Apocalipsis 21:4 Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.
Las personas que resisten creer en Dios a menudo usan la existencia del mal y el sufrimiento en el mundo como argumento contra la existencia de Dios. Como creyentes, debemos entender que el mal y el sufrimiento son una consecuencia de la Caída, sin embargo nuestra respuesta debe reflejar la gloria de Dios.
Nuestra respuesta al sufrimiento debe ser radicalmente diferente a la de los no creyentes. Tenemos una fuente de esperanza que no tienen aquellos que no conocen a Cristo. Por lo general, no nos damos cuenta de la diferencia en nuestra respuesta a menos que alguien lo señale. El personal médico puede comentar que una cierta familia manejó la tragedia con una fortaleza que parecía imposible. La paz de Dios es evidente aun en tiempos difíciles.
Hoy la gente se endeuda porque quiere algo que no puede pagar. Esta falta de satisfacción se revela en acciones como robar, mentir, codiciar y engañar. Estos conductas reflejan una insatisfacción con Dios y traen dolor a los demás.
1—El pecado trajo disfunción
Dios es generoso – Génesis 1:29-31
El omnisciente creador del universo diseñó la tierra para ser el hogar perfecto del ser humano. Proveyó la atmósfera para sustentar la vida y los recursos para las personas. Dios vio todo lo que creó y dijo que era muy bueno.
Dios diseñó un ambiente que satisfaría las necesidades de todo lo que creó. Los árboles tenían agua y sol para el crecimiento de sus hojas. Proporcionó mar para que los peces nadaran y alimento para que crecieran. Proporcionó corrientes de aire para que los pájaros volaran y lugares para que anidaran. Dios le dijo al hombre que usara todo lo creado para su beneficio. No les faltaba nada. Deberían haber podido vivir totalmente satisfechos.
La codicia del ser humano Génesis 3:1-19
Al principio, Adán y Eva vivieron satisfechos en el Jardín del Edén. Tenían todo lo que necesitaban, y Dios se paseaba entre ellos. Sin embargo, todo eso cambió radicalmente cuando Satanás entró en la escena en forma de una serpiente. El plan de Satanás era hacer que los seres humanos se sintieran insatisfechos con lo que Dios les había proporcionado y, fundamentalmente, que cuestionaran la bondad de Dios.
Dios le había dado a Adán y Eva todo lo que había creado para que lo disfrutaran. Pero en vez de enfocarse en lo que Dios les había dado, la serpiente desvió la atención de Eva a lo que no tenía. Se volvió codiciosa y deseó más. Adán sucumbió rápidamente a la tentación. Inmediatamente después de su rebelión, supieron que habían pecado. Ya no podían mirarse el uno al otro con pureza. Lo que unos momentos antes era un hermoso regalo de Dios, se convirtió en algo que debían esconder. En cierto sentido, querían esconderse el uno del otro, al tiempo que se escondían de Dios.
Dios ya sabía lo que habían hecho Adán y Eva, pero llamó a Adán. La respuesta de Adán reveló su nueva condición pecaminosa. Ahora era una persona impulsada por el miedo, y aun quiso culpar a Eva (y, en el fondo, a Dios mismo, quien hizo a Eva). La respuesta a Adán muestra que Dios responsabiliza a las personas de sus pecados. Adán y Eva no estaban dispuestos a reconocer la culpa de sus acciones, y tuvieron que pagar las consecuencias.
2 – La naturaleza humana se corrompe
El pecado universal Salmo 51:5; Isaías 64:6,7
El pecado es parte de la condición humana. No importa cual sea nuestro trasfondo espiritual, el pecado está activo en nuestra vida hasta que somos transformados por el poder de Dios. El rey David fue un hombre temeroso de Dios. Era conocido como un hombre conforme al corazón de Dios. Sin embargo, él luchó con el pecado. Lamentablemente, uno de sus pecados más grandes, que trató de mantener en secreto, fue expuesto para que todos lo vieran. Cometió adulterio y luego conspiró para asesinar en un intento de encubrir su pecado.
Cuando David dio cuenta de su pecado, se propuso renovar su relación con Dios y escribió el Salmo 51 como una oración de arrepentimiento. En ese salmo, confesó la profundidad de su pecaminosidad, declarando que su pecado estaba arraigado en él. Reconoció su necesidad la ayuda de Dios para vivir con rectitud.
