La única manera de que la Iglesia sea eficaz es por el poder del Espíritu Santo. Cualquier cosa que los cristianos hagan en su propio esfuerzo resulta en una organización más. Aun si la iglesia está haciendo bue nas obras, como servir a los pobres, brindar atención médica o educación, una iglesia que no escucha al Espíritu Santo ignora el propósito de Dios para ella.
Jesús había prometido a sus discípulos: «seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días» (Hechos 1:5). Siguiendo Sus instrucciones, espe raron en Jerusalén, y Dios no los defraudó. Lanzó a la Iglesia a una misión nueva y productiva—una misión que tenemos el privilegio de continuar hoy.