La lógica y el discipulado a veces parecen estar en oposición. Es lo aparente al dar una primera lectura a las porciones de hoy. ¿Cómo pueden la pobreza, el duelo y la persecución llevar a la bendición? Nuestra cultura diría que tal noción no tiene lógica. Un problema similar se presentó en los tiempos del Nuevo Testamento. Jesús desafió el pensamiento convencional. Por eso tuvo tanto conflicto con los líderes religiosos de su tiempo. Abogó por un estilo de vida diferente de las normas que ellos enseñaban.
Convertirse en discípulo de Cristo exige una entrega completa de nosotros mismos y un compro miso. A veces imaginamos el plan de Dios para nuestra vida como singular y rígido—un llamado a pastorear una iglesia o servir en un ministerio. Jesús nos ayuda a ver que el plan de Dios satura toda nuestra vida, toca todo lo que decimos o hacemos. La vida de un discípulo es transformadora. Si vivimos como Jesús enseñó tendremos un impacto positivo en nuestra cultura, aunque otros digan que vivimos «al revés».