Las personas pueden hacer cosas buenas, a pesar de la pecaminosidad, pero esas acciones no justifican ante Dios. Isaías declara que no importa cuán buenos seamos, nadie es lo suficientemente bueno para agradar a Dios (Isaías 64:6,7). Él nos purifica cuando nos entregamos a Cristo como Salvador.
□ La fuente del pecado Marcos 7:20-23; Romanos 3:23; 5:18-21
El mal comportamiento es detestable, pero también es el síntoma de la raíz del problema. En la sociedad, es fácil identificar los actos malvados y calificarlos según su gravedad. Si una persona mata a alguien, debe ir a la cárcel de por vida o enfrentar la pena de muerte. Una persona que roba en una tienda probablemente recibirá una multa o algo peor. Para muchos crímenes entre estos extremos, la sociedad pone a los delincuentes en prisión con el fin de ayudarlos a cambiar su comportamiento para cuando sean liberados nuevamente a la sociedad.
Pero Jesús enseñó que el mal comportamiento es el resultado de un corazón malvado. Mientras exista una naturaleza pecaminosa, el mal estará presente en el mundo. La respuesta definitiva al mal en el mundo no es más cárceles o más escuelas. La respuesta al problema del mal es que vidas sean transformadas espiritualmente (Marcos 7:20-23).
El apóstol Pablo declaró que todos tenemos raíces pecaminosas que producirán frutos pecaminosos (Romanos 3:23). Esas raíces enfermas deben transformarse para que el mal sea reemplazado por fruto del Espíritu, tan necesario en nuestro tiempo.
El mal entró al mundo a través del acto pecaminoso de Adán y Eva en el huerto. La justicia entró al mundo a través de la obra misericordiosa de Jesús en la cruz. No importa cuán malos hayamos sido, la gracia de Dios es lo suficiente mente grande para borrar el pecado y remplazar nuestras raíces pecaminosas con la justicia de Jesús (Romanos 5:18-21).
3 —Triunfo de la justicia de Dios
Sufrimiento presente Romanos 8:18,28,35-39
El apóstol Pablo vivió a la luz de la eternidad. Para él, sufrir por su fe en Jesús era una pequeña inversión para la vida eterna con Jesús. Sufrió como resultado de su decisión de vivir para Jesús. Hubo momentos en que no sabía si iba a vivir o si iba a morir. Él sabía y enseñó a otros que, independientemente de las circunstancias que enfrentara, podía confiar en Dios y creer que produciría cosas buenas en su vida (Romanos 8:28).
Pablo declaró que nada puede separar a un cristiano del amor de Dios. Esto no es un argumento para apoyar la teología de «una vez salvo, siempre salvo», sino que la perspectiva correcta del sufrimiento y la confianza en Dios, nos asegura que nada en la tierra es lo suficientemente poderoso como para alejamos de nuestra fe en Él. No importa cuán malas sean nuestras circunstancias, podemos vencer porque Dios es poderoso (Romanos 8:35-39).
La recompensa futura Apocalipsis 21:1-5
Llegará un día en que todo el sufrimiento y la injusticia ya no existirán. Esto es lo que la Biblia presenta como un cielo nuevo y una tierra nueva. Aquí, Dios residirá para siempre con aquellos que han sido fieles hasta el fin y anden como sus hijos en esta vida. Pasar la eternidad con Dios es una recompensa maravillosa en vista de los sufrimientos en esta tierra.
Dios enjugará las lágrimas. Todo lo que haya causado dolor quedará en el olvido y nunca se repetirá. Todos los aspectos de la naturaleza pecaminosa y sus efectos terminarán. Como ya no habrá desconfianza de Dios en el cielo, viviremos en perfecta paz. Jesús nos asegura el futuro que nos espera. Podemos confiar que Dios nos cuidará en esta vida y en la vida venidera.
¿Qué nos dice Dios?
No importa la magnitud del mal que nos rodea, ni cuán intenso nuestro sufrimiento, podemos estar seguros del amor de Dios. Él nos dará la fortaleza que necesitamos para cada prueba, y nos da la seguridad de un hogar eterno donde el mal y el sufrimiento ya no existirán.
- Busque maneras de alegrar el día a alguien que esté sufriendo.
- Encomiende su sufrimiento a Dios, y véalo como algo temporal.
- Considere desde la perspectiva eterna cualquier decisión que esté tomando.