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domingo, enero 12, 2025
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EL SALVADOR INCOMPARABLE – Jesucristo es Salvador y Señor

Jesucristo es Salvador y Señor.  Colosenses 1:17,18 Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia.

En algún momento (o varias veces) en los últimos días, es probable que haya pronunciado las palabras «Estoy cansado». En el ámbito espiritual, cuando tra­ tamos de «ganar» el favor de Dios, también nos can­ samos espiritualmente. Pero Él nos llama a descansar aceptando la obra de Cristo en la Cruz que trae paz a nuestra vida. Él es nuestro Salvador, y nada se puede comparar con Él o con el descanso que Él da cuando ponemos nuestra confianza en Él.

El escritor de Hebreos sabía que sus lectores estaban tentados a depositar su confianza en el judaismo, con su énfasis en Moisés y los ángeles, en vez de en Cristo. Él quería que sus lectores pusieran su confianza en el Señor. Sólo en Él podrían encontrar esperanza que les diera descanso en medio de las pruebas severas.

Este es un buen mensaje para nosotros hoy. Nues­tro destino eterno depende de dónde (o, más especí­ficamente, en quién) ponemos nuestra confianza. Debemos de poner nuestra esperanza y confianza en Cristo, porque la vida eterna se encuentra sólo en Él.

Parte 1-Autor de nuestra salvación

□ Hecho menor que los ángeles Hebreos 2:9

Hebreos 2:9 sigue a una sección (w. 5-8) donde el escritor cita el Salmo 8:4-6, que describe la sujeción del mundo bajo la humanidad. Si bien Dios dio a la humanidad autoridad sobre el resto de la creación, la humanidad en sí misma está limitada y sujeta a «espinos y cardos» (Génesis 3:18). La humanidad se afana en el trabajo, se irrita por las luchas de la vida y sufre a través de los conflictos, injusticias y las muchas consecuencias del pecado. Pero esto es temporal. La sujeción de la creación finalmente se cumple en Jesucristo, quien vino a traer redención a todos los que creen.

Jesús «por un poco de tiempo se le dio una posición «un poco menor que los ángeles»» (Hebreos 2:9, ntv). Se hizo hombre para habitar entre nosotros, y adoptó la posición de siervo. Después padeció la muerte por nosotros. Está ahora «coronado de gloria y honor» (ntv). Cristo expió nuestros pecados. Mientras la humanidad y toda la creación ahora sufren bajo los efectos del pecado (véase Romanos 8:18-25), Cristo ha abierto el camino para que todos los que creen en Él esperen la vida eterna (véase 2 Pedro 3:13).

□ Perfeccionado por las aflicciones Hebreos 2:10-18

Al restaurar el dominio sobre la creación que la humanidad había perdido, Jesús también restauró la relación de la humanidad con el Padre. El versículo 10 se refiere a Jesús como el «autor» de la salvación, un líder que abre el camino para que otros lo sigan. Jesús lleva a sus seguidores a los beneficios de la salvación y al dominio planeado para ellos.

Jesús fue «[perfeccionado] por aflicciones», pero esto no se refiere a la perfección moral, porque Él siempre fue perfecto. «Perfecto» significa completo. Jesús completó su misión en la tierra muriendo en la cruz por nuestros pecados. Debido a su muerte y resu­rrección, poseemos una esperanza futura y una salvación presente.

Al identificarse con la humanidad, Jesús hizo a aquellos que creen en Él miembros de la familia de Dios. El escritor usa Isaías 8:17,18 para ilustrar la intimidad con Dios que Jesús les brinda a los creyentes.

La muerte de Jesús destruyó el poder de la muerte y libera a la gente de la esclavitud al temor de esta. Mediante la fe en Él, ya no estamos sujetos al aguijón de la muerte (véase 1 Corintios 15:54-57). De modo que, aunque la muerte causará dolor a los creyentes, nues­tro dolor se mitiga con la esperanza del cielo (1 Tesalonicenses 4:13,14).
Jesús era descendiente de Abraham y era como todas las personas, excepto sin pecado. Él pudo servir como nuestro Sumo Sacerdote (v. 17). Al experimentar la tentación, pudo empatizar con aquellos que son tentados (v. 18). Como sacerdote y como sacrificio, Jesús se ofreció a sí mismo como sacrificio perfecto para expiar los pecados de toda la humanidad.

Parte 2-Superior a Moisés

□ Jesús: Mensajero y Sumo Sacerdote Hebreos 3:1

La expresión «hermanos santos» (Hebreos 3:1), solo aparece aquí en el Nuevo Testa­ mento. Combina un término de relación con uno de consagración. Claramente, el autor apreciaba a las personas a quienes escribió. La frase «por tanto» («Así que», ntv) conecta esta sección con lo que se acaba de decir. Debido a que Jesús se encarnó y soportó luchas, aunque permaneció sin pecado, podemos apreciar mejor su ministerio como Apóstol o Mensajero y como Sumo Sacerdote.

