(6) La muerte es destruida (semana santa resurrección)

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1 Corintios 15:20 Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.

La resurrección de Jesucristo es la verdad central de la fe cristiana. En nuestro mundo abundan las ideo­logías, filosofías y creencias religiosas, pero el cristia­ nismo se distingue de todas ellas porque servimos a un Salvador resucitado. La muerte no pudo detenerlo y Satanás no pudo vencerlo. Debido a su resurrec­ción, sus seguidores también pueden esperar la resu­rrección y la vida eterna. Al comenzar este estudio, dedique un tiempo para regocijarse en la victoria de Cristo en la cruz.

Muchas personas ven la Pascua como una oportuni­dad de estrenar ropa nueva o planear un viaje fuera de la ciudad para aprovechar un fin de semana largo. Es posible que el mundo ni siquiera se dé cuenta de que este comienzo de una nueva estación es una som­bra de la nueva vida que podemos recibir a través de Aquel que conquistó la muerte para siempre.

A través de su resurrección, Jesús demostró la verdad de sus afirmaciones durante su ministerio. Los escépticos han tratado de negar la Resurrección, pero todos los intentos han fracasado. Este único acontecimiento es la esencia de la fe cristiana. Sin este, nuestra fe sería vana (1 Corintios 15:14).

Parte I-La victoria de Cristo sobre la muerte

□ Cristo resucitó de los muertos 1 Corintios 15:20-23

Pablo confrontó a aquellos en Corinto que enseñaban o creían que no hay resurrección del cuerpo físico, una creencia que socavaba el concepto de la resurrección corporal de Cristo. Él enseñó que habrá una resurrección de los muertos de cada creyente, un hecho firmemente anclado en la resurrección de Cristo (v. 20). En los versículos 21 y 22, Pablo usó una analogía entre Adán y Jesús para explicar aun más el significado de la resurrección de Cristo. Por el pecado de un hombre, toda la humanidad experimentaría la muerte. En cambio, por la obediencia de un Hombre, aquellos que lo han aceptado como Salvador experimentarán la resurrección a la vida eterna.

Pablo señaló dos cosas. Primero, la muerte es inevitable porque es la consecuencia del pecado humano. Segundo, la resurrección de Cristo garantiza la resurrección de todo aquel que lo acepta a Él. Lo que la desobediencia de Adán trajo a la humanidad (la muerte), Jesús la revirtió a través de su obediencia al Padre, yendo a la cruz a morir.

La resurrección de Cristo es esperanza. Cuando sufrimos por el aguijón de la muerte o tememos nuestra propia mortalidad, podemos recordar lo que Cristo hizo por nosotros a través de su muerte y resurrección. Asimismo, podemos anticipar con esperanza lo que Él hará por nosotros en el futuro, cuando seamos resucitados a la vida eterna. Podemos vivir con la certeza de que la vida eterna es nuestra mediante la fe en Cristo (v. 23). Jesús fue «las primicias» (v. 23; «el primero de la cosecha», ntv), pero nosotros, los que le pertenecemos, resucitaremos cuando Él regrese.

□ Cristo reina 1 Corintios 15:24-26

El reinado de Cristo resultará en la destrucción definitiva de la muerte, su último enemigo, al final de la era. Pablo no establece un marco de tiempo en este pasaje, aunque habla de los eventos posteriores al reinado milenario de Cristo. El punto principal de Pablo era demostrar la destrucción final de la muerte. El Padre lo ha declarado así, por lo que no hay sombra de duda de que sucederá (1 Corintios 15:24).

Al final, Cristo vencerá a todos los enemigos. Esto habla de la autoridad, el poder y la soberanía de Dios. Incluso la muerte, el último enemigo de la humanidad, será destruida (v. 26). Los falsos maestros en el versículo 12 dijeron que no habrá resurrección, pero en realidad, no habrá muerte. Cristo ha asegurado la resurrección de todos los que creen en Él. Si bien el dolor y la pena de la muerte son muy reales, encontramos consuelo en la esperanza que Cristo nos da.

Podríamos preguntarnos: «¿Cómo se ve afectada mi vida hoy por la victoria de Cristo sobre la muerte y la esperanza de la vida eterna en el futuro?». Tal esperanza no elimina nuestros desafíos cotidianos. Más bien, dirige nuestra atención hacia Cristo, en quien podemos encontrar ayuda para hoy y esperanza para el mañana.

