Hoy en día, vivimos en una época en la cual la palabra positivo está en boca de muchos, continuamente escuchamos hablar a deportistas destacados y personajes de la vida publica del positivismo.
Si bien, el ser positivo es tomado desde un contexto de ver la vida con una visión no fatalista y destructiva, sino observarla con una mirada de esperanza y objetiva, también es cierto que hoy contamos con innumerables personas que ven a la actitud positiva como otro tipo de dogma, un estilo de vida, una nueva forma de vivir sus vidas, vaya me atrevo a decir que pueden caer en el fanatismo.
En los tiempos tan difíciles que actualmente vivimos, con guerra en medio oriente, disparos, muertes y secuestros en nuestra nación, hambruna en África y desastres naturales que pueden destrozar el corazón financiero del país más poderoso del mundo, es claro que en la memoria colectiva de no sólo México, sino en del resto del globo; se tenga una visión sombría en cuanto a la vida, se tiene una visión muy generalizada de que las cosas no caminan como deberían, gracias a esto y otras circunstancias pareciera que nuestro mundo está al borde del colapso.
Sin embargo, la labor del ministro contemporáneo en pleno siglo XXI y con todo lo que esto implica, es contraponer esta mentalidad y renovarla a través de la palabra de Dios, ciertamente la labor no es nada sencilla, pero no por ello será imposible, hoy tenemos en nuestras manos la posibilidad de cambiar la imagen de la Iglesia, ya que erróneamente a través de los años se ha mal informado a la gente respecto al rostro de la iglesia,
con una imagen condenatoria, donde Dios es represivo y hasta vengativo, tenemos en nuestras manos el poder de dar las buenas nuevas desde el punto de vista que si bien Dios aborrece el pecado, también es verdad que él ama al pecador
una imagen que muchos ministros de las Asambleas de Dios están impulsando con fuerza desde los púlpitos derribar y demostrar que esto no es como el mundo piensa, una imagen que ha sido clave para que cada vez más gente voltee a ver a Cristo como un Dios de amor, una imagen que está siendo cambiada no sólo desde el altar, sino que es llevada a la calle a través de las actitudes positivas que tomamos con nuestros vecinos, con aquellas personas con las que interactuamos en nuestra vida cotidiana, dejando a un lado el legalismo para convertirnos en verdaderas personas en busca de la verdadera santidad, predicando siempre la sana doctrina a todos los que nos rodean en acción y en palabra.
Nuestra labor como predicadores y portadores del evangelio de Cristo debe ser el ver con optimismo el futuro que nos espera caminando con nuestro Señor; transmitir que Dios tiene el plan más perfecto, y que éste es un regalo para todos, pero siempre desde el punto de vista bíblico; este tema es muy delicado a la hora de llevarlo al altar debido a que ha sido visto como un sustituto de la fe.
Esto es, que la gente ve el optimismo como un tema de moda, y no lo ve como un aspecto que debemos cultivar todos los días, en donde el cristiano tiene que ver el futuro con optimismo no importando que tan mal esté la situación, por que podemos tener fe de que Dios siempre tendrá el control de nuestras vidas.
Tenemos la responsabilidad de contagiar a nuestras congregaciones no sólo con palabras o conceptos hechos por hombres, sino contagiar a los demás con una actitud positiva a la luz de la Palabra; mencionar que Dios puede sanar al enfermo, con un propósito, como un plan maestro de renovación no sólo física, sino espiritual, debido a que en su Palabra están plasmados muchos ejemplos, donde la sanidad es auténtica tanto física como espiritual; es contagiar con el ejemplo de nuestras vidas al convertirnos en realizadores de las verdades bíblicas.
Esta es la clave de la predicación o de la actitud positiva, el tener en mente que Dios es el autor y consumador de toda buena obra; tenemos diariamente la ardua tarea de vivir con una actitud positiva en nuestra vida, confiando plenamente y conscientemente en nuestro Dios. Haciendo a un lado las voces que en el mundo dicen que únicamente teniendo pensamientos positivos podremos salir de las dificultades; si bien es cierto que es mejor tener un pensamiento positivo, también lo es que este mismo debe estar fundamentado siempre en la confianza plena y entera en Dios, y como la Palabra lo dice, unos confiaban en carros otros en caballos, mas nosotros confiaremos en el nombre del Señor.
En este mundo donde las cosas corren a una velocidad impresionantemente rápido, debemos estar conscientes de que se está levantando una generación que está hambrienta y necesitada de llenar el vacío que hay en sus corazones; lamentablemente muchos lo llenan con lo primero que les venga a la mano. Hoy día tenemos más horóscopos, brujos, tarot, santería y cuanta cosa de las tinieblas en los periódicos y medios masivos, que mensajes de la Palabra; hoy vivimos en un mundo que como un cangrejo ermitaño se agarran de lo primero que encuentran en el fondo del mar para refugiarse en él y no soltarlo aunque esto les cueste la vida.
Tenemos la difícil tarea de impactar a esta misma generación con el poder de la palabra de Dios, de hacer que su luz brille en medio de las sombras de un mundo cada vez más escéptico al poder de Dios, un mundo que se siente cada día más autosuficiente pero débil y frágil cuando la dificultad llega a sus vidas, un mundo que está teniendo hoy más que nunca comezón de oír la Palabra, con un mensaje fresco, ungido y con optimismo, sabiendo que a todos los que en él confían no serán defraudados.
Tenemos la responsabilidad de trabajar hacia afuera, salir de la comodidad de nuestras congregaciones y dar esperanza al enfermo, ser aquellos samaritanos que se atreven a atender al herido y no solamente pasar de lado con nuestra ceremoniosa espiritualidad, no únicamente predicando desde nuestros púlpitos, sino predicar a toda criatura, llevar a cabo la gran comisión que Cristo nos encargó, por que esta misma no se acaba al entrar a una congregación, sino todo lo contrario, comienza desde el día que conocemos de Cristo y le aceptamos como nuestro Salvador y Señor. Prediquemos con optimismo la Palabra de verdad, sabiendo que las promesas del Señor no son solo condenación; comencemos cambiando nosotros y nuestros mensajes de condenación, a vida y vida eterna.
Intentemos hacerle ver al mundo que Cristo señalaba el pecado y nunca lo solapaba, pero había algo que él siempre hizo y esto es, que restauraba la vida del pecador con amor. Seamos claros ejemplos de esta premisa en nuestras vidas, siendo ejemplo de una vida optimista, basada en la fe y confianza en aquel que todo lo puede. Tengamos pues como portadores de la Palabra de verdad una actitud positiva en medio de la adversidad, por que sabemos que pase lo que pase, seguiremos peleando la buena batalla, la batalla de verdad.