Si bien estudiar las Escrituras individualmente es una parte importante del crecimiento de nuestra relación con Dios, el estudio personal no reemplaza la necesidad de estudiar la Biblia con otros. Ninguno de nosotros tiene una comprensión plena de la Palabra de Dios, y cada persona puede contribuir al crecimiento de otros. Además, podemos ayudarnos unos a otros evitando errores de interpretación. Desde los tiempos del Antiguo Testamento en adelante, el pueblo de Dios se reunía para escuchar la lectura de la Palabra de Dios y comprometerse a seguirla. No debe ser diferente hoy.
Desde el principio, la comunidad de seguidores de Jesús formada por el derramamiento del Espíritu Santo estuvo inmersa en la enseñanza de los apóstoles de Jesús. Como Jesús, los apóstoles anclaron su men saje en el Antiguo Testamento—la historia revelada de Dios que había alcanzado su clímax redentor en la vida, ministerio, muerte, resurrección y exaltación de Cristo. El Espíritu Santo usó esta enseñanza para dar forma y fortalecer a la nueva comunidad, conforme leían y estudiaban las Escrituras en sus reuniones de iglesias en las casas.
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