Muchos consideran importante la capacidad de «improvisar sobre la marcha», responder rápi damente cuando se los interroga o cuestiona. Sin embargo, responder rápidamente a veces puede ser producto de la sabiduría terrenal que no agrada a Dios. La sabiduría que Dios proporciona requiere que controlemos nuestra lengua, que busquemos palabras bondadosas que edifiquen en vez de destruir. Curio samente, Santiago pasa de una discusión sobre las responsabilidades de los maestros a una discusión sobre el control de nuestra lengua. Luego contrasta la sabiduría terrenal con la sabiduría de Dios. Todos estos temas se refieren a la sabiduría que debemos buscar en nuestra vida.
En la lección de esta semana, examinaremos la enseñanza de Santiago acerca de la sabiduría divina. Al principio de nuestro estudio, examinaremos nuestras palabras y la dificultad que tenemos para controlar nuestra lengua, especialmente en situaciones carga das de emociones. Pero cuando permitimos que la sabiduría de Dios controle nuestra vida, encontraremos que Él nos ayuda a controlar nuestras palabras, uno de los mayores desafíos que enfrentamos.
Parte 1-L a influencia de la lengua
□ La responsabilidad de los maestros Santiago 3:1,2
Cuando Santiago escribió que no muchos deberían hacerse maestros, no estaba desa nimando a la gente a convertirse en maestros (Santiago 3:1). Más bien, indicaba que los maestros serán juzgados más estrictamente. Quizá, algunos querían convertirse en maestros por la autoridad y el prestigio que acompañaban a esta función. Pero con el liderazgo también viene la responsabilidad. La enseñanza es un don sagrado dado a la Iglesia (Romanos 12:7; Efesios 4:11), y se requiere que los maestros manejen la Palabra
de Dios correctamente. Los maestros necesitan la sabiduría de Dios conforme influyen en sus alumnos a través de la enseñanza de las Escrituras. Se espera que tengan un alto nivel de moralidad y sean dignos de confianza. Un maestro que no cumple estas normas puede desanimar a otros y obstaculizar su relación con Dios. Los maestros serán juzga dos por esta responsabilidad que Dios les ha dado.
Todos debemos vigilar nuestra vida porque «Todos ofendemos» ocasionalmente (Santiago 3:2; «todos cometemos muchos errores», ntv). Pero si podemos controlar nuestra lengua, también podremos controlar todo nuestro cuerpo—todos los aspectos de la vida.
□ Las palabras pueden cambiar vidas Santiago 3:3,4
Al describir el poder de la lengua, Santiago usó dos ilustraciones—el freno en la boca de un caballo (Santiago 3:3) y el timón de un barco (v. 4). Ambos son muy pequeños, pero con trolan algo grande. Un caballo se mueve hacia la derecha o hacia la izquierda en respuesta a una leve presión. Un timonel puede mover un barco, incluso en medio de una tormenta, simplemente moviendo el timón. De la misma manera, una persona que controla su lengua puede controlar todo su ser.
La lengua es una parte pequeña del cuerpo humano, pero las palabras que habla proporcionan dirección, tanto para el que habla como para los que escuchan. Las palabras que decimos pueden darnos una reputación de ser veraces y amables, o de ser malhumorados, deshonestos y rencorosos. También pueden brindar dirección cuando las usamos para testificar y discipular a otros. Quizá por eso Santiago vinculó la enseñanza con el uso de la lengua.
Parte 2-E1 poder destructivo de la lengua
□ Tan destructiva como el fuego Santiago 3:5,6
La lengua es como un pequeño fuego (Santiago 3:5). Una sola chispa puede encender un fuego que destruye un bosque, a veces quemando comunidades enteras. Asimismo, las palabras descontroladas pueden destruir relaciones, asesinar el carácter de alguien, obsta culizar la fe de otros creyentes e impedir que los no creyentes vengan a Cristo.
Una lengua descontrolada «es un mundo entero lleno de maldad» (v. 6). Así como un fuego descontrolado consume todo a su paso, una lengua descontrolada destruye por sus palabras impías. Una lengua corrupta contamina todo el cuerpo, porque nuestro carácter se revela a través de nuestras palabras (Mateo 15:18-20). Este tipo de discurso tiene su origen en el mismo infierno (Santiago 3:6). La lengua puede traer vida o muerte, dolor o sanidad (Proverbios 12:18; 18:21). Las palabras que no están santificadas por el Espíritu Santo pueden desanimar y destruir a otros. Debemos agradar a Dios con nuestras palabras y animar a los demás. Hacer lo contrario no es un uso piadoso de nuestras palabras.
