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EL REY YA VIENE – la venida de Jesús esta a las puertas

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Antes de su crucifixión, Jesús enseñó acerca de los últimos tiempos. Si bien se ha especulado mucho sobre el momento y los eventos que rodean ese día, podemos estar seguros de que Él regresará y está bus­ cando personas que anhelen ese día.

Después de entrar en Jerusalén el domingo y echar del templo a los cambistas el lunes, Jesús pasó el mar­ tes antes de su crucifixión enseñando en el templo. Cuando los fariseos y saduceos le hicieron preguntas, «Jesús [conocía] la malicia de ellos» (Mateo 22:18). Denunció su hipocresía frente a las multitudes, y luego salió del templo anunciando: «¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada» (24:2).

Jesús y sus seguidores luego fueron al Monte de los Olivos, y los discípulos le pidieron que les expli­ cara el significado de sus comentarios en el templo. Su respuesta está registrada en Mateo 24 y 25, y se conoce como el Discurso de los Olivos.

Parte 1—Cristo regresará

□ Las señales y el cumplimiento Mateo 24:27-31

Los maestros religiosos y los fariseos le pidieron a Jesús: «Maestro, deseamos ver de ti señal. Él respon­ dió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal» (Mateo 12:38,39). Él respondió en forma diferente a la solicitud de sus discípulos de la señal de su venida (24:3). En lugar de pedirle a Jesús que probara su poder, le estaban pidiendo puntos de referencia como señales de su regreso. Jesús quería que sus seguidores —incluidos nosotros— estuvieran preparados, prometiendo que «el que persevere hasta el fin, este será salvo» (v. 13). Aunque su venida será tan rápida como un relámpago, habrá indicaciones de que «el fin está cerca» (v. 28). Así como la gente suele ver buitres volando alto antes de darse cuenta del cadáver que estos rodean, observaremos ciertas señales del regreso de Jesús, incluidos «grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pesti­ lencias; y habrá terror y grandes señales del cielo» (Lucas 21:11).

Jesús cumplirá su promesa con una última señal, que será visible a todo el mundo: «el Hijo del Hombre…viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria» (Mateo 24:30; véase Daniel 7:13). Aquellos que no estén preparados se lamentarán, pero habrá alegría cuando los ángeles «[junten] a sus escogidos…desde un extremo del cielo hasta el otro» (Mateo 24:31). Muchos creen que Jesús estaba retrocediendo en sus comentarios proféticos en el versículo 31, hablando sobre el Rapto, que precederá a la Gran Tribulación y a la segunda venida de Cristo en gloria. Pero Jesús no dio una progresión exacta de los acontecimientos.

□ Como en los días de Noé Mateo 24:36-39

Respondiendo a la pregunta original de los discípulos: «¿Cuándo serán estas cosas?» (v. 3), Jesús dijo: «El día y la hora nadie sabe» (v. 36). Si bien los eruditos han debatido el signi­ ficado exacto de Mateo 24:36 (particularmente la naturaleza del conocimiento del Hijo), podemos estar seguros del punto que Jesús quiso comunicar: el ser humano no sabe, ni puede saber, el momento exacto de su regreso.
Jesús comparó ese tiempo con los días de Noé, cuando «vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal» (Génesis 6:5). Aunque la iniquidad en la tierra está desenfrenada, Jesús estaba ilustrando la forma en que la gente ignoraría las señales de su venida. A pesar del testimonio de Noé a aquellos que lo rodeaban (véase Hebreos 11:7), la vida en la tierra continuó normalmente (véase Mateo 24:38,39).

Parte 2—Estar preparados para la venida de Cristo

□ Recompensa por la preparación Mateo 24:44-47

Las limitaciones de los viajes en los tiempos del Nuevo Testamento hacían que fuera impo­ sible dar una fecha exacta de regreso al partir en un viaje largo. Los propietarios ricos a menudo confiaban los asuntos domésticos a siervos confiables durante su ausencia. Jesús describe a tal siervo como «fiel y prudente» (v. 45). Este siervo sería responsable de admi­ nistrar a los demás sirvientes y servir las comidas. Cumpliendo fielmente estas tareas, el siervo demostraría su fidelidad.

