EL ALMA, EL ESPÍRITU, EL HOMBRE Y LOS ANIMALES por Pbro. Jorge Canto H.

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¿Los animales tienen alma?, a donde van los animales cuando mueren?, hay animales en el cielo?, etc. preguntas como estas tienen una respuesta bíblica que te pueden aclarar este tema polémico.

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Desde que el cristianismo se comenzó a extender la importancia del tema del alma inmaterial también adquirió una importante atención. Es así, que los incipientes teólogos tenían que explicar a las congregaciones sobre el asunto, y eso no era nada fácil, pues debido a que la sociedad estaba imbuida en el helenismo y la filosofía el asunto de alma ya había sido tocado por los pensadores griegos tales como, por ejemplo, Platón y habían ya distorsionado el mensaje bíblico.

Las herejías de entonces tenían el sabor del momento y cómo en ese tiempo el dualismo platónico y de Filón de Alejandría estaban a la mano la doctrina cristiana tenía que ser sometida a la tensión modal.

Como hoy, los temas de maldición generacional, declaraciones positivas y teología de la Prosperidad se escuchan por radio, televisión e internet. Los hermanos tenderán a tener una noción viciada de conceptos antes de entrar a la verdadera teológica.

Pronto se hizo buena teología que partía no de la filosofía sino de la Revelación, es decir, de la Biblia y de allí se comenzó a derivar la doctrina que habría de dirigir la mente de todos los creyentes. No se puede negar que toda doctrina, a través de la historia, también ha sufrido tensiones, debates, oposiciones y un sinfín de peripecias que, a pesar de todo, han llegado a nosotros de manera plena.

Hay dos posturas respecto a la naturaleza del hombre. La dicótoma que enseña que en el ser humano hay una parte material (el cuerpo) y una inmaterial (el alma o espíritu, como se prefiera). La segunda postura enseña que el hombre es tricótomo, es decir, que tiene una parte material (el cuerpo) y una parte inmaterial, dividida a su vez, en dos partes que se pueden diferenciar entre ellas: el alma y el espíritu.

El quid del asunto es saber si realmente la parte inmaterial tiene dos subdivisiones bien diferenciables. Muchísimos teólogos han creído que el hombre es dicótomo y los términos alma-espíritu son intercambiables. Otros tantos teólogos también enseñan la tricotomía pues pueden ver grandes diferencias entre alma-espíritu.

Wachtman Nee, en su libro “El Hombre Espiritual” enseña que en el alma se puede encontrar el intelecto, las emociones y la voluntad y en el espíritu humano residen la intuición, la comunión y la conciencia. Como se puede notar, Watchman Nee es tricótomo.

Sea como fuere, el tema que nos ocupa, es saber qué enseña la Biblia sobre si los animales tienen o no alma y, en caso de que sea así, ¿tendrán vida después de la muerte?

Lo primero que debemos entender es que la palabra misma “animal” ya nos insinúa que estas criaturas tienen alma, pues “animal” se deriva de la palabra latina “ánima”, que literalmente significa “alma”. El alma diferencia a las bestias de las plantas. Estas últimas están “inanimadas”, en vida “vegetativa” a diferencias de los animales que están “animados” porque tienen alma.

El Nuevo Diccionario  de la Biblia refuerza este punto cuando dice:

ALMA En el AT se utilizaba la palabra nefesh (aliento) para señalar a individuos y animales vivientes. Así, “dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes” (Gn. 1:20). También en el Sal. 74:19 leemos: “No entregues a las fieras el alma. –nefesh– de tu tórtola”. Cuando Dios crea al hombre, se dice: “… y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Gn. 2:7). Al mencionar el soplo divino, el autor del Génesis está estableciendo una diferencia cualitativa entre el hombre y los animales, puesto que éstos ya estaban creados y no dijo que se hizo lo mismo con ellos. Algunos rabinos interpretaban que el soplo divino equivalía a la capacidad intelectual, a la habilidad para las ideas y las palabras.[1]

 

Esto nos lleva al punto de leer la Biblia en hebreo. Génesis 2:7 dice que Adán fue un “nefesh hayá” (ser viviente, alma viviente) y son las mismas palabras que se utilizaron para los animales en el 1:19, en el 1:21 y demás para los animales que fueron creados. Es decir, que contundentemente, SI, LOS ANIMALES TIENEN ALMA

En toda la Escritura, y salvo Eclesiastés 3:21, se usa para los animales siempre “mefesh” (alma)  y no “ruaj” (heb. Espíritu). En Eclesiastés se usa “ruaj” para decir “espíritu del animal” probablemente como una manera poética de decir que tanto los hombres y los bestias mueren, como una figura de dicción. El punto es que para los ángeles y demonios nunca se usa “nefesh” o “psiqué” (el equivalente en griego de alma)  en la Biblia para referirse a ellos. Tanto para los ángeles como para los demonios se usa siempre “ruaj” en el Antiguo Testamento y “pneuma” (“espíritu” en griego) para referirse a ellos dando a entender que, efectivamente, tanto alma como espíritu son unidades diferentes y no intercambiables. Es así, que el “alma” parece ser algo endémico de la tierra, una parte inmaterial que conforma al hombre y bestia nada más y espíritu es algo inmaterial que pertenece al cielo.

Animales hermosos y exóticosEntonces, si los animales tienen alma, ¿qué pasa con ella cuando estos mueren? La respuesta no es tan complicada. El alma humana pervive después de la muerte puesto que tiene algo especial, quizá mezclado, con ella. Dios no sólo le dio alma al ser humano, sino que sopló en él el aliento de vida. Es decir, Jehová proporcionó su toque divino inmaterial en su creación suprema. Y es así que muchos teólogos interpretan que hubo una especie de “amalgama” entre el alma y el espíritu humano. El alma le da al hombre su personalidad como ser de este mundo y el espíritu le permite tanto comunicarse con Dios como seguir existiendo después de morir (Ecl 3:11a  Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos).

Los animalitos de la tierra no tienen la ventaja de haber recibido el “soplo” divino, por lo tanto, su alma desaparece al morir. Aunque pueda sonar duro, los animalitos no tienen un cielo después de que sus cuerpos fenezcan.

Todo esto nos lleva a reflexionar sobre a dónde irá nuestra propia alma después de morir. Si esta sigue existiendo tendrá que ir a algún lugar a morar. La Biblia enseña en Lucas 16:19-31 que un pecador, al morir, simplemente despertó en el infierno, más el pobre mendigo Lázaro, que amaba a Dios, “fue llevado” por los ángeles al paraíso o “seno de Abraham”. El Señor no contó aquí una parábola como algunos quieren ver, pues claramente dijo “había un hombre rico…” es decir, que existieron ambos personajes de esta historia, y Jesús, siendo el Señor de la Vida, sabía muy bien lo que de verdad aconteció a estos hombres.

Entonces, ¿a dónde iremos después de morir? Solo recibiendo el regalo de vida eterna en Jesús garantizará que nuestra vida sea verdaderamente salva para siempre.

[1] Alfonso Lockward, Nuevo diccionario de la Biblia (Miami: Editorial Unilit, 1999), 50.

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