MATEO 2:11; 4:10; 14:22-33; JUAN 4:20-24; HEBREOS 1:6; APOCALIPSIS 5:8-14
VERDAD CENTRAL
En la vida y la enseñanza de nuestro Señor Jesucristo encontramos dos principios sobre la adoración: Él es digno de recibirla y es el mejor modelo para practicarla.
I- JESUS RECIBIÓ ADORACIÓN
Abundan los pasajes que indican el carácter adorable de nuestro Salvador. Ricos y pobres, hombres y mujeres, judíos y gentiles le rindieron honores que corresponden a la divinidad.
- Los magos del oriente acudieron a Jerusalén, al palacio real, para consultar sobre el lugar del nacimiento del Rey de los judíos (Mateo 2:1, 2).
- Herodes y el pueblo se turbaron porque no tenían idea de lo que referían los sabios (Mateo 2:3).
- Se hizo una convocatoria a los expertos en la ley y la religión hebreas para preguntarles dónde había de nacer el Cristo, pero ninguno dio información precisa. Sabían que Belén de Judea estaba señalada en la profecía, pero ignoraban que ya se había cumplido la Palabra (Mateo 2:4-6).
La expresión de los magos gentiles contenía mayor certeza que la de los eruditos hebreos. Ellos vieron la estrella magnífica en el cielo, desde el lugar en que observaban los astros. Se dieron cuenta que era superior a cuanto habían registrado sus investigaciones, y dedujeron que debía pertenecer a la de un gobernante superior a todos. Hurgaron entre sus documentos y descubrieron que se esperaba el nacimiento del rey de los judíos, cuya gloria sería incomparable. De inmediato relacionaron los acontecimientos y no dudaron en acudir a rendirle pleitesía al soberano que había nacido.
Tres notas importantes describen la convicción de los magos que los motivó al peregrinaje para encontrar a Jesús:
- a) Sabían que el rey de los judíos ya había nacido.
- b) Fueron guiados por la refulgente estrella desde el oriente hasta Israel.
- c) Venían a adorar al Señor.
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Cuando entraron en la casa y vieron al niño con su madre de inmediato le rindieron los honores y le presentaron las ofrendas que habían traído. Tres son las acciones del culto que los sabios del oriente mostraron ante el Señor: Se postraron ante Jesús, lo adoraron y le presentaron ofrendas.
Se trataba de encumbrados sabios, astrólogos, consejeros, amantes del conocimiento que reconocieron antes que nadie en Jesús la identidad y la dignidad del Rey de los judíos. Ellos fueron dominados por la convicción de que el que había nacido era digno de que abandonaran sus quehaceres y sus dominios para acudir a ofrecer honor absoluto al niño de la estrella cuyo resplandor superaba a todos los astros del cielo.
Así debemos adorar y honrar el nombre de nuestro amado Salvador. Debemos reconocerlo como Rey de reyes y Señor de señores, digno de absoluta gloria y todo el honor. Él merece que separemos momentos diarios para rendirle alabanza, que nos apartemos de nuestros quehaceres y consagremos tiempos para postrarnos ante su presencia, exaltarlo y traer nuestras ofrendas y diezmos como demostración de que nuestro ser le pertenece.
Otros pasajes confirman que el Señor recibió adoración de los hombres ya en la etapa de su ministerio. Revisemos algunos ejemplos:
- En el relato sobre la tempestad en el mar, cuando los discípulos sufrieron el azote del viento y de las olas, vieron a Jesús andando sobre el mar, y Pedro también caminó. Cuando los dos subieron a la barca se calmó la tormenta. Se dice que los apóstoles lo adoraron y lo reconocieron como hijo de Dios (Mateo 14:22-33).
- En el pasaje de la resurrección aparece Jesús a las mujeres que acudieron al sepulcro para ungir su cadáver. Después de la revelación de los ángeles ellas iban a dar las buenas nuevas a los apóstoles, pero el Señor les salió al encuentro y las discípulas se abrazaron a sus pies y lo adoraron (Mateo 2821-9).
- Luego Jesús envió un mensaje a los apóstoles por medio de las mujeres: la orden era que fueran a Galilea y allí él los esperaría. Mateo afirma que cuando ellos lo vieron lo adoraron (Mateo 28:16, 17).
Pregunta (le reflexión o aplicación: ¿De qué manera adoramos a Cristo, además de hacerlo con nuestro canto?
II – EL PADRE ORDENA Y APRUEBA LA ADORACIÓN DE JESUS
De la misma boca del Padre sale la orden de adorar al Hijo. A los ángeles se les manda que le rindan culto al Señor (Hebreos 1:6). Esta verdad es confirmada en el Apocalipsis, en el cual el apóstol Juan, bajo la inspiración del Espíritu Santo habla de la corte celestial. en la cual nadie tiene problema para identificar al que está sentado en el trono, ni al Cordero inmolado. Describe el apóstol una serie de escenas en las cuales los seres celestiales rinden adoración al que está en el trono y al Cordero:
- Los cuatro seres vivientes que en el capítulo 4 proclaman la santidad del Señor, ahora se postran ante el Cordero (5:8). 2. Los veinticuatro ancianos que en el capítulo 4 adoran al Todopoderoso, ahora se postran ante el Cordero (5:8).
