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FIRMES EN LO QUE HEMOS CREÍDO Pbro. José M. Saucedo Valenciano

I ncurren algunos por el lucro en el error de Balaam. Se les llega al precio porque su ambición supera su convicción (Judas 11). Otros en su hambre de poder son atraídos por la doctrina de los nicolaítas. Anhelan una posición de privilegio y si se les abre una puerta, entran por ella aunque tengan que sacrificar los principios bíblicos que aprendieron (Apocalipsis 2:15). Hay quienes sienten la necesidad de mayores conocimientos y experiencias sobre Dios, pero no quieren límites ni cauces hermenéuticos. Exponen su oído y su mente a todo tipo de teología y a cualquier clase de enseñanza, sin importar su procedencia. Andan de acá para allá, de una iglesia a otra; igual mantienen contacto con sus pastores y sus congregaciones, pero no hacen compromiso firme con nadie. Desean conservar la libertad de escoger a quién escuchar. En su concepción están más informados, tienen mayor amplitud de dominio de la fe; sin embargo, en la Escritura se les considera nubes errantes y árboles desarraigados (Judas 12). Definitivamente lo mejor es echar raíces en nuestra iglesia, someternos a una autoridad institucional, fundamentarnos en la sana enseñanza, a fin de que el Señor nos perfeccione, afirme, fortalezca y establezca, y así alcancemos la gloria eterna a la que fuimos llamados (1 Pedro 5:10).

De acuerdo a la tesis de la epístola a los Hebreos nadie está exento del peligro de caer si descuida la salvación tan grande que hemos recibido (2:1-4). Advierte el Espíritu Santo sobre el peligro de la apostasía que se manifestará en los postreros tiempos. Abundarán las teorías religiosas y espiritualistas que brotarán de las fuentes del averno y utilizarán espíritus engañadores para propagar sus doctrinas de demonios. Los instrumentos de estas herejías serán maestros del arte de mentir, cuyas conciencias se cauterizarán, sin que en su labor fraudulenta experimenten la más mínima sensación de remordimiento, pues habrán bloqueado su corazón y su mente a la influencia correctora del Espíritu de Dios (1 Timoteo 4:1, 2). Las doctrinas de demonios están a la orden del día y cada vez se diversifica su presentación. No pocos son los que caen en el lazo de los engañadores hábiles, que con pericia manejan las artimañas del error y cuyas estratagemas resultan efectivas cuando falta la solidez de la verdad en la grey (Efesios 4:14).

La venida del Señor será un tema crítico para los últimos tiempos. La fe en su retorno menguará, y la doctrina de Himeneo y Fileto cundirá, diciendo algunos que la parousia ya sucedió y la resurrección ya se efectuó (2 Timoteo 2:17, 18). Unos más negarán la veracidad de esta promesa, argumentando que han pasado milenios y que no se ve para cuándo pueda acontecer (2 Pedro 3:3, 4).

También se nos alerta sobre el peligro de la comezón de oír que prevalecerá en las personas de los postreros días. La gente valorará cada vez más las predicaciones y enseñanzas que les deleiten el ego. No importa si lo que reciben es doctrina pura o no, incluso las fábulas preferirán mientras su contenido sea el que desea su corazón, porque se volverán egocéntricos y vanos, de modo que procurarán montones de maestros con labios aduladores, que les brinden ideas y expresiones que los hagan sentir grandes e importantes (2 Timoteo 4:3, 4).

Un peligro fuerte es el de los falsos cristos y profetas que aparecerán en el mundo. El Señor afirmó que tendrán capacidad de atraer multitudes y de hacer caer en su engaño aun a los escogidos (Mateo 24:4, 5, 11, 23, 24). Saulo augura que incluso habrá quien desplegará poderes milagrosos de tal modo que ejercerá gran atracción e influencia sobre la humanidad (2 Tesalonicenses 2:8-10).

