencia de su pueblo. Estaba listo para dejarlos proceder por su cuenta, sabiendo que fracasarían. Moisés reconoció su necesidad de Dios, e intercedió por
el pueblo. (Use el siguiente texto para profundizar los puntos que quiere destacar.)
Éxodo 33 nos presenta un rompecabezas teológico. Lo que Dios dijo a Moisés indicaba que la rebelión prolongada y obstinada de Israel había afectado su paciencia. Iban a entrar en la tierra prometida, pero sin Él (v. 3). Dios explicó que, si Él fuera con ellos, seguramente significaría su juicio y destrucción. Les ordenó que se quitaran sus atavíos festivos como un acto de humildad, y ellos obedecieron (vv. 5,6).Moisés todavía actuaba como intermediario para el pueblo, pero solo a él y a Josué se les permitía el acceso al tabernáculo de reunión que ahora se encontraba fuera del campamento. Allí, Dios le hablaba a Moisés «cara a cara, como habla cualquiera a su compañero» (v. ll). La gente observaba y adoraba cuando la columna de nube descendía hasta la puerta del tabernáculo, y Dios y su profeta hablaban (véase v. 10).
Lo que se registra después es otro rompecabezas teológico. Moisés intercedió en favor de Israel, y Dios cambió de opinión. Moisés le recordó a Dios que era Su presencia lo que marcaba a Israel como su pueblo y nación. Apeló a Dios basándose en Su favor declarado: «Yo te he conocido por tu nombre, y has hallado también gracia en mis ojos» (v. 12). Y Dios respondió: «También haré esto que has dicho, por cuanto has hallado gracia en mis ojos, y te he conocido por tu nombre»(v. 17).¿Realmente Dios no acompañaría a su pueblo a la tierra? ¿Estaba probando a Moisés para ver dónde estaba su corazón? Moisés pareció emitir una súplica ferviente, declarando que no se irían a menos que Dios se fuera con ellos (v. 15).Implícito en el siguiente versículo está el argumento de Moisés de que el buen nombre de Dios ante «todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra» estaba en juego (v. 16). Entonces Dios accedió ir con el pueblo a la tierra.
DIOS SE REVELA
Diga: Aunque Moisés hablaba frecuentemente con Dios y recibía palabra de Él, todavía quería ver la gloria de Dios. Nosotros también podemos buscarlo en oración para que se nos revele.
En el versículo 18 obtenemos información sobre el corazón del profeta. Note la oración de Moisés: «Te ruego que me muestres tu gloria». Esto revela que, a pesar de su acceso privilegiado a la comunicación con Dios, Moisés anhelaba una mayor intimidad y comunión. Sí, a menudo había visto y se había sentado en la presencia del Señor cuando la columna de nube descendía al tabernáculo. No obstante, Moisés quería más. Y por segunda vez en este pasaje, Dios respondió al anhelo del profeta.
Sin embargo, Dios explicó que lo que Moisés deseaba era imposible, ya que nadie puede ver el rostro de Dios y vivir (v 20). Jesús eonñrmó esto en el evangelio de Juan: «A Dios nadie le vio jamás» (Juan l:18). Pero, podríamos preguntarnos, «¿qué de todas las teofanías (apariciones visibles de Dios) en el Antiguo Testamento? ¿Qué de Moisés y la zarza ardiente (Éxodo 3), los ancianos de Israel en el Monte Sinaí (Éxodo 19) y Gedeón y el ángel del Señor (Jueces 6)?›› Tenga en cuenta, sin embargo, que en ninguna de estas ocasiones los seres humanos vieron el rostro de la gloria revelada de Dios, y esto es lo que Moisés quería ver. Sin embargo, Dios complació a Moisés al permitirle una revelación de Sí mismo sin precedentes. Moisés fue colocado en «una hendidura de la peña» y protegido por la mano de Dios cuando pasó Su gloria cerca de él.
Después, Dios quitó su mano, y permitió que Moisés viera sus «espaldas››, O quizá el resplandor de su gloria (w. 21-23). No obstante, el rostro mismo de Dios no lo vio Moisés ni lo ha visto ningún otro mortal.
Cuando la dirección de Dios nos parece ilógica y difícil, podemos confiar que El caminará con nosotros y nos cuidará. El anhela una relación íntima con nosotros, conforme vivimos en obediencia a El.