EL NOMBRE DE JESÚS EN LA VIDA DEVOCIONAL — Pbro. José Inmar Valle

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La expresión en el nombre de Jesús es más que una fórmula mágica, un talismán o un amuleto de la buena suerte.

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De hecho no tendría ningún efecto, si lo que se declare o pida en el nombre de Jesús está fuera de la voluntad de Dios o no glorifica su nombre. Para un hijo de Dios el uso de esta frase en su vida devocional, deberá manifestar mucho más que un ritual o costumbre litúrgica.

Para comprender mejor la dimensión de estas palabras, consideremos brevemente cinco aspectos importantes que conlleva el uso de ésta poderosa expresión.

Significado de pedir en su nombre

Orar en el nombre de Jesús, es orar por las cosas que honrarán y glorificarán a Jesucristo, es pedir como conviene. Esta oración no pide egoístamente, para el placer personal, sino para agradar al Padre; significa lo m
ismo que orar de acuerdo a la voluntad de Dios.

Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho (1 Juan 5:14, 15).

Significa también, pedir al Padre aquello que el propio Jesús pediría; quiere decir que lo estoy haciendo en los méritos del Hijo y no en los propios, pues qué mérito podría tener un ser humano para que Dios me escuche o conteste. Sin embargo, en el nombre de Jesús, todo es posible: Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré (Juan 14:13). En el nombre de Jesús significa: en el poder de… en la autoridad de… en lugar de… y en la voluntad de…

El nombre de Jesús equivale al nombre de Dios

Esta maravillosa expresión, afirma el señorío de Cristo: para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre (Filipenses 2:10, 11).

Utilizar el nombre de Jesús, en nuestra vida devocional, es conocer la revelación de Dios en el Antiguo y el Nuevo Testamento; es tomar la teología del nombre de Dios, y aplicarla a Jesús; identificándolo así como el Jehová del Antiguo Testamento, cuyo nombre reverenciaban los judíos. Es manifestar nuestra fe en Jesús como …el Cristo, el Hijo del Dios viviente (Mateo 16:16).

Para el creyente del Antiguo Testamento, la revelación del nombre de Dios, equivalía a la revelación de Dios como persona, esta realidad se cumple en Cristo: He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste… (Juan 17:6) y A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer (Juan 1:18) Yo he hecho conocer tu nombre (Juan 17:26). Conocer a Jesús es conocer a Dios. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado (Juan 17:3)

Permite el acceso al Padre

Jesús es el único medio que nos da acceso al Padre, …nadie viene al Padre, sino es por mí (Juan 14:6) Es el único mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2:5). Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne. Cuando declaramos en el nombre de Jesús estamos confesando que tenemos comunión con él, libre acceso ante el Padre, la seguridad de ser escuchados en el cielo y la respuesta a todas nuestras peticiones.

El nombre de Jesús produce resultados sobrenaturales

Mas allá del uso de las palabras, lo importante es el propósito con el cual estas palabras son pronunciadas. Deben estar en el contexto de la voluntad y gloria de Dios.

Orar genuinamente para que en todo y por todo, Dios sea glorificado. Cada vez, que el creyente pronuncie con fe estas palabras, el Espíritu Santo, hará que la voluntad del Padre se cumpla. Se abrirá la puerta al mundo sobrenatural de Dios. En el nombre de Jesús se manifiesta su poder: …a los que creen en su nombre les dio potestad de ser llamados hijos de Dios (Juan 1:12).

En el nombre de Jesús hay salvación: Y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados (Mateo 1:21). No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres en quien podamos ser salvos (Hechos 4:12).

El que invocare el nombre del Señor será salvo (Romanos 10:13).

En el nombre de Jesús hay perdón de pecados: Recibirán perdón de pecados por su nombre (Hechos 10:43).En el nombre de Jesús hay autoridad: Y estas señales seguirán a los que creen en mi nombre (Marcos 16:17, 18). En el nombre de Jesús, hay acceso a toda bendición del cielo: …de cierto, de cierto os digo que todo cuanto pidáis al Padre en mi nombre, os lo dará (Juan 14:26). Y es el único nombre eterno, con un poder eterno y un pueblo eterno: Será su nombre para siempre… (Salmos 72:17).

Da valor a la vida devocional

Entendemos devoción, como la expresión humana de amor a Dios, fervor religioso o piedad; lo cual denota una vida de entrega, disciplina y sacrificio. Al usar el nombre de Jesús, en nuestra devoción, estamos dándole valor y propósito a este estilo de vida. Significa: estar en la presencia del Señor Jesucristo, tener comunión y una relación íntima con él, todo el día y todos los días.

Es él, quien sostiene esta amistad profunda y confiada.

Le da sentido a la expresión recíproca de amor que fluye en la vida devocional. No se hacen amistades perdurables en un minuto; de hecho, las amistades más profundas son las que permanecen a través del tiempo y las dificultades. Es interesante observar que los creyentes espiritualmente fuertes y sólidos, son aquellos que fueron curtidos en las batallas peleadas en íntima comunión con Dios.

Más interesante aún, que el propio Señor Jesús, introdujo el nuevo concepto de pedir “en su nombre” una noche antes de su muerte, hablando a sus seguidores respecto a la oración y el poder asociado a ella. De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él también las hará; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre. Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pedís en mi nombre, yo lo haré (Juan 14:12-14).

Conclusión

En la iglesia primitiva, durante el período de persecución, los cristianos se identificaban como tales, a través del conocido símbolo del pescado que en griego es ICTUS, transliteración de IXOYE, el cual encerraba la declaración: Cristo Jesús Hijo de Dios Salvador. I – Jesús; C – Cristo; T – De Dios; U – Hijo; S – Salvador.

En aquella época declararse cristiano era sinónimo de estar dispuesto al mayor sacrificio por su fe. Estos primeros cristianos, conocían por experiencia propia el poder, valor, autoridad y bendición que el nombre de Jesús posee.

Como imaginar esta vida de entrega y sacrificio, sin la comprensión profunda del nombre de Jesús. Todo aquel que se sumerge en la revelación de su persona, sabrá quién es él, descubrirá en la intimidad su cercanía, sin impedimentos o limitaciones, sus ojos verán más allá de los sentidos humanos; la gloria y majestad del Hijo de Dios y no tendrán otra causa mas loable por la cual vivir.

Como la Sunamita respondió a la pregunta: ¿Qué es tu amado más que otros amados…? Mi amado es blanco y rubio, Señalado entre diez mil (Cantares 5:9, 10); así nosotros: sólo mi amado Jesucristo es Dios, sólo mi amado murió para salvarme, sólo mi amado perdona pecados, sólo mi amado salva, sólo mi amado resucitó de los muertos, sólo el nombre de mi amado respeta el mismo diablo, sólo en el nombre de mi amado puedo meterme hasta el trono celestial, sólo mi amado bautiza con Espíritu Santo, sólo mi amado da vida terna, sólo mi amado llena los corazones vacíos, sólo mi amado puede con el problema del mal de la humanidad. Aleluya.

De la misma manera que sus primeros discípulos lo hicieron y a través de las distintas épocas todos aquellos que confesaron su nombre. Pronunciemos hoy nosotros todo el día y todos los días, el extraordinario nombre de Jesús. Por tanto, todo el que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos (Mateo 10:32).

fuente: aviva 2013 – edicion 7 Abril

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