EL CRISTO RESUCITADO una enseñanza o sermon para el Domingo de Resurrección – Semana Santa

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Versículo clave: Mateo 28:6 «No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor».

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Introducción

Solo nos podemos imaginar cómo se sintieron aquellas mujeres cuando se acercaron a la tumba de Jesús para finalizar los ritos de la sepultura. Su profundo descon­cierto se convirtió en asombro cuando el ángel les dijo que Jesús había resucitado. Todas las promesas que el Señor había hecho en cuanto a su resurrección se habían cumplido.

En la lección de esta semana podremos apreciar lo que significa la resurrección de Jesús. Y como las mujeres, responderemos adorando a Cristo como nuestro Señor resucitado.

Cristo es sepultado

Mateo 27:57-66 – Muchos de los líderes religiosos de Israel se sintieron aliviados al saber que Jesús había muerto. Ahora su preocupación era asegurarse de que no quedara ningún cuerpo colgado de una cruz, porque llegaba el Sabbat y comenzaba la Fiesta de Pascua.

Puesto que era el día anterior al Sabbat, los líderes judíos le pidieron a Poncio Pilato que le quebrara las piernas a los crucificados para que murieran más rápido y se los pudiera bajar de la cruz (véase Juan 19:31-34).

Sin embargo, no hizo falta que a Jesús le quebraran las piernas, porque ya había muerto. Un soldado le atravesó el costado con una lanza para demostrar que sí estaba muerto.

Mateo 27:57-58 revela que José de Arimatea, uno de los líderes religiosos de Israel, acudió a Pilato para pedirle que le entregara el cuerpo de Jesús. Pilato aceptó entregárselo. Entonces José puso el cuerpo en su propia tumba, con la ayuda de Nicodemo, el fariseo que había ido de noche a hablar con Jesús (véase Juan 3:1-21). Nicodemo trajo mirra y áloe para embalsamar el cuerpo. Cuando terminaron, cerraron la entrada a la tumba y salieron del lugar (Mateo 27:60).

Los jefes de los sacerdotes y los fariseos recordaron que Jesús había declarado que se levantaría de entre los muertos, y le pidieron a Pilato que diera órdenes de sellar la tumba, y de que se montara guardia a la entrada (vv. 65-66). Se selló la tumba con una soga o cordón al cual se fijó con un sello oficial en cada extremo. Todo intento de abrir la tumba sería así evidente. Sin que fuera su propósito, todas estas precau­ciones sirvieron también para demostrar la realidad de la resurrección de Jesús.

II. La resurrección de Cristo

Mateo 28:1-10 – Puesto que había prisa por poner el cuerpo de Jesús en la tumba, debido a la cercanía del Sabbat, su sepultura no se preparó de la manera adecuada, utilizando diversas especies. Mateo 28:1 nos dice que, una vez pasado el Sabbat, María Magdalena y la otra María regresaron a la tumba para terminar de prepararlo.

Cuando llegaron al lugar, ya no estaba como la habían dejado. La piedra que cubría la entrada de la tumba había sido rodada para abrirla. Encima de la piedra estaba sentado un ángel cuyo aspecto era como el de un relámpago. Mateo señala que antes de la llegada de aquellas muje­res, cuando se rodó la piedra de la entrada, los soldados romanos que estaban allí de guardia habían temblado de temor y caído al suelo como si estuvieran muertos (vv. 2—4).

El ángel que estaba sentado sobre la pie­dra le dijo a las mujeres que no temieran. Jesús había resucitado. Las invitó a entrar a la tumba vacía. «Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor», les dijo (vv. 5-6).

Este ángel les dio a las mujeres un mensaje que ellas debían comunicar a los discípulos. Estos debían ir a Galilea para encontrarse con Jesús, como Él les había indicado anteriormente (v. 7; véase tam­bién Mateo 26:32). De manera que ellas se alejaron del sepulcro «con temor y gran gozo» (Mateo 28:8).

En el corto tiempo que transcurrió entre la conversación con el ángel y el camino de vuelta para darle las buenas nuevas a los discípulos, se produjo otra dramática escena. Jesús fue al encuentro de ellas (v. 9). Ahora sí estaban seguras de que Él había resucitado. Le abrazaron los pies y lo adoraron.

El nuevo nacimiento fue hecho posible gracias a la resurrección de Jesús (1 Pedro 1:3). Porque Él murió y resucitó, nuestros pecados son perdonados, y somos justi­ficados delante de Dios (Romanos 4:25). Cuando confesamos que Jesús es el Señor y creemos que Dios lo levantó de entre los muertos, es cuando llegamos a ser salvos (Romanos 10:9, 10).

III. El mandato de Cristo

Mateo 28:16-20 – La resurrección de Jesucristo no solo demostró la veracidad de sus palabras, sino que les dio también una nueva autoridad. Jesús declaró ante sus seguidores que todo «poder» o autoridad les había sido dado. El propósito de esto se encuentra en Mateo 28:19: «Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones».

La encomienda que nos presentó Jesús a sus seguidores suele recibir el nombre de «Gran Comisión». No nos debe bastar con llevar a las personas a tomar una decisión a favor de Cristo. A los nuevos creyentes también les debemos enseñar a obedecer todos los mandamientos del Señor (v. 20). Por esa razón, Jesús nos ha encomendado a todos los que creemos en Él que le ense­ñemos a todas las naciones; esto es, que hagamos discípulos de todas ellas.

El Señor resucitado nos dio a sus discí­pulos la seguridad de que siempre estará con nosotros. Dondequiera que estemos, sea cuando sea, Jesús está con nosotros, sus seguidores, obrando con nosotros para propagar el Evangelio del Reino.

CONCLUSION

La resurrección de Jesús es el suceso más importante en la historia de este mundo. Tal vez esa sea la razón de que a lo largo de los siglos muchas personas han tratado de negar la realidad de ese bienaventurado acontecimiento.

Por haber resucitado de entre los muertos, Jesucristo ahora vive para siempre, y le ofrece vida eterna a todos los que creen en Él. Jesucristo tiene autoridad para transformar vidas. Él es quien perdona y hace justos a los pecadores, llevándolos a una recta relación con el Padre celestial.

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