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lunes, enero 13, 2025
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FILOSOFÍA DEL LIDERAZGO — Pbro. Enrique González Vázquez

Filosofía es una forma de ver la vida, y esta que desgloso a continuación es producto de mi andadura aquí y allá, tomado de la mano del pueblo que Dios me dio y el pueblo al que mi Dios me dio.
Un líder es un conductor que dirige a su organización. De lo contrario, parafraseando a Abel Ledezma es nada más un Viandante de paseo, o hasta un trotamundos. La diferencia radica en la trascendencia: la obra de cada uno el día la declarará, y la obra de cada una, cual sea, el fuego la probará… si permaneciere. Carlos Alberto Madrazo, Presidenciable mexicano de los años setenta, pensador, ideólogo y orador de altos vuelos, decía que los funcionarios públicos no son ángeles ni demonios; sino una mezcla de luces y sombras, y lo que cuenta es el balance final. Pero desde luego fue nuestro Maestro quien lo patentizó en estos términos: Si yo fuere (léase cuando fuere y seré) levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo. Hablaba del resultado futuro, al final, luego de haber acabado su obra. Se refirió al resultado trascendente. Una versión católica de la Biblia traduce: Cuando yo haya sido levantado de la tierra, atraeré a todos. ¡Todos! Eso es trascendencia.
El corolario inmediato proposicional es éste: El líder no es sólo un conductor organizacional, pero si ha de trascender, será necesariamente también un agente de cambio. Un history maker. Un trasformador, por innovación, reforma o revolución incluso.
Omitiendo comentarios de teoría organizacional, entraré de lleno a la exposición de valores que considero esencialmente inherentes a la responsabilidad de un líder en nuestro contexto, en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier nivel de la organización.

1. La eficaz solución de conflictos

Las organizaciones humanas son complejas por la sencilla razón de que el ser humano es complejo, y por lo tanto sus interacciones resultan ser extremadamente complicadas.
Se espera de un auténtico líder cristiano, que sea parte de la solución de los problemas que de facto inescapablemente ocurrirán al interior de la institución, y no un generador de conflictos. Nuestros estatutos eclesiásticos incluso penalizan las actitudes cismáticas y divisionistas, tanto en los ministros como en los feligreses.
En la aplicación de soluciones el líder pudiera ser efectivo, e incluso eficiente, pero ante todo debe ser eficaz. Francisco Villa fue un militar efectivo, tomando ciudades a sangre y fuego por la fuerza de la masa, sin reparar en el costo de los recursos invertidos muchas veces. En cambio Álvaro Obregón fue un estratega genial. Primer militar del mundo en utilizar la aviación para efectos bélicos, el manco de Celaya aunque el brazo no lo perdió en Celaya según Enrique Krauze, y la batalla de Celaya no fue una sino dos— desbarató definitivamente la División del Norte, con una eficiencia militar paradigmática, a partir de una capacidad de artillería sumamente inferior y coronando el embate con el propio armamento del Centauro del Norte. Pero todavía los historiadores cuestionan hasta hoy si Hidalgo debió haberse retirado del Monte de las Cruces (lo cual hizo) o haber tomado inmediatamente la ciudad de México, retrasando así el fin de la guerra once años.
Eficacia es la sabiduría, el tacto, la estrategia, la argucia, la habilidad, el arte de saber exactamente cuáles son las acciones indicadas que convergen al logro del objetivo más conveniente. La eficacia en el terreno de la práctica no es tan obvia como alguien supondría. No se trata solamente de dar resultados o andar a todo galope, ni aun de ser expertos técnicos en la ejecución de la tarea. Consiste en saber diagnosticar los verdaderos problemas y darles una respuesta adecuada que no atente contra el derecho, ni vulnere la institución, ni en nuestro caso la conciencia.

2. La representatividad

Signo inequívoco de una verdadera democracia y de una Vida saludable al interior de la comunidad eclesiástica. Este fue uno de los argumentos originales y sigue siendo una divisa importantísima para la estructuración de las Superintendencias por zonas. Es el sustrato fundamental del senado en una república. Es una de las bondades del establecimiento de Presbíteros de Región, que por cierto durante muchos años fueron llamados Presbíteros Representantes. Criterio que debe permear las decisiones hasta para nombrar una plana de predicadores: la edad, la geografía, el género, en fin. La existencia de compadrazgos o sindicatos ministeriales enquistados en las estructuras eclesiásticas es indeseable, y puede ser oneroso y destructivo. La iglesia es de todos, y no sólo de un círculo de agremiados. Si es una comunidad constituida por “una clase que significa la disolución de todas las clases”, la representatividad es indispensable.