No debemos tomar a la ligera las advertencias de la Palabra del Señor. Más bien tenemos que recibirlas con temor y temblor, y procurar la fuerza y la solidez de nuestra fe de modo que seamos inamovibles hasta el día de Jesucristo. Tres son los peligros que amenazan con dañar nuestra fe:

1. El peligro de la apostasía

Tiene que ver con el rechazo y la negación de la verdad recibida y experimentada. La persona se torna enemigo de la iglesia y se levanta contra la doctrina sin freno en expresiones de blasfemia contra el Señor y contra el Espíritu Santo (Hebreos 10:26-29). Se cauteriza la conciencia y se endurece el corazón de modo que se lanza en un camino sin retorno hacia la perdición (Hebreos 6:4-6). Muchos de los que incurren en este pecado y caen en esta condenación comenzaron con la comezón de su oído por profanas pláticas sobre cosas vanas, no tuvieron el cuidado de consolidarse en la buena fe y procuraron saltar hacia un conocimiento superior al que se les brindaba en la iglesia. Por la falta de solidez teológica y madurez espiritual, se dejaron convencer por los argumentos de la falsamente llamada ciencia, y terminaron en una senda que los desvió de la fe (1 Timoteo 6:20).

En el campo de la teología y la ética, por revelación clara del Espíritu, el apóstol de los gentiles augura que los postreros días se caracterizarán por la peligrosidad (1 Timoteo 4:1). La descripción que hace de los hombres de estos tiempos es alarmante: …amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita (2 Timoteo 3:1-5). Se refiere a predicadores que llevan consejo de la palabra, pero proyectan maldición porque persiguen fines de lucro personal y no edificación de la iglesia. Mantienen una máscara de espiritualidad, pero aprovechan cualquier oportunidad para dar rienda suelta a sus pasiones. Por eso dice que se meten en las casas y llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecados, arrastradas por diversas concupiscencias (2 Timoteo 3:6). Pablo los equipara a los rebeldes Janes y Jambres, que resistieron a Moisés. Representan una causa contra la verdad de Dios; menosprecian la autoridad, pues son individuos que piensan tener madurez y conocimiento superior, pero cuyo entendimiento está cerrado y corrompido. Su laxitud ética es resultado de su doctrina réproba (2 Timoteo 2:8).

2. El peligro de la reincidencia

Significa que la persona se aparta de la comunión de la iglesia, deja de alimentarse doctrinal y espiritualmente, de modo que la debilidad se manifiesta en el retorno a la práctica de los pecados pasados. Las pasiones retoman el dominio sobre el individuo y lo conducen a la vida desordenada. Demas es un ejemplo de quien abandona la fe para volverse al mundo (2 Timoteo 4:10).

  1. El peligro del sincretismo

Se manifiesta cuando los creyentes permanecen en la comunión de la iglesia, pero coquetean con movimientos religiosos heterodoxos y asimilan doctrinas novedosas o de otros cultos, de modo que hacen una mixtura entre la fe bíblica y la extrabíblica. Se da mucho esto en los creyentes que frecuentan otras congregaciones o beben de la fuente de los teleevangelistas. Llega el momento en que pierden la capacidad de distinguir entre la sana doctrina, producto de una hermenéutica bien aplicada, y la eiségesis alegorista, en que el predicador toma el texto como base para apoyar sus propias ideas, sin un análisis serio de la Escritura. Entonces se tornan fáciles de engañar y corren el peligro de apartarse tras la vanidad. Pablo señala que algunos se desviaron del amor nacido del corazón limpio, la buena conciencia y la fe no fingida y terminaron sin consistencia doctrinal, apartados a vana palabrería (1 Timoteo 1:5, 6).

<-336" title="13620300 1031127503623549 7769090603410309195 N" /13620300_1031127503623549_7769090603410309195_n.jpg" alt="13620300 1031127503623549 7769090603410309195 N" width="960" height="539" />Para combatir el error y evitar la caída en cualquiera de las trampas anteriores, tenemos que reforzar la enseñanza de la doctrina en la iglesia. Es nuestro deber instruir a los creyentes en cuanto a la importancia de la lectura y meditación diaria de las Escrituras a fin de que abreven directamente de la fuente de la revelación de Dios, de tal modo que puedan aprender las verdades divinas del evangelio, así como confirmar la veracidad de lo que se predica y se enseña en la iglesia. El discernimiento de los que estudian la Biblia se aguza y perfecciona con mayor facilidad. La eficacia de nuestro ministerio no sólo se mide por el crecimiento numérico de la iglesia, o la gracia que Dios nos da ante la grey, sino por la enseñanza y la predicación nutritivas que tomamos e impartimos, saturadas de la fe y de la buena doctrina que hemos seguido (1 Timoteo 4:6). Somos vigilantes con solemne responsabilidad ante Dios y Jesucristo de conservar el mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo (1 Timoteo 6:13, 14).