□ Difícil de domar Santiago 3:7-12
La gente ha podido domar muchos animales, pero nadie puede domar la lengua (Santiago 3:7,8). La lengua está llena de veneno y, si no se controla, puede esparcir su veneno mortal mediante mentiras, chismes y otras palabras hirientes.
Lamentablemente, algunos creyentes adoran a Dios, pero tratan con amargura y odio a aquellos que Él ha creado. Nuestro deber como creyentes es reflejar el amor de Cristo. Las cosas en la naturaleza no actúan en contra de su naturaleza. El agua dulce y el agua salada no fluyen de la misma fuente (v. 11). La higuera no da aceitunas, y la vid no da higos (v.12). Nuestras palabras reflejan nuestra relación con Dios, y tienen poder para destruir o para edificar.
Las palabras poco amables pueden herir profundamente. Una lengua desenfrenada no hablará palabras amables, pero una lengua domada solo hablará palabras agradables. Dios nos ha llamado a hablar palabras que fortalezcan y animen a otros. Podemos pedir a Dios que nos ayude a que nuestras palabras sean agradables (Salmo 19:14). Su Espíritu puede capacitarnos para cuidar nuestra manera de hablar para que hablemos palabras de alabanza a Dios y de aliento a los demás.
Parte 3 – Contraste entre la sabiduría terrenal y la celestial
□ Sabiduría terrenal Santiago 3:14-16
Interpuesta entre dos declaraciones sobre la sabiduría que proviene de Dios, Santiago 3:14-16 describe la sabiduría terrenal que resulta en «perturbación y toda obra perversa» (v. 16). Alguien que tiene «celos amargos» (v. 14) tiene una marca distintiva de sabiduría terrenal. La palabra «amargo» conlleva la idea de algo que es irritante al paladar. Un indi viduo celoso guarda rencor contra otro que posee algo que él mismo quisiera poseer. La ambición egoísta se centra en el deseo personal, no en las necesidades de los demás. Los celos y la ambición egoísta no tienen lugar en el pueblo de Dios. No debemos jactarnos de la sabiduría terrenal. La raíz de esta jactancia es el orgullo que eventualmente conducirá al desastre personal y espiritual (Proverbios 16:18).
Santiago le dijo a sus lectores que «[no mintieran] contra la verdad» (Santiago 3:14). No debían engañar a otros. Dios desea que sus hijos sean honestos. Un estilo de vida impío se ve claramente en nuestras actitudes, acciones y palabras. En vez de acercarnos a Dios, estas acciones conducen al deterioro espiritual.
La sabiduría del mundo tiene su origen en el mundo (v. 15) que está bajo la influencia de Satanás. Glorifica al ser humano y coloca las filosofías humanas por encima de la sabiduría de Dios. Santiago concluyó que «donde hay celos y contención» («envidias y ambiciones egoístas», ntv) allí hay «perturbación y toda obra perversa» (v. 16).
□ Sabiduría de lo alto Santiago 3:13,17,18
La sabiduría de lo alto es pura—pacífica, amable, benigna, misericordiosa (Santiago 3:17). El vocablo griego que se traduce como «pura» viene de la raíz de «santo» y «santificado». La sabiduría humana conduce a la división, pero la sabiduría divina fomenta la paz.
Dios nos mostró su bondad y espera que seamos bondadosos con los demás. Su sabiduría es siempre razonable, y no dura, obstinada o egoísta. En vez de causar discordia y problemas, la sabiduría de lo alto está «llena de misericordia y de buenos frutos» (v. 17). Esta sabiduría no muestra favoritismo.
Encontramos la sabiduría de Dios primeramente al darnos cuenta de que la necesitamos. En segundo lugar, necesitamos orar para recibir su sabiduría y esperar que Él responda. Tercero, debemos de estudiar la Palabra de Dios. Cuarto, necesitamos escuchar al Espíritu Santo y obedecerle. Quinto, Dios puede usar a un individuo o una situación para hablarnos cuando estamos buscando dirección. Recuerde que Dios quiere dar sabiduría a aquellos que desean ayudar a los demás.
La sabiduría divina produce una vida justa. Cuando esta sabiduría se manifiesta en nuestra vida, traeremos paz a aquellos cuya vida está trastornada a causa del pecado (véase Mateo 5:9). Es esta la sabiduría que Dios desea que mostremos a los demás.
¿Qué nos dice Dios?
Dios nos ha dado su sabiduría para que lo honremos con nuestras palabras y acciones pia dosas. Muchas personas han venido a Cristo porque fueron testigos de cómo un creyente vivió una vida piadosa.