3. Legalidad

Es el respeto a la norma escrita. La que juramos guardar y hacer guardar el día de nuestra consagración. No fue ese un protocolo chauvinista y mucho menos una simple fachada religiosa espiritualoide. Fue un compromiso jurado y asumido públicamente. De hecho constituye la primera obligación legal y moral de todo funcionario público, aun en el contexto eclesiástico, sin duda (Hechos 2321-3).
Necesariamente estamos hablando aquí de los derechos de las personas. Qué podría para nadie, a manos de sus representantes, ser más deplorable que la Violación de sus propios derechos por aquellos que deberían garantizarlos. Desde luego esta responsabilidad presupone, entraña y demanda, el dominio del estatuto.
NO a la represión política y a la persecución de reos políticos en nuestras filas. Respeto a la libertad de expresión de cada asambleísta (el voto incluído). Imparcialidad en el juicio (Levítico 19:15). Las libertades son sagradas en tanto que su origen sea divino.

4. Amar lo que Dios ama

No todo es táctico ni mucho menos, aunque todos son valores. El amor es insuperable, lo sabemos. Este arreglo de divisas fundamentales e irrenunciables, es convencional en cierto modo.
Conocerlos por nombre, aceptar sus limitaciones, acariciar a suvfamilia, visitarlos en sus dolores, recordarlos en sus cumplea- ños, una nota de saludo a la distancia, un telefonema inesperado sin interés alguno, recordarlos en días especiales, dirá mucho de lo que el pueblo signifique para nosotros.
El Salmo 72 afirma nuestro compromiso con el pueblo, desde la elevada posición que nos confiere, con las siguientes palabras:
Salvará al hijo del menesteroso,  
y aplastará al opresor. 
Porque él librará al menesteroso que clamare, 
y al afligido que no tuviere quien le socorra.
De engaño y de violencia redimirá sus almas,
y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos.

5. Sencillez

Porque la sencillez es siempre marco de la verdadera grandeza. El libro apócrifo del Eclesiástico dice: Mientras más grande seas, más humilde debes ser. Nunca te conviertas en un “rey Viejo” que no sabe ser aconsejado (Eclesiastés 4:13). Pero aprende a seleccionar tus consejeros, porque en la multitud de consejeros está la Victoria.

6. Dominio propio

Aquí paso a conectarme casi automáticamente con la Virtud del autocontrol. Habrá ocasiones, supongo que no tantas, en que por causa de la justicia debamos ser drásticos y sentirnos indignados. Pero aun en tales extremos, nos conceda el cielo la gracia de mantener las emociones dentro de un límite.
Nuestro nóbel Octavio Paz, que nos cautivó en la soledad de su laberinto, discurre en su descripción que hace de las “máscaras mexicanas”, que a nosotros nos conmueve más que la abnegación, la impasibilidad. Y en efecto, por ello las honras y la admiración por el indio de Guelatao.
El Libro de los Libros nos enseña que es más grande el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu que el que toma una ciudad, Cuánto le costó a Moisés golpear la peña. Tengamos a la Vista esta insoslayable aspiración.

7. Espíritu apostólico

Un liderazgo auténticamente cristiano, debería estar marcado inexorablemente por esta característica. No se trata aquí de sacrificios inútiles, ni de pírricas Victorias egocéntricas y mucho menos de un ascetismo pernicioso y antibíblico que el apóstol de los gentiles llama “doctrina de demonios . Sino de entregas sublimes como la de Cristo: Por ellos yo me santifico (sacrifico) a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad (Juan 17:19).
Es el sometimiento, la rendición, la oblación de nuestra propia voluntad, si la voluntad de nuestro Padre celestial así nos lo ordena (Juan 6:38): He descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Dos voluntades que finalmente son la misma voluntad. Amar la voluntad de Dios, como valor supremo. Jim Elliot, misionero mártir a los aucas sudamericanos, dijo: No es un tonto el que entrega lo que no puede guardar para ganar lo que ya nunca podrá perder.
Tenemos la mística del apóstol Pablo, en su anhelo de conocer a “aquél que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo”, manteniéndolo siempre frente a sus ojos como inspiración y modelo:
Todas las cosas las he estimado como nada, 
por causa de la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, 
mi Señor, y por eso amándolo a él lo he perdido todo, 
y aun lo más grande para mi ha venido a ser basura, 
porque lo deseo a él, quiero conocerlo a él y ser como él,
conocer el poder que lo levantó de los muertos, 
así sea mediánte la participación de sus padecimientos, 
llegando incluso a ser semejantes a él en su muerte, 
– ¡(muerte de cruz, no importa)! – 
mi meta es cumplir el llamado que Dios me hizo y prosigo a ella.