- Los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos juntos entonan un cántico que proclama la dignidad del Cordero por su sacrificio con el cual logró la redención (5:8, 9).
- Millones de millones de ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos proclaman a gran voz la dignidad del Cordero de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza (5:11, 12).
- La creación entera, en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, aparecen declarando su reconocimiento al que está sentado en el trono junto con el Cordero en los términos siguientes: alabanza, honra, gloria y poder, por los siglos de los siglos. Esta adoración es aprobada por el amén del sinodal de los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos (5:13, 14).
Pregunta de reflexión o aplicación: ¿Su adoración a Cristo incluye la gratitud por su obra redentora?
III. JESÚS ENSEÑÓ PRINCIPIOS FUNDAMENTALES SOBRE LA ADORACIÓN (JUAN 4:21-24)
El texto contiene el relato de la plática que sostuvo el Señor con la samaritana, que acudió al pozo de Jacob en busca de agua. Envió el Maestro a sus discípulos al pueblo a comprar comida, mientras él se quedó en el lugar donde se encontraría con la mujer (Juan 4:4—6, 8). Necesitaba estar a solas con ella, para evitar que cualquier prejuicio impidiera la expresión doctrinal salvadora.
Al mediodía, llegó la mujer al pozo y el Señor le pidió agua. Ella se sorprendió por el hecho de que un judío se le acercara para solicitarle un favor. Entre hebreos y samaritanos no se llevaban (juan 4:7, 9). Entonces se desató una conversación en la que paulatinamente Jesús fue manifestando su identidad; primero lo vio la mujer como un hebreo (V. 9), luego resultó profeta (V. 19), y al final se reveló como el Mesías esperado (vv. 25, 26).
La mujer pone una y otra vez trabas a la doctrina del Maestro. Se escabulle con astucia y evade los temas críticos que la ponen en desventaja (W. 16—19). Introduce de pronto el tema del culto, saca a relucir la controversia entre las razas. Las tradiciones se contraponían y los lugares sagrados eran causa de pugna. Los samaritanos fueron instruidos a adorar en el monte propio; los judíos referían a Jerusalén como centro exclusivo para la liturgia (v. 20). Es entonces que Cristo enseña el principio de la voluntad divina sobre adorar al Padre en espíritu y en verdad (vv. 21-24).
El énfasis del Señor en estos conceptos saca de dudas a la mujer, que entonces entiende que está ante el Cristo que enseña todas las cosas. Jesús deja de lado las formas, las tradiciones y los lugares sagrados para conducir a la samaritana al principio de la adoración sincera, desde el alma, el corazón y las entrañas, pero con el fundamento de la verdad revelada. Enseña el Maestro sobre el valor de la actitud y el apego en la verdad para que resulte genuina la adoración. Sus declaraciones enfatizan las características del culto que para Dios es auténtico.
En los versículos 20 al 24 aparece el concepto adorar 10 veces; 8 en forma verbal y dos en sustantivo. El énfasis es en la acción que se ejecuta cuando se rinde culto a Dios.
- La auténtica adoración se enfoca en el Padre y no en los lugares sagrados. Se exalta a Dios, no a los espacios de su manifestación (v. 21).
- La auténtica adoración la realizan aquellos que ofrecen culto al Padre en espíritu y en verdad. La actitud correcta y la sumisión a los principios divinos son esenciales para que la alabanza sea genuina (vv. 23, 24).
- La auténtica adoración es aprobada por el Padre, y resulta un deleite para Dios encontrarse con los que le rinden genuina gloria (v. 23)
La hora ha llegado para que nosotros también ofrezcamos a Dios una genuina adoración. Es tiempo de que le entreguemos alabanza y gloria en espíritu y en verdad. Seamos de los que exaltan al Señor con actitud noble y humilde, con apego a la revelación, y con disposición a ser confrontados por él sobre nuestros errores y pecados. Que el ser entero se rinda a Cristo.
Pregunta de reflexión o aplicación: ¿Tiene momentos de devoción personal aparte del tiempo dedicado en el templo?
CONCLUSIÓN
Honramos al Señor cuando le rendimos adoración y alabanza como nuestro Dios y Salvador. Pero también lo hacemos al seguir sus enseñanzas respecto al auténtico culto que agrada al Padre. Así que tenemos la responsabilidad de mantener la actitud correcta y el apego a la verdad divina en nuestra liturgia. Despojémonos de todo lo que nos estorba para consagrar la vida al Altísimo. Consideremos su Palabra y sus obras, y declaremos sin cesar que él es digno de recibir la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.
APRENDIMOS
- Revise Apocalipsis 5:8-14 y encuentre las expresiones hacia el Cordero que implican adoración.
- Mencione tres beneficios que usted ha recibido de Cristo que constituyan razones por las cuales Jesús es digno de ser adorado.
fuente: libro dominical sobre la teologia del culto – eccad – tema #10