Las Escrituras interpretan las Escrituras – lec 8 dominical

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Nunca llegaremos a dominar el mensaje de la Palabra de Dios al punto de que ya no necesitemos estudiarla más. El mensaje de la Biblia es lo suficientemente claro para que lo entienda un niño muy pequeño o alguien con poca o ninguna educación. Sin embargo, contiene complejidades que fortalecen y alientan a quienes lo han estudiado durante muchos años. A medida que retiramos capa tras capa, Dios nos revela más de sí mismo. Cada parte de la Biblia es impor­tante, y mientras más la estudiamos, más claramente podemos ver el mensaje entretejido en sus páginas.

Nuestro esfuerzo por discernir las intenciones de Dios al darnos un texto en particular implica una familiaridad general con el carácter de Dios, según se describe en toda la Biblia. Esto es lo que signi­fica dejar que las Escrituras interpreten las Escritu­ras. Cada comunicación individual es aclarada por el contexto completo de la revelación de Dios para nosotros en su Palabra. Dios, quien decidió revelarse a sí mismo al hablarnos, espera que usemos la mente y las herramientas que nos ha dado para comprender más plenamente su mensaje.

Parte 1-La historia de Israel informa su destino

□ Escuchen atentamente Salmo 78:1-3

Los verbos en el versículo inicial del Salmo 78 son instructivos: «Escucha» e «[inclina] vuestro oído». Hablan de escuchar activamente para oír y comprender lo que se dice. Esto puede implicar preparar nuestra mente, descansar bien y suspender intencionalmente el juicio para escuchar lo que se dice.

El salmista llama la atención de Israel sobre «cosas escondidas desde tiempos antiguos, las cuales hemos oído y entendido; que nuestros padres nos las contaron» (Salmos 78:2,3). Podemos aprender los propósitos de Dios prestando atención a la forma en que Dios trató a su pueblo en el pasado. Pablo enfatizó que esos relatos no eran solo para el beneficio de Israel; más bien: «Estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amo­ nestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos» (1 Corintios 10:1).

□ Pasen las enseñanzas a otros Salmo 78:4-8

En el Salmo 78:4-6, el salmista enfatizó que la verdad de Dios debe pasarse a la próxima generación. A lo largo de su pacto con Israel, Dios enfatizó esta responsabilidad. En Deu- teronomio 6:6,7, Él dijo: «Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes».

La Palabra de Dios nunca cambia, pero cada generación debe descubrir de nuevo la verdad de Dios. El Salmo 78:7 dice: «A fin de que pongan en Dios su confianza [cada gene­ ración], y no se olviden de las obras de Dios». Hay algo «viejo» y algo «nuevo» en las ins­ trucciones de Dios. Como dice Juan: «Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio. Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra» (1 Juan 2:7,8). La Palabra de Dios transforma la vida de los nuevos seguidores en nuevas situaciones, y discernimos los propósitos de Dios para el presente al centrarnos en lo que Él ha hecho en el pasado.

Parte 2-Cr¡sto cumple la Ley y los Profetas

□ Lo que esto significa para nosotros Mateo 5:17,18

En Mateo 5:17,18, Jesús quería que sus oyentes comprendieran su propósito de venir a la tierra. Él no vino a destruir ni a abolir el mensaje anterior de Dios, sino a cumplir su propósito. La lección de la semana pasada mostró a Cristo como el máximo cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento, pero Él también vino a cumplir la Ley, llevándola a su propósito previsto.

A lo largo de sus enseñanzas, especialmente en el Sermón del Monte, Jesús interpretó la Ley, ilustrando la justicia «mayor» (Mateo 5:20) que Él espera de sus seguidores. La pro­ hibición del asesinato no trata simplemente de un acto en sí, sino de la actitud del corazón que puede producir tal acto. De manera similar con el adulterio, el pecado comienza en los deseos del corazón, no en el acto mismo. El divorcio, aunque permitido por la Ley, no es lo que Dios desea de la unión sagrada del matrimonio. ¿Ama a su prójimo? Sí, pero no se detenga ahí. ¡Ame también a sus enemigos!

