Después de un ascenso al trono bastante tumultuoso y reñido, Salomón comenzó su reinado ofreciendo sacrificios en adoración a Dios. Reconoció que era a través de la promesa de Dios que estaba gobernando la tierra de Israel como sucesor de su padre, David. Entonces Dios mismo se le apareció a Salomón en un sueño para invitarlo a pedir lo que quisiera. La res puesta de Salomón—una petición de sabiduría— le trajo a él y a la nación de Israel gran éxito.
La historia del reinado de Salomón comienza con una declaración muy importante: «Salomón hijo de David fue afirmado en su reino, y Jehová su Dios estaba con él, y lo engrandeció sobremanera» (2 Crónicas 1:1). En el rey Salomón, encontramos un excelente ejemplo de cómo la vida de uno es impactada de manera tangible por la presencia de Dios cuando buscamos a Dios y luego nos rendimos a su voluntad. Según 1 Reyes 10:23,24, Salomón era más rico que cualquier otro rey sobre la tierra, y personas de todo el mundo querían conocerlo. Sin embargo, Salomón reconoció que la riqueza y la fama no eran suficientes. Deseaba un regalo mucho mayor de Dios.
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