8. Laicismo histórico

Venga a colación, así sea lacónicamente, el principio de separación de la iglesia y el estado, establecido por Cristo. Nuestra iglesia, por la gracia del cielo, está en continuo ascenso, y aunque no podríamos parangonar su estatus con el de la iglesia tradicional, ni nos interesa en cierto sentido, ciertamente está posicionada a causa de su crecimiento, cobertura, organización e influencia social, para decirlo en términos de aquella memorable prédica de Arturo Reyes Martínez en la celebración del 75° aniversario de las Asambleas de Dios en la ciudad de Monterrey, como la señora organización, la mayora. Bendito el nombre santo de Jesucristo. Soli Deo Gloriam. Pero esto nos pone a prueba, hemos de man- tenernos todo el liderazgo permanentemente, precavidos y leales a este precepto. El referente histórico inamovible y dramático es la llamada costantinizacion de la Iglesia. Qué terribles consecuencias.

9. Cuidado personal

Por último, un comentario sobre la mayordomía de nuestra salud. El liderazgo requiere capacidad física también:
  • Revisión médica periódica
  • Mantenimiento dental
  • Atención con un especialista, si se requiere
  • Evitar el sobrepeso
  • Un dieta inteligente
  • Caminar una hora diaria
  • Sueño suficiente pero no en exceso
  • Practicar algún deporte, si es posible
  • O asistir al gimnasio
  • ¡Ah!, y anudarse bien la corbata
Cuando alguien me dice: “Hermano, se oye mal su garganta”. “¿Cómo sigue de su columna?”. “Manito, cuídate, ya no te desgastes”. Me está diciendo tal vez que me quiere, y sobre todo, que no me quiere ver enfermo ni desaliñado. La gente desea ver a sus líderes rozagantes y vigorosos. Los líderes necesitan fortaleza física, mental y espiritual (estas tres áreas interactúan) en el ejercicio de su funciones.
Concluyo esta breve tesis sobre la filosofía del liderazgo, recordando que el emperador romano al tornar victorioso de alguna de sus campañas militares, se ceñía una corona de laurel esculpida en oro puro. Y envuelto en lienzos níveos, casi celestiales, atravesaba en un carruaje destelleante la metrópoli, ante la ensoñación y la algarabía de la plebe, exhibiendo consigo tesoros incontables y el botín de guerra del cual obsequiaba objetos de gran valor a sus amigos. Este es el trasfondo del apóstol Pablo cuando dice que el invicto Jesús, redivivo, en prenda de su victoria llevó cautiva la cautividad y repartió dones a los hombres. En la caravana marchaban los más corpulentos y relucientes corceles aureolados con crestones de colores, cientos de esclavos negros, rubios o cobrizos subyugados con grilletes, y toda suerte de tigres, leones, leopardos o aves exóticas enjaulados, para realzar aún más su glamorosa entrada triunfal, entre ovaciones incontenibles que aclamaban al paladín. Pero había otro elemento.
Un esclavo seleccionado cuidadosamente, de cuerpo musculoso y talle labrado, bajo el cobertizo confeccionado con plumas de avestruz, lo abanicaba suavemente y de vez en vez durante el desfile se inclinaba para susurrarle al oído: Toda esta gloria acabará muy pronto. Aquella apoteosis se desvanecería como la espuma…
fuente: Manual de Liderazgo – Transcripción OCR.
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Pbro. Enrique González Vázquez
Pbro. Enrique González Vázquezhttps://www.facebook.com/enrique.gonzalezvazquez.129
Líder del Concilio en diferentes áreas desde la superintendencia de Distrito hasta la nacional. Predicador del evangelio, hombre sencillo y muy capaz para el liderazgo.

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