LA EXPERIENCIA DEL PASADO El Señor en su gran misericordia me alcanzó en la primavera de 1960. Fui bautizado en agua un día después de haber cumplido 18 años, lo cual quiere decir que he acompañado a mis queridas Asambleas por 61 años, de los 100 que estamos celebrando en el 2021.
La inmensa mayoría de los creyentes y ministros con los que conviví en mis primeros años, y que fueron mi conexión con el glorioso pasado asambleísta, descansan ya en las mansiones celestiales. Sin embargo, en la década de los 60 todavía vivían los amados pioneros H. C. Ball, Rodolfo C. Orozco, Modesto Escobedo, Loreto Garza, Rubén J. Arévalo, Juan C. Orozco, Andrés Sánchez y otros más, de quienes alcancé a beber la savia pentecostal.
Acepté al Señor Jesucristo bajo la familia García en H. Matamoros, Tamaulipas, una piadosa familia que fue evangelizada años atrás por el “Tío Leto” Garza, quien a su vez había creído con un hermano que se convirtió en Azusa en 1906-1909. Lo cual significa que soy tataranieto espiritual de ese gran avivamiento. El “Tío Leto” cumplía con el cometido que en 1918 el Rev. H. C. Ball les hizo a él, y al Hno. Rodolfo C. Orozco de ir a evangelizar, respectivamente, Tamaulipas y Nuevo León. Lo cual quiere decir que soy un creyente de la cuarta generación, desde la iniciación del Concilio General de Las Asambleas de Dios en 1914, en Hot Springs AR. Sirva esa prosapia para que me ubiquen un poco más las nuevas generaciones en un pasado reciente que, a mi juicio, ha sido tan corto. Algo curioso, me parecen más largos los 40 años previos a mi conversión que los 60 posteriores. Así mide la memoria el tiempo. Tal vez, algunos se identifiquen con esta impresión.
MIRANDO HACIA EL FUTURO
Para cumplir con el cometido del título de este artículo, que mis queridos hermanos directivos me asignaron, voy a dividir por aspectos, lo que pudiera unir pasado, presente y futuro.
1. Institutos bíblicos
“Desde California a Yucatán, el evangelio santo ha de llegar”, pregonaba un canto. Para 1960 ya existían, en esos extremos del país, el Instituto Betania en Tijuana, B.C. y el Instituto Bethel en Mérida, Yucatán; y con ellos, Elim en la ciudad de México, Magdiel en Matamoros y Alba en Monterrey, pletóricos de alumnos, y en torno de ellos una pléyade de iglesias. El Señor inspiró definitivamente a nuestros pioneros, y a los misioneros que los apoyaron, a comenzar escuelas bíblicas, aun en modestos edificios. Nunca se pensó en invertir todos los recursos en construir un gran instituto central, como lo hicieron las iglesias históricas, que, ciertamente al correr de los años tenían hermosos edificios, pero con un puñado de estudiantes y unas pocas iglesias.
Nuestros institutos graduaban intrépidos estudiantes, que, a la mañana siguiente de la noche de graduación, salían cantando: “…tenía trigales mi Señor, a bellos campos me llevó, y a cultivarlos me mandó”, y en poco tiempo ya habían levantado una congregación. Así se llenó México de iglesias, y así se llenó de institutos bíblicos, que al inicio del siglo XXI sobrepasaban las 50 escuelas que siguen produciendo obreros de calidad y visión.
Trabajando junto al Pbro. Guillermo Fuentes fundamos el Instituto Anna Sanders en la Ciudad de México, pionero en muchas áreas, redactando una Constitución y un Reglamento, que sirvieron de ejemplo a las nacientes escuelas. Con el tiempo se crearon los programas sabatinos, las horas de estudio semanales y se elevó el nivel de preparación ofreciendo licenciatura, que ya muchos institutos han implementado.
Hoy el Consejo Nacional de Educación Cristiana, CONADEC, bajo la capacidad creativa de los Pbros. Fernando Figueroa y Vicente Castillo y un gran equipo de educadores han desarrollado programas que cubren todos los niveles ministeriales, formando teológicamente a jóvenes cada vez más preparados académicamente, que formarán congregaciones, acordes a los tiempos.
2. Editorial Cristiana Continental (ECCAD)
Trabajando junto al Pbro. Fernando Figueroa, entonces Secretario General (y al Prof. Abelardo Guerrero (†), dedicado escritor que incorporamos después), fundamos en 1983 la Editorial Cristiana Continental que se ha convertido en toda una empresa, con directivos y empleados de tiempo completo, sirviendo al Continente Americano y a iglesias de otras denominaciones.
Se debe hacer notar que las directivas nacionales han estado siempre supervisando la editorial.
Los Superintendentes Alfonso De los Reyes, Enrique González, Daniel De los Reyes, Abel Flores y Jorge Canto, han sido los presidentes de los Consejos administrativos. ECCAD además de preparar materiales de primera calidad, y propiciando la unidad nacional, ha sido el semillero de escritores y editorialistas que fueron encontrando el campo en donde verter sus capacidades, escribiendo aun sus propios libros. Los Hnos. Andrés Sánchez, Rubén J. Arévalo, Mario Rivas, Abraham Hernández y otros escritores pioneros se sentirían realizados, con esta pléyade de pensadores contemporáneos.