Tenemos que enfatizar los rudimentos de la fe, hasta asegurarnos que cada creyente de nuestra congregación, desde los pequeños hasta los ancianos, pueda memorizar términos y frases claves de nuestra expresión doctrinal. La inspiración e inerrancia de las Escrituras, la salvación por gracia, el arrepentimiento y la conversión como indispensables en el fruto de la regeneración; la revelación del único Dios en tres personas, la divinidad de Jesucristo y la personalidad del Espíritu Santo; la muerte vicaria de Cristo y su resurrección, su ascenso al cielo y su futuro retorno para reunirse con los suyos y luego para establecer su reino en la tierra; así como la esperanza de eternidad en los cielos, son elementos que no debemos sacrificar en la enseñanza a los fieles. La palabra cristocéntrica fiel es digna de ser recibida por todos (1Timoteo 1:15).

El ideal paulino es un ministerio y una iglesia que no se deja conturbar de ningún modo, ni por espíritu ni por palabra. Así venga alguien con expresión profética o presumiendo revelación divina, la grey tiene que aprender a permanecer en la doctrina apostólica (2 Tesalonicenses 2:1, 2). A tal grado debe mantenerse la postura que aunque un ente celestial se presentara con diferente doctrina tenemos que mostrar rechazo absoluto. …si aun nosotros…, se incluye Pablo, para manifestar lo radical que es el compromiso con la fe (Gálatas 1:8, 9). Porque de pronto puede ser que quienes nos anunciaron la verdad y nos instruyeron en ella se vean convencidos o atraídos por evangelios distintos y apostaten, y nos quieran convencer de irnos con ellos a la religión que recién adoptaron. No debe ganarnos el sentimiento ante tal invitación. No es correcto que tengamos mayor compromiso con los hombres que con el Espíritu Santo que inspiró la Escritura.

Si nos aferramos a la forma de las sanas palabras permaneceremos sin fluctuar en la fe y el amor que es en Cristo Jesús (2 Timoteo 1:13). El Espíritu Santo, que habita dentro de nosotros, será fiel y poderoso para ayudarnos con discernimiento y carácter para cumplir la encomienda de guardar el buen depósito de la fe que nos fue otorgada (2 Timoteo 1:14).

Juan nos exhorta a probar los espíritus para saber si son de Dios o no. El apego o desapego a la verdad revelada en la Biblia determinará su procedencia. Si sus declaraciones contienen principios bíblicos, cristocéntricos y apostólicos, la tomaremos y adoptaremos. Si las expresiones se apartan de los fundamentos escriturísticos, las rechazaremos rotundamente (1 Juan 4:1-3).

Tenemos que afirmarnos en la solidez de la Palabra de Dios. El método de interpretación histórico-gramatical en el estudio bíblico pondrá cimiento firme a nuestra teología. El fundamento del cristocentrismo será nuestra mejor salvaguarda. Repasemos la doctrina continuamente. Trabajemos en la consolidación de los conversos. Elaboremos un programa de enseñanza en el que se lleve gradualmente a las personas desde los rudimentos de la fe en un avance que persiga el ideal del varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Hebreos 6:1-3; Efesios 4:13). Para cumplir con el propósito divino y obtener aprobación del Señor tenemos que ser irreprensibles en la ministración de la doctrina. Elaboremos planes para la predicación y la enseñanza considerando la dirección del Espíritu Santo en oración, así como detectando las necesidades y los vacíos que tiene la congregación. Preparemos un esquema de mensajes que fortalezcan la fe, alienten la esperanza, orienten la ética y motiven a la práctica de acuerdo al correcto trazo de la palabra de verdad (2 Timoteo 2:15).

Una de las funciones primordiales de los líderes y maestros de la iglesia local es la de velar por que se imparta a los fieles la sana doctrina e impedir que la corrupción teológica penetre en nuestra grey. Como te rogué que te quedases en Éfeso… para que mandases a algunos que no enseñen diferente doctrina, ni presten atención a fábulas y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien que edificación de Dios que es por fe. Así te encargo ahora (1 Timoteo 1:3, 4). Como pastores, ocupémonos de la lectura, la exhortación y la enseñanza (1 Timoteo 4:13). Fundamentemos toda prédica, conferencia y exposición en una base bíblica, hermenéuticamente bien comprendida. No llevemos sermones elaborados en microondas. Estudiemos el texto sagrado con detenimiento, a profundidad, utilizando las herramientas de la exégesis y la homilética, siempre bajo la dirección iluminadora del Espíritu Santo, de tal modo que cuando ocupemos el púlpito o dictemos clases, el conocimiento fluya y la palabra corra y sea glorificada. Que la verdad nos posea, que nos tome como instrumentos para nutrir saludablemente a la gente que nos escucha. La palabra del apóstol aquí es pertinente: Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren (1 Timoteo 4:16).

