Jesucristo llama a sus discípulos a llevar con paciencia las dificultades a medida que lo siguen. Ezequiel 2:2 Y luego que me habló, entró el Espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies, y oí al que me hablaba.
El estudio de hoy explora los comienzos del ministerio profético de Ezequiel, otro profeta del Antiguo Testamento que fue llamado a soportar tiempos y experiencias difíciles debido a su llamamiento. Ezequiel, como Jeremías, pueden darnos una visión íntima de las motivaciones y el conocimiento introspectivo de estos profetas especiales de Dios. Ellos son para nosotros ejemplos que nos inspiran la seguridad de que Dios nos ayudará a cumplir la misión que nos encomiende.
Anteriormente, estudiamos el llamado del profeta Jeremías y vimos cómo Dios eligió a este joven para un ministerio poderoso pero difícil, en un momento crucial en la historia del pueblo de Dios. En la lección de hoy estudiaremos el llamamiento de Ezequiel, que fue un contemporáneo de Jeremías. Sus ministerios fueron similares, pero se realizaron en diferentes lugares. Mientras que Jeremías todavía predicaba en Jerusalén, Ezequiel ministró al pueblo de Dios en el exilio. Como Jeremías, este profeta enfrentó dificulta des y oposición, pero fue sustentado por la fortaleza de Dios, así como su fervor por el llamado de Dios en su vida.
1—Visión inaugural
□ Un sacerdote exiliado; una visión de Dios Ezequiel 1:1-4
En 597 a.C., Nabucodonosor llevó al rey de Judá, Joaquín, cautivo a Babilonia junto con diez mil judíos de las clases altas de la sociedad de Jerusalén (véase 2 Reyes 24:14). Entre los exiliados estaba un sacerdote llamado Ezequiel. Los babilonios instalaron a este joven sacerdote en un pueblo a unos 322 kilómetros (200 millas) al norte de la ciudad capital (Ezequiel 3:15). Cuando Ezequiel tenía treinta años, Dios agregó el oficio de profeta a su llamado sacerdotal. Ezequiel sería la persona a quien los judíos en el exilio acudirían en busca de orientación. Y como un sacerdote y profeta piadoso, él estaría interesado también en el bienestar espiritual de ellos.
Un día Ezequiel tuvo una visión de Dios acercándose en la distancia. La presencia del Señor fue precedida por una nube enorme de tormenta que resplandecía con relámpagos. Cuando Dios se acerca en la nube de la tormenta, su poderosa presencia derrota al ene migo y libera a su pueblo. La visión de esta nube con toda seguridad llenó el corazón de Ezequiel de esperanza y gozo. El pueblo de Dios estaba cautivo en el exilio, pero Dios tenía el control y el poder para liberarlos.
□ Cuatro seres vivientes y el trono de Dios Ezequiel 1:5-28
Dentro de la nube, Ezequiel vio a cuatro criaturas extraordinarias con características tanto humanas como animales. En Ezequiel 10:1, el profeta revela que estas criaturas eran que rubines. Observe que los querubines a menudo se asocian con el trono de Dios. El arca del pacto, que representa el trono de Dios estaba flanqueada por querubines en ambos extremos, con sus alas extendidas y tocándose por encima del propiciatorio (o tapa de la expiación, n t v ). El enfoque de la visión era el trono de Dios y Aquel que estaba sentado en él. De este trono irradiaba la gloria de Dios, un tema central del libro de Ezequiel.
El trono de Dios se asentaba sobre una «superficie» de cristal que se asemejaba al cielo. El trono tenía cuatro ruedas, y dentro de cada una había otra rueda, probablemente en ángulo recto, que permitían que el trono se moviera en cualquier dirección sin girar (cf., Daniel 7:9). El trono mismo parecía estar hecho de una piedra preciosa de color azul oscuro conocida como lapislázuli. La gloria divina que rodeaba el trono tenía la apariencia de un arco iris, y Dios mismo estaba sentado en el trono.
La aparición del trono de Dios en una tierra lejana indicaba que su soberanía se extendía a toda la tierra y no estaba confinada al templo. Él estaba tan presente con su pueblo exiliado como lo estaba con los que todavía permanecían en Jerusalén, y Ezequiel fue designado como su mensajero. Mientras Jeremías predicaba en Jerusalén, Ezequiel pre dicaba en Babilonia. Dios siempre hablará y siempre confiará su mensaje a siervos fieles.
2—Llamado al ministerio profético
□ Lleno del Espíritu Ezequiel 2:1-5
Dios se dirigió a Ezequiel como «hijo de hombre» (Ezequiel 2:1,3)- Algunos pueden equi parar esto con el título «Hijo del Hombre» como se aplica a Jesús en los Evangelios (por ejemplo, Marcos 2:10). Sin embargo, tal conclusión sería errónea. El título «Hijo del Hom bre», aplicado a Jesús, habla de su identidad como Mesías; el término aplicado a Ezequiel enfatiza su humanidad o, más específicamente, su debilidad y necesidad de la fortaleza y el empoderamiento divinos. Ezequiel explicó que en el momento en que Dios le habló, «el Espíritu entró en mí y me afirmó sobre mis pies» (Ezequiel 2:2). Llenar al profeta con el Espíritu y ponerlo de pie indica que Dios lo estaba preparando para la acción y capacitán dolo para realizar la tarea a la que fue llamado.