Jesús profundizó en la Ley mucho más allá de una lectura superficial de las palabras, ahondando en el carácter mismo de Dios. En contexto, lo que Jesús estaba señalando como su cumplimiento de la Ley es una restauración de la intención original de Dios para el carácter y el comportamiento de su pueblo. Sus oyentes notaron la diferencia. «Cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas» (Mateo 7:28,29).

□ ¿Cómo deberíamos responder? Mateo 5:19,20

Jesús censuró la ignorancia y la desobediencia de los mandamientos de Dios y la inclina­ ción a enseñar a otros a hacer lo mismo. Más bien, Él dijo que los obedeciéramos y que enseñáramos a otros a hacerlo también. Ese tipo de enseñanza implica, no solo las palabras de uno, sino también el ejemplo de vida. Tal enseñanza verdaderamente cumple con el mandato de «pasarlo a otros» que vimos en el Salmo 78.

Jesús enseñó que la obediencia juntamente con enseñar la obediencia constituye grandeza en el reino de Dios. Señaló la diferencia entre la verdadera justicia y lo que los fariseos consideraban justo. En Mateo 23:23, Jesús les dice a los escribas y fariseos: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello». Los fariseos eran bastante buenos siguiendo las minu­ cias de las reglas prescritas, pero ignoraban los puntos esenciales que debían distinguir al pueblo de Dios.

Cuando realmente prestamos atención a las palabras de Jesús, reconocemos nues­tra pecaminosidad y nuestra necesidad, no solo de su obra expiatoria, sino también de su Espíritu santificador para transformarnos. El profeta Ezequiel habló del nuevo pacto diciendo: «Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra» (Ezequiel 36:27).

Parte 3-Pedro afirma que las cartas de Pablo son parte de las Escrituras

□ Dificultades para entender las Escrituras 2 Pedro 3:14-16

Si bien el mensaje fundamental de la Biblia no es difícil de entender, también reconocemos que no todo lo que está escrito en la Biblia es muy claro. Pedro reconoció que algunos de los escritos de Pablo eran difíciles de entender, aunque admitió la inspiración de estos y los agrupó con «las otras Escrituras» (2 Pedro 3:16).

Algunos pasajes son difíciles, y aunque seguimos las mismas pautas interpretativas, participamos del mismo Espíritu y mantenemos los mismos compromisos con la autori­dad bíblica, todavía podemos llegar a conclusiones diferentes a las de otros creyentes.

□ Distorsiones en las Escrituras 2 Pedro 3:16-18

Como sabios seguidores de Jesús, procuremos el aprendizaje y la estabilidad doctrinal y busquemos esas cualidades en nuestros maestros. Cada enseñanza debe ser medida por la norma del testimonio completo de la Palabra de Dios, dejando que las Escrituras interpre­ ten las Escrituras. Muchas enseñanzas falsas han resultado de citar versículos fuera de su contexto. El contexto de un versículo puede ser:

a. El párrafo en que se encuentra
b. El flujo, mensaje y género (tipo de literatura) general del libro en que se encuentra c. El marco histórico y cultural que asume o aborda
d. La enseñanza de la totalidad de la Palabra de Dios

El Espíritu de Dios nos guía y también contamos con buenos maestros en el cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:28, Efesios 4:11,12, Santiago 3:1). Debemos procurar toda la ayuda que podamos obtener, pero debemos comenzar prestando mucha atención al contexto.

¿Qué nos dice Dios?

Dios ha hablado a la humanidad a través de su Hijo, Jesucristo, quien con autoridad enseña y encarna la voluntad perfecta de Dios. Debemos esforzarnos para estudiar la Palabra de Dios, obedecer las enseñanzas de Jesús y transmitir el mensaje a los demás.

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