El autor llamó al pueblo: «considerad» o «consideren detenidamente» (ntv) al «após­tol», Jesucristo. Esta designación destaca que el Padre envió a Jesús a la tierra para cumplir su propósito. La idea fundamental aquí es la de misión.

Identificar a Jesús como Sumo Sacerdote destaca la naturaleza sacrificial de su misión. Aunque Jesús es el Hijo de Dios, glorioso y exaltado sobre toda su creación, se hizo hom­bre—Dios-Hombre—plenamente divino y plenamente humano. Sin embargo, también se le identifica simplemente como «Jesús». Es un nombre humano, que debe combinarse con su posición como Mesías y su identidad como Dios. Estos cristianos judíos, como sus antepasados, habían esperado la promesa. Ahora, aun en medio de sus luchas, podían regocijarse de que Cristo había venido.

□ Jesús merece la gloria Hebreos 3:2-6

A lo largo de los dos primeros capítulos, el escritor de Hebreos ha desarrollado el argu­ mento de que Jesús es supremo—su grandeza es incomparable. Anteriormente, la compa­ ración era con ángeles y profetas. Ahora se dirige a Moisés y señala que Jesús merece aun mayor honra que él (Hebreos 3:2,3). Para los judíos, no había hombre más grande que Moisés. El escritor no critica ni minimiza a Moisés. Más bien, señala que, aunque Moisés fue un gran líder a quien «se encomendó toda la casa de Dios» (v. 2, ntv; el pueblo de Israel), Jesús es mucho más grande porque Él es «el que construye [la] casa» (v. 3, ntv). Y con todo, también es mucho más que eso: «el que construyó todo es Dios» (v. 4, ntv).

Habiendo establecido la superioridad de Jesús por encima incluso de aquel que los lectores originales consideraban el hombre más grande que jamás haya existido, el escritor habló de las grandes virtudes de Moisés. «En verdad Moisés fue fiel como siervo en la casa de Dios» (v. 5). Sin embargo, él era solo un siervo en Su casa, en contraste con Jesús, que está «a cargo de toda la casa de Dios» (v. 6, ntv).

En el Nuevo Testamento, la casa de Dios incluye a todos los que invocan el nombre del Señor. Y nosotros somos la casa de Dios, a través de la cual Él cumple sus promesas. Nosotros también podemos «[armarnos] de valor y [permanecer] confiados en nuestra esperanza en Cristo» (v. 6, ntv).

Parte 3-EI que da el descanso

No nos apartemos –Hebreos 3:12 a 4:3

Hebreos 3:7-11 describe la rebelión de Israel en el desierto. El versículo 12 identifica la raíz del problema: un corazón malvado e incrédulo. Tal incredulidad resulta en «apartarse del Dios vivo». La frase «apartarse» es contundente y transmite un sentido de rebelión contra Dios. La incredulidad implica un rechazo de Dios y, como resultado, un rechazo de Jesu­ cristo como medio de reconciliación con Dios.

El antídoto contra la incredulidad incluye la comunión de los creyentes. «Exhortaos los unos a los otros todos los días» (v. 13), es un recordatorio de que todo creyente es vul­nerable. Los cristianos se necesitan unos a otros. Mediante el apoyo y el amor mutuos, el pueblo de Dios puede evitar la incredulidad (w. 15-19) y encontrar fortaleza en la espe­ranza del descanso prometido por Dios (4:1-3). Tenga en cuenta el tono sombrío de la advertencia: «Debemos temblar de miedo ante la idea de que alguno de ustedes no llegue a alcanzarlo» (v. 1, ntv). El conformismo o la apatía conducen a la falta de fe. Pero en Cristo, podemos creer hasta el final.

□ Encuentre descanso en el Señor Hebreos 4:9-11

Claramente, el descanso mencionado por el escritor en Hebreos 4:9 se refería a algo más que la entrada de Israel a Canaán. A lo largo del Antiguo Testamento, vivieron tiempos de paz y prosperidad, pero no habían disfrutado del descanso que se menciona aquí. «Todos los que han entrado en el descanso de Dios han descansado de su trabajo, tal como Dios descansó del suyo después de crear el mundo» (v. 10, ntv). Este es un descanso espiritual, similar a la promesa de Cristo en Mateo 11:28-30. Cuando somos salvos, encontramos la bendición de una liberación de la búsqueda de la salvación en nuestras propias obras— nuestros propio intento inútil de agradar a Dios—y podemos descansar en la salvación que se produjo a través de Cristo (véase Efesios 2:8,9). A medida que llegamos a comprender el descanso que encontramos en la gracia de Dios, podemos experimentar la paz del reposo en esta vida, mientras esperamos el descanso eterno en el cielo.

¿Qué nos dice Dios?

Cuando se trata del descanso de Dios, podemos luchar por ganarnos la aprobación de Dios y no lograr nada, o podemos descansar en su gracia y disfrutar el descanso espiritual. A menos que pongamos nuestra fe en Cristo, nos sentiremos frustrados al tratar de agradar a Dios en nuestras propias fuerzas.

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Editorial VIDA
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