El otorgamiento del Espíritu habla del poder para el servicio. En el Antiguo Testamento, la profecía está específicamente ligada a la operación del Espíritu. Ezequiel informó: «Oí al que me hablaba» (Ezequiel 2:2). Ezequiel no se nombró a sí mismo; era un hombre enviado por Dios. No era como los falsos profetas de quienes el Señor dijo: «No envié yo aquellos profetas, pero ellos corrían; yo no les hablé, mas ellos profetizaban» (Jeremías 23:21).
□ Hablar sin temor Ezequiel 2:6-8
Al ser comisionado por Dios, Ezequiel sabía que enfrentaría burla, persecución, desánimo y rebelión. Por eso Dios le advirtió que no permitiera que esas cosas lo distrajeran de su misión y llamamiento.
Habiendo obedecido el mandato de Dios de ir, Ezequiel debía comunicar las palabras de Dios y no las suyas. Debía transmitir las palabras de Dios sin agregar, restar o distorsionar nada. Nosotros también estamos llamados a proclamar el mensaje de Dios, no nuestras propias ideas. Tenemos una Palabra segura de Dios: las Sagradas Escrituras, y debemos tener cuidado de no alterar sus palabras o sustituirlas por las nuestras. Somos enviados a un mundo que está muriendo por falta de la verdad que poseemos. Nuestro papel es sim plemente comunicar el mensaje salvador de Dios a quienes lo necesitan.
3—Advertencia sobre un ministerio difícil
□ «Come este rollo» Ezequiel 2:9—3:3
Dios luego le mostró a Ezequiel una mano extendida hacia él que sostenía un rollo. La mayoría de los rollos estaban escritos en papiro. Normalmente, sólo se escribía en el lado en que las fibras de la pulpa del papiro corrían horizontalmente. El reverso de una hoja de papiro, donde las fibras corrían verticalmente, rara vez se usaba. El uso de ambos lados indica que el mensaje para Ezequiel era extenso. De hecho, consistía de «cantos fúnebres, lamentos y declaraciones de condena» (2:10, n t v ). Estas profecías probablemente fueron anuncios de juicio dirigidos a Judá, que enfrentaba una destrucción y un exilio inminentes.
En su visión, a Ezequiel se le dijo que comiera el rollo, el cual contenía su mensaje a la nación (véase también Jeremías 15:16 y Apocalipsis 10:8-11 como ejemplos de tal mandato). Al comerlo, Ezequiel estaría digiriendo el mensaje, haciéndolo parte de su pro pio ser. Aunque el mensaje de Ezequiel era severo, en su boca era dulce como la miel. La dulzura de Dios preparó al profeta para la amargura de la oposición, y le permitió resistir. Nosotros, también, somos llamados a veces a proclamar mensajes que pueden parecer ofensivos para los oyentes. Pero al «digerir» la Palabra de Dios y responder a su llamado, podemos comunicar nuestro mensaje debido a la dulzura de la presencia de Dios que nos acompaña.
□ Un profeta obstinado Ezequiel 3:4-11
El Señor advirtió a Ezequiel que sus compatriotas se resistirían a su mensaje: «No te envío a un pueblo de extranjeros que habla un idioma que no comprendes. No, no te envío a gente que habla un idioma extraño y difícil de entender. Si te enviara a esas personas, ¡ellas te escucharían!» (Ezequiel 3:5-6, n t v ). Debido a que el mensaje de Ezequiel caería en oídos sordos, Dios le advirtió: «¡Pero los israelitas no te escucharán a ti como tampoco me escuchan a mí! Pues todos y cada uno de ellos son tercos y duros de corazón» (3:7, n t v ). Un pueblo obstinado necesitaba un profeta obstinado, y Dios dijo: «Mira, te he hecho tan obstinado y duro de corazón como ellos» (v. 8, n t v ). Ezequiel recibió rechazo en vez de recompensa. Es posible que nosotros tampoco recibamos recompensa por nuestra obe diencia hasta que lleguemos al cielo, de modo que, como Ezequiel, debemos tener una firme determinación en el ministerio que desempeñamos.
¿Qué nos dice Dios?
Nunca experimentaremos las visiones que marcaron el llamado de Ezequiel al ministerio, pero nuestro servicio no es menos importante. Como Ezequiel, debemos alimentarnos de la Palabra de Dios, ser llenos del Espíritu Santo y responder en obediencia, sabiendo que Dios nos fortalecerá.