Será determinante que en nuestra cátedra o en el púlpito incluyamos mensajes de tipo apologético, que ayuden a la gente a discriminar entre la sana doctrina y las diversas creencias tanto de las religiones del mundo, como de las corrientes teológicas que de pronto se cuelan entre los creyentes de la misma iglesia. Tenemos que ser frontales y directos para amonestar a la grey a no dejarse envolver por líderes o miembros desordenados que siguen o promueven visiones, revelaciones, enseñanzas o conductas que no se conformen a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que es conforme a la piedad. Hay que alertar a nuestro pueblo para que no se convierta en víctima de los hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia…. (1 Timoteo 6:3-5). Instruyamos también sobre la prudencia en la discusión sobre temas críticos con personas que piensan o creen diferente. La contienda prolongada no produce bien alguno; por el contrario, puede resultar en la perdición de los oyentes (2 Timoteo 2:14). La impiedad es el punto al que conduce el coqueteo con lo doctrinalmente profano (2 Timoteo 2:16).

Himeneo y Fileto son ejemplos de creyentes que caen en herejías, y luego se empeñan en propagar sus ideas con tal vehemencia que logran trastornar la fe de algunos (2 Timoteo 2:17, 18). El primero aparece de nuevo al lado de Alejandro ahora como personas que al desviarse hacia creencias contaminadas no fueron capaces de mantener la salud doctrinal y la correcta ética; perdieron la brújula y naufragaron en un océano hasta el extravío. Pablo los toma como antimodelos para que su discípulo amado no siga los pasos de ellos. Para lo cual debe aprender a militar con honor en la batalla de la fe (1 Timoteo 1:18- 20).

El Señor profetizó que su venida coincidiría con tiempos en los que la doctrina no será lo más importante en la tierra, y la moralidad y espiritualidad estarían a la baja. La degeneración que predominó en los días de Lot y los de Noé será la constante en los tiempos finales. Aun pregunta el Maestro: Cuando el Hijo del Hombre venga ¿Hallará fe en la tierra? Para hablar de la corrupción de la doctrina con sus funestos resultados que provocará la peor de las crisis de fidelidad en la historia del mundo. Sin embargo, para nosotros no tiene que ser así. Siempre habrá un remanente que ama al Señor, que procura conocerlo y someterse más a su verdad, que lo espera con anhelo ardiente y que busca su gloria de continuo. En este grupo debemos estar nosotros. La esperanza de su retorno majestuoso y de nuestra reunión con él ha de alentarnos a permanecer firmes en lo que hemos creído, hasta la muerte o hasta que lo veamos cara a cara.

Enorme recompensa nos está asegurada si nos mantenemos firmes en su verdad hasta el fin. La palabra fiel contiene promesas y premisas bien establecidas sobre el carácter inmutable y justo de Dios. Si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él; si le negáremos, él también nos negará. Si fuéremos infieles, él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo (2 Timoteo 2:11-13).

Tenemos que saber a quién escuchamos. La comezón de oír no debe dominarnos. Mediante la oración y la meditación de la Escritura y de literatura potable agucemos el discernimiento para detectar y rechazar las doctrinas de demonios. Ante todo la sobriedad nos ha de caracterizar. No descuidemos nuestra labor ministerial en ninguno de los campos de acción que nos corresponden (2 Timoteo 4:5). Apliquemos paciencia y doctrina en la exposición de la Palabra, hablemos con prudencia, prediquemos con fervor y enseñemos con decoro. Que los contenidos de nuestra exposición contengan los elementos de instrucción, corrección, reprensión y exhortación, suficientes para que nuestra gente alcance un nivel de conocimiento y madurez que les permitan permanecer firmes en la fe (2 Timoteo 4:1, 2). Honor absoluto al Espíritu Santo

fuente: aviva 19 edición Abril 2016
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Pbro. Josué M Saucedo
Pbro. Josué M Saucedohttps://www.facebook.com/josmanuel.saucedovalenciano
Pastor y lider del concilio por muchos años, ademas de ser Maestro de la Palabra, Lider Regional, Distrital y Nacional a lo largo de su ministerio, es considerado entre el liderazgo nacional como una eminencia en la predicación y exposición de la Palabra, ya con varios libros de su autoria.