Jesús prometió que este tipo de siervo recibiría una recompensa por un trabajo bien hecho cuando regresara el amo. De hecho, se le pondría a cargo de todo lo que poseía el amo. Jesús describe una recompensa similar en la Parábola de los Talentos hacia el final de su discurso en Mateo 25 (véase v. 23). Aunque los mensajes de las dos parábolas son diferentes—la preparación constante en el capítulo 24 versus la inversión fiel en el capítulo 25— la recompensa del siervo prudente es comparable en cada una. Como seguidores de Jesús, también se nos promete una recompensa si perseveramos (véase Santiago 1:12).

□ Castigo por la maldad Mateo 24:48-51

Jesús comparó al siervo fiel en su parábola con otro trabajador que era básicamente inser­ vible, trazando una línea clara entre la recompensa y el castigo. El siervo malo dijo «en su corazón» (Mateo 24:48) que el amo tardaría en regresar, y pronto sus acciones siguieron a sus pensamientos.

En lugar de preocuparse por sus compañeros de trabajo, este siervo malvado abusó de su autoridad al «golpear a sus consiervos, y aun [al] comer y [al] beber con los borrachos» (Mateo 24:49). No solo se estaba aprovechando de la demora percibida de su amo, sino que estaba participando en un estilo de vida que entorpecía su capacidad para permanecer alerta y listo. Cuando el amo regresó sin previo aviso, el sirviente no estaba preparado en absoluto.

Jesús dijo que parte del castigo del sirviente era que se le asignara un lugar «con los hipócritas» (v. 51). La palabra hipócrita (de la palabra griega para «actor») indica que el sirviente tenía la apariencia externa de ser un administrador de negocios, pero estaba usando el puesto para su propio beneficio. Entonces, en lugar de disfrutar de las bendicio­nes del amo, así como el siervo fiel, este siervo malvado sería juzgado. El mensaje de Jesús es claro: Cuando regrese, espera encontrarnos sirviéndole con amor genuino y cumpliendo fielmente Su obra.

Parte 3-Hereden el Reino

□ El juicio final Mateo 25:31,32

Jesús luego contó dos parábolas para enfatizar lo repentino de su regreso y las consecuen­cias eternas que estaban en juego. En la parábola de las diez vírgenes (Mateo 25:1-13), cinco mujeres estaban listas cuando llegó el novio, y cinco se quedaron afuera de la puerta, rogando que se les abriera. En la parábola de los tres siervos (w. 14-30), un amo confió a cada uno de sus siervos una cierta cantidad de dinero. Dos invirtieron sabiamente; el tercero, movido por el temor, enterró su parte en la tierra. Finalmente todos fueron juzga­ dos consecuentemente.

Jesús entonces describió un evento futuro literal: el juicio ante el gran trono blanco (véase Apocalipsis 20:11-15), cuando Jesús se sentará en su trono y los ángeles traerán ante Él tanto a los creyentes como a los incrédulos. Jesús destruirá al Anticristo (2 Tesalonicen- ses 2:8), lo arrojará a él y al falso profeta al lago de fuego (Apocalipsis 19:20), y ordenará que Satanás sea atado y arrojado al abismo durante mil años (20:1-3) antes de establecer su glorioso reino.

Jesús explicó el juicio y el destino de la humanidad, apartando «las ovejas de los cabri­ tos» (Mateo 25:32). Sólo Jesús conoce el corazón de cada persona, por lo que solo Él está calificado para decir quién es justo y quién es malvado y administrar la justicia perfecta.

□ Una herencia gloriosa Mateo 25:33-46

Aquellos a la derecha de Jesús serán los que pertenecen al Padre. Las obras que Jesús menciona en Mateo 25:35,36 son evidencia externa de la salvación que ya habían recibido (véase Santiago 3:14-17). Cada acción refleja Su propia compasión. Sus fieles seguidores se han acercado a «los más pequeños de estos» (Mateo 25:40)—alimentando al hambriento, dando agua al sediento, mostrando hospitalidad a los extraños, vistiendo a los pobres, cuidando a los enfermos y visitando a los prisioneros.

Aquellos a su izquierda no han hecho estas cosas, y su indiferencia hacia las necesi­ dades de otros equivale a descuidar al mismo Jesús. Los injustos recibirán castigo (v. 41), pero los justos recibirán la vida eterna (v. 34). Se nos ha dado una advertencia de lo que nos espera en el juicio final, y cada uno de nosotros debe de elegir su destino eterno.

¿Qué nos dice Dios?

Aquellos que estén listos—esperando anhelantes la inminente llegada de Jesús—recibirán una recompensa eterna. Aquellos que ignoran las señales, y no entregan su vida a Cristo, recibirán el castigo eterno y serán separados de Él para siempre.

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Editorial VIDA
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