Parte 2-Compartiendo la victoria de Cristo

□ La resurrección ¡lustrada 1 Corintios 15:35-41

Pablo luego refutó las preguntas de aquellos que tenían un entendimiento erróneo de la resurrección (1 Corintios 15:35; véase v. 12). La filosofía griega incluía la creencia de que mientras que el alma, o la mente, era inmortal y buena, el cuerpo era malo y eventualmente se descompondría. Algunos cristianos de Corinto no creían en una resurrección física ya que consideraban que el cuerpo era malvado. Pablo se refirió con franqueza a la negación de la Resurrección como una necedad (v. 36). Usó el ejemplo de una semilla para mostrar que la vida deriva de la muerte. Una semilla que se planta en la tierra se pudre, o muere, pero eventualmente brota y se convierte en una hermosa planta (v. 37). Así será con la resurrección de los santos.

La resurrección de los creyentes en Cristo incluirá un cuerpo dado por Dios (v. 38). En el mundo físico, Dios ha dado a los seres diferentes cuerpos: humanos, animales, de peces y de aves (v. 39). Asimismo, los cuerpos celestiales también son diferentes (w. 40,41). Nuestro Dios Todopoderoso puede tomar la materia física y darle la forma que Él quiera, de acuerdo con el propósito que Él determine. ¡Qué necedad, entonces, negar que Dios pueda levantar un cuerpo de la muerte!

□ La resurrección explicada 1 Corintios 15:42-49

En 1 Corintios 15:42-44, Pablo explicó que el cuerpo futuro, que cada creyente tendrá, es diferente de nuestro cuerpo físico presente. El cuerpo terrenal se descompondrá, y de él vendrá un cuerpo inmortal. Un cuerpo físico carece de honor y lleva las consecuencias del pecado (la muerte), pero será resucitado en forma glorificada. El cuerpo físico es débil, frá­ gil y mortal, pero nuestro nuevo cuerpo vivirá para siempre en el poder de la resurrección. El cuerpo físico es de este mundo, pero el cuerpo resucitado y glorificado será adecuado para el mundo venidero.

Este gran contraste se ve en Adán y Cristo (w. 45-49). Adán representa al ser terrenal, que está afligido por el pecado y atado a la tierra. Cristo representa al ser celestial, que es eterno e incorruptible. El primer hombre fue hecho del polvo de la tierra; el segundo es del cielo. El cuerpo natural volverá al polvo, pero los que han nacido de nuevo, serán resucita­ dos a la incorrupción. En la eternidad, todos los que han creído en Cristo serán celestiales e inmortales. En la tierra hemos soportado el estado corrupto del hombre terrenal, Adán. En el cielo llevaremos el estado del Salvador resucitado (véase también 1 Juan 3:2).

Parte 3 -Triunfantes por la victoria de Cristo

□ De la mortalidad a la inmortalidad 1 Corintios 15:50-54

Para concluir su argumento, Pablo afirma que un cuerpo físico corruptible no puede heredar el reino de Dios, ya que no es adecuado para la eternidad. Tal cambio ciertamente ocurrirá, pero no en este mundo corruptible. Cuándo y cómo ocurrirá esta transformación es un misterio de Dios, y podemos entenderlo solo a través de las Escrituras. El arrebata­ miento de la Iglesia tendrá lugar en un momento (v. 52; véase 1 Tesalonicenses 4:15-17). El término griego traducido «momento» se refiere a un fragmento de tiempo tan breve que no se puede dividir más. En ese momento este cuerpo será transformado, y lo mortal se vuelve inmortal (w. 53,54). La victoria de la vida eterna reemplaza la derrota de la muerte.

□ Victoriosos sobre la muerte 1 Corintios 15:55-57

La muerte perdió su poder con la resurrección de Jesucristo, y finalmente será destruida con la resurrección de los santos. La muerte ya no nos amenazará. Aunque la muerte aún ocurre para el cristiano, su aguijón ha sido reemplazado con la esperanza eterna. El aguijón de la muerte es la consecuencia del pecado (v. 56). A través de la Ley, el pecado expone nuestra impiedad, pero Jesús se ocupó del pecado de una vez por todas a través de su muerte sacrificial en la cruz.

Finalmente, Pablo expresó su profunda gratitud a Dios, quien nos proporcionó nuestra gran victoria espiritual por medio de Jesucristo (v. 57). Si bien esta victoria la disfrutare­ mos para siempre en nuestro cuerpo resucitado, también abarca los dones de la gracia que recibimos de Dios todos los días. A través del poder del Espíritu Santo, podemos triunfar sobre el pecado, en las batallas espirituales y en los desafíos de la vida. Y todo es posible gracias a la resurrección de nuestro Salvador.

¿Qué nos dice Dios?

Al anticipar con esperanza la eternidad, debemos vivir cada día en el poder del Espíritu Santo, el mismo Espíritu que levantó de los muertos a Jesús (Romanos 8:11). En 1 Corin­ tios 15:58, Pablo nos amonesta: «Estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano».

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