Una patología frecuente persigue a los ministros es el estrés de trabajo, que se define como: conjunto de reacciones nocivas, tanto físicas como emocionales, que concurren cuando las exigencias del trabajo superan las capacidades, los recursos o las necesidades del trabajador.
Cuando esta respuesta natural se da en exceso se produce una sobrecarga de tensión que repercute en el organismo humano y provoca la aparición de enfermedades y anomalías patológicas que impiden el normal desarrollo y funcionamiento del cuerpo humano (Wikipedia).
Es una patología emergente en el área laboral, que tiene una especial incidencia en el sector servicios, siendo el riesgo mayor en las tareas en puestos jerárquicos que requieren mayor exigencia y dedicación (Wikipedia).
Los estudios al respecto concluyen que una agenda saturada o cargas de trabajo más allá de la capacidad del individuo lo conducen al estrés laboral y ello a diversas enfermedades.
Aludo a esto para reconocer que: Somos seres humanos limitados por nuestra frágil naturaleza, no somos la orquesta solo parte de un todo; pertenecemos al reino de Dios constituido por muchos obreros que aunque la mies es mucha y faltan más obreros no podemos hacer más allá de nuestras limitaciones.
El apóstol Pablo reconoció la importancia de gastar la vida en la obra de Dios, de darse del todo, pero él mismo nos habló de la mayordomía como la responsabilidad de la buena administración de lo recibido, con ello nuestro cuerpo.
Por ello el consejo derivado del tema que en este momento nos compete aprende a decir ¡No! Al respecto señalaremos tres premisas importantes en la toma de decisiones sobre compromisos o trabajos por adquirir o como un limitante de lo que ya estamos haciendo.
1. Que la relación con Dios no esté en riesgo (por múltiples ocupaciones descuides tu vida devocional).
2. Que no afecte la relación familiar (por tantos compromisos adquiridos no dediquemos tiempo a la familia cuidado).
3. Que el bienestar físico y emocional no se vea comprometido. (nuestro cuerpo es nuestra herramienta de trabajo).
Esto no es un justificante para no trabajar o rendir al máximo para el Señor y su obra, sí para hacerlo en las mejores condiciones posibles, lo cual redundará en una mayor efectividad y eficacia en la obra que realizamos para él.
Es necesario diferenciar respecto a los compromisos o deberes por el ministerio o liderazgo que realizamos y aquellos en los que otros nos invitan a participar. Usando esto como un parámetro para medir el uso de nuestro tiempo en los compromisos que ya tenemos, o dejar algunos o decir no, a los que se nos invita.
Servir al Señor siempre será el más grande de los privilegios, realizarlo con eficiencia dará los mejores resultados. Las razones, por no decir, no pueden en cierta medida parecer ser válidas:
1. Creemos que no hay quien más lo haga.
2. Quieres ser complaciente con todos (para no hacerlos sentir mal por decirles ¡No!).
3. Ganar popularidad (dar a conocer mi ministerio en todas las fronteras habidas y por haber).
4. No llevas un orden de agenda (luego nos encontramos en compromisos empalmados y a final de cuentas quedamos mal con alguien).
El no utilizar el dominio propio, y una buena administración del uso de nuestro tiempo, nos cobrará cuentas, dado que por el tipo de trabajo que realizamos se activan gran cantidad de recursos, lo cual supone un desgaste importante para el organismo. Si éste es episódico no habrá problemas, pues el organismo tiene capacidad para recuperarse, si se repiten con excesiva frecuencia, intensidad o duración, pueden producir la aparición de trastornos psicofisiológicos, afecciones cardiacas, hipertensión arterial y los trastornos emocionales o mentales (Wikipedia).
Tarde o temprano la pérdida de energía causará que tu cuerpo se atrase en su capacidad de repararse a sí mismo. No habrá suficiente tiempo ni energía para que tu cuerpo reponga aquellas células muertas o restablezca los niveles de neurotransmisores cerebrales. Ocurrirán cambios en tu medio-ambiente interno. Ocurrirá un declive en tu energía. ¡Te quedarás sin combustible! Si a pesar de esto continúas derrochando tu energía, ocurrirán cambios permanentes. La lucha de tu cuerpo por mantenerse sano a pesar del desgaste energético excesivo es una gran fuente de estrés para tu cuerpo (monografías.com).
Cuando analizamos las consecuencias que el desgaste de nuestro cuerpo ocasionan, debemos reflexionar sobre la importancia de reorganizar nuestro tiempo, y nuestras prioridades pues de lo contrario pagaremos un precio muy alto e intentando hacer más los resultados serán menos pues no rendiremos el máximo de nuestras capacidades que quedarán afectadas por el abuso de nuestro potencial. Cualquier suceso que genere una respuesta emocional, puede causar estrés y cuando el estrés interfiere con la calidad de vida se debe actuar.
1. Prepárese lo mejor que pueda para cada trabajo que le compete realizar.
2. Fíjese metas realistas en su casa y en el trabajo.
3. Evite las actividades o compromisos que van más allá de sus capacidades. Diga ¡No!
4. Maneje una agenda que rija el curso del buen empleo de su tiempo y energía de manera organizada.
Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes, para anunciar que Jehová mi fortaleza es recto, y que en él no hay injusticia (Salmos 92:14, 15)