3. Departamento Nacional de Misiones
En la década de los 70, el Pbro. Guillermo Fuentes, siendo Superintendente, y yo Secretario General, pensábamos en las etnias mexicanas; el Hno. Fuentes lo expresó en sus informes. Por gracia del Señor fue hasta 1984, siendo yo Superintendente, que arrancamos el programa y que pronto se desarrolló dando respaldo a decenas de obreros en campos nacionales, preparados en Oaxaca, bajo el diligente Hno. Carmelo Borbolla, y luego en los países del mundo, bajo la dirección inspiradora en el presente del Pbro. César Casillas.
Cientos de iglesias han disfrutado la gran satisfacción de sostener misioneros mexicanos en el mundo y de experimentar las recompensas del Señor por ser misioneras.
4. Relaciones Eclesiásticas
El Comité Nacional de Defensa en la Ciudad de México, que tuvo como Secretario Ejecutivo al Pbro. Rafael Ayala (Srio. Tsro. General 1954-1972), constituyó un brazo de unión entre las iglesias cristianas de variadas denominaciones. La Sociedad Bíblica procuraba incluir líderes denominacionales. Tuve el honor de ser uno de los cinco miembros del Comité Ejecutivo, representando a las iglesias pentecostales. Pero lo que verdaderamente constituyó un amplio lazo de unión fue CONEMEX, la Confraternidad Evangélica de México, en la que tuve el privilegio de ser el primer presidente (1982-1986), en realidad, como un reconocimiento a las Asambleas de Dios. Los demás líderes representaban a la Iglesia Metodista, la Iglesia Presbiteriana, FRAPI (Fraternidad Pentecostal Independiente), ICEPAR, Ejército de Salvación, Iglesia de Dios y muchas más.
En 1989-1990 cuando el presidente Salinas de Gortari propuso la Reforma al Artículo 130, llamó a CONEMEX para consultas en varias ocasiones, al grado que llamaba “Hno. Poncho” al Pbro. Alfonso De los Reyes y “Davicito” al pastor David Enríquez, director de FRAPI. Allí surgieron las Asociaciones Religiosas. Creo que la Iglesia Evangélica no ha reconocido debidamente a este presidente, que resaltaba siempre a “las iglesias” hablando en plural, tratando por igual a todas las existentes en México, no sólo la popular. Alabamos al Señor porque Asambleas de Dios ha crecido tanto, que se le menciona como la más numerosa después de la Católica.
Los Hnos. Isaí Montoya y Ramiro Ruiz han seguido como directivos de CONEMEX, apoyando su lema: “En lo esencial, unidad; en lo no esencial, libertad; y en todas las cosas, bondad”.
5. Identidad Nacional
A través de los años han surgido brotes de discordia y desunión; sin embargo, la cordura y el deseo del bien común han prevalecido. En la década de los 70 realizamos la más profunda reestructuración que incluyó la obra nacional, la de los distritos y a las iglesias locales.
Se elaboró una nueva Constitución y un importante Reglamento Local (hermosamente impreso con la ayuda de diseñadores de la Sociedad Bíblica, como ahora con la Biblia del Centenario), que con las revisiones conciliares periódicas sirve excelentemente a las iglesias.
La reestructuración se llevó toda la década, al grado que hubo que celebrar un Concilio extraordinario en 1979 para terminarla. Ha de reconocerse siempre el trabajo de los Presbiterios Ejecutivo y General que elaboraron los proyectos originales y que luego fueron aprobados por el Concilio Nacional. Los asuntos neurálgicos eran, entre otros: la creación de nuevos distritos, la aportación económica de éstos al Concilio Nacional, el ministerio de la mujer, la administración de los diezmos, el funcionamiento de los departamentos nacionales, y algunos más que provocaban interminables participaciones. Pero, algo muy importante, siempre prevaleció el concepto de ser un Concilio Nacional, no importando el porcentaje de diezmos que se enviara, el número de directivos que se sostuviera, o la distancia que se tuviera que recorrer a los Concilios y a las reuniones de sociedades.
En el Concilio de 1974, celebrado en Cd. Juárez, Chihuahua, el glorioso Espíritu Santo tuvo que hablar audiblemente para hacer sentir a todos que se estaba procediendo correctamente en definiciones nacionales, distritales y locales. Esta supervisión espiritual se siguió experimentando, pues éramos cuidadosos en regirnos por lo que el Concilio de Jerusalén precisó en Hechos 15:28. Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros. Con todo, en el Concilio de 1980, celebrado en Saltillo, Coahuila, la rebeldía se manifestó, y un grupo de ministros e iglesias se salieron de nuestra comunión y formaron una nueva organización.
Más de 40 años han transcurrido para los que vivimos esa época, y no podemos menos de maravillarnos de la forma como nuestro buen Dios ha bendecido a sus Asambleas. Cuando yo entregué la Superintendencia, en 1984, éramos 2,064 Ministros y 8 Distritos.
Hoy supervisa una Directiva Nacional tremendamente competente, a decenas de Distritos e Institutos, con miles de obreros e iglesias cubriendo la campiña mexicana. ¡La generación actual está entregando buenas cuentas al llegar el Centenario!