EL HÁBITO PERNICIOSO Y PECAMINOSO DE JUZGAR A OTROS Pbro. Jorge Mijangos P.

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EL HÁBITO PERNICIOSO Y PECAMINOSO DE JUZGAR A OTROS.

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Insistente transgresión a la regla de oro.

¿Quien me puso como juez entre vosotros? Dijo Jesús a un hombre inconforme en el caso de una herencia.

No juzgueis para que no seáis juzgados, advirtió Jesús; Lucas 6; 37. La reacción lógica e inevitable es que seremos sujetos de juicio también.

Por la facilidad que tenemos para hacerlo, y por no figurar como un pecado clasificado de comisión, ( según creemos) lo practican muchos sin recato alguno como un vicio y hábito común, particularmente cuando en forma ensoberbecida sienten que ellos tienen sobrada “autoridad Moral”. La presunción que suele tenerse hacía los “prejuzgados” es que no son dignos de confianza, ni de un trato de igualdad alguna.

Los que “juzgan” viven nutriéndose de un “ego soberbio” de perfección, grandeza, superioridad, mismos que los envanecen en un marcado sentimiento de desprecio hacia los supuestos “pecadores”, émulos del fariseo que oró destacando sus sacrificios de obediencia y agradeció el no ser como el publicano, que también oró totalmente humillado ante Dios. Entendible es que Como predicadores, tengamos desde el púlpito que señalar los pecados tal como la Biblia misma los señala, y cuando sea necesario con valor civil, señalárselos en forma personal a quienes lo estén cometiendo.

Es cobardía y falta de integridad Cristiana, a espaldas de alguien, referir a otros, que esa persona es un fornicario, un ladrón o de otras formas un “inmoral” Cuando denostamos a los demás juzgando o prejuzgándolos ya estamos pecando ante Dios por desobediencia y usurpación de su autoridad. En la práctica ya estaríamos procediendo como jueces. ¿Quien me ha puesto como juez sobre los demás? ¿Que dice Pablo? ¿Quien eres tú que juzgas al criado ajeno? Para su propio Señor está en pie o cae. Rom.14:4.

Como pastores tenemos que ser ejemplo de ecuanimidad ante los feligreses, contra el feo y pecaminoso vicio de juzgar a los demás. Estudios serios han revelado que las personas con un síndrome de frustración tienen mayor inclinación a prejuzgar o juzgar precipitadamente. Como directivos no podemos evadir nuestro deber de juzgar respetando los procesos legalmente establecidos en nuestra Constitución. Pero por lógica esta función es complicada y como Cristianos tenemos que evitar actuar con represalias, aunque nos parezcan justificadas. Si juzgar es un deber oficial que se me tiene asignado, la palabra misma de de Dios me lo demanda. El buen juez primero debe reunir todos las pruebas. Es muy fácil para muchos prejuzgar, y después a como dé lugar, tratar de demostrar que nuestro Prejuicio fue acertado.

Cuando por decisión propia juzgamos a otros, sin que realmente nos corresponda hacerlo, nuestra motivación puede tener como causa los celos, envidia, soberbia, frustración o el respaldo incondicional o concertado a favor de una tercera persona, y sin duda la ausencia del “ respeto y amor Cristiano”, que nos llevará a envenenar los sentimientos de otros, tratando de destruirlos oculta o públicamente, en su prestigio y reputación.

Jesús mismo fue sometido a duras criticas y cuestionamientos perversos respecto a su doctrina y conductas generosas y amistosas hacia todos, siendo que a Él no le importaba la condición social económica o religiosa de las personas. Mucho cuidado, pues nuestra pulcra moralidad, nuestros títulos académicos o ejecutivos, no nos dan el derecho de erigirnos en “jueces”, o fiscales de las formas de vida de los demás.

Solo Dios es el Soberano en todo lo que cada ser hace o decide hacer. “Con la vara que medimos seremos medidos”. “Sección integral de toda la regla de oro”

Pbro: Jorge A. Mijangos P.

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