«CAER EN EL ESPÍRITU» ¿Un invento pentecostal?
“Como a las 03:00 de la mañana, mientras orábamos, el poder de Dios vino sobre nosotros con tanta fuerza, que muchos gritaron de alegría y muchos cayeron al suelo. Tan pronto como recuperamos un poco de aliento y por el asombro ante la presencia de Su Majestad, estallamos con una voz: ‘Te alabamos, oh Dios, y te reconocemos como el Señor’”
– JOHN WESLEY, citado por el erudito en historia mundial y especialista en los movimientos Metodistas, Santidad y péntecostal, Vinson Synan, en Voices de Pentecostés, P. 173, Editorial Vida.
«¡Vaya! ¡Cuántas lágrimas se derramaron, con un fuerte clamor, por el amor amado del Señor Jesús! Algunos se desmayaron, y cuando recobraron fuerzas, oyeron y se desmayaron de nuevo. Otros gritaron como si sintieran las punzadas de la muerte. Y después de terminar el último discurso, yo mismo me sentí tan abrumado por el amor de Dios que casi pierdo la vida. Pero al fin reviví, y después de comer un poco, fui lo suficientemente fuerte para viajar… La palabra fue más cortante que una espada de dos filos, y los gritos y gemidos llegaron al corazón más duro. Algunos tenían semblantes tan pálidos como la palidez de la muerte; otros se retorcieron las manos de angustia; aún otros estaban postrados en el suelo, mientras que otros cayeron y fueron sostenidos en los brazos de amigos”
– GEORGE WHITEFIELD, citado por Orlando Boyer, en The Heroes of the Faith, p. 67, editorial CPAD.
“(…) no tenemos por qué concluir, por las apariencias externas, que no están bajo la influencia del Espíritu de Dios; de hecho, no existe una regla bíblica de discernimiento de espíritus que excluya directa o indirectamente tales efectos sobre el cuerpo, ni razón alguna para excluirlos. Si tenemos en cuenta las cosas divinas y eternas, la naturaleza del hombre y las leyes relativas a la unión del alma y el cuerpo, podemos explicar fácilmente cómo una recta influencia y una percepción verdadera y adecuada de las cosas deben tener efectos sobre el cuerpo; el caso de aquellas manifestaciones de carácter más extraordinario, tales como la debilidad física, el frenesí en grandes contorsiones y los fuertes y estruendosos gritos así provocados. (…) Nadie supone que tiene que haber textos bíblicos explícitos para cada manifestación externa y accidental de los impulsos internos de la mente humana. (…) Cuando los pensamientos están concentrados y las emociones son tan fuertes -y el alma entera está tan absorta, embelesada y absorbida-, no es de extrañar que todas las demás partes del cuerpo también se vean afectadas, hasta el punto de verse privadas de su fuerza, dejando toda la constitución física al borde del colapso. (…) a veces tales hechos en realidad provienen del Espíritu de Dios”
– JONATHAN EDWARDS, The True Work of the Spirit – Signs of Authenticity, p. 16-26, Vida Nova.
“A partir de ese momento, la gravedad del ambiente aumentó rápidamente. En este momento, una conmoción instantánea pareció caer sobre la congregación. No puedo describir el sentimiento que tuve, ni el sentimiento que se manifestó en la congregación, pero sentí que la palabra cortaba literalmente como una espada. El poder de lo alto cayó sobre ellos en tal torrente, que cayeron de los bancos en todas direcciones. En un minuto, casi toda la congregación estaba de rodillas, postrada en el suelo, o en alguna posición humilde ante Dios. Cada uno clamaba o gemía por la misericordia divina para su alma”
– CHARLES FINNEY, Una vida llena del Espíritu, cap. 3, editorial Betania.
“Cuando el Espíritu de Dios desciende para obrar en un avivamiento, la primera obra que hace es, invariablemente, humillar a las personas, convencerlas profundamente de pecado, hacerlas sentir en la más total y completa desesperación. Esto le sucede a las personas que nunca han tenido esta experiencia antes. Un fuerte espíritu de convicción los posee, gimen en agonía, y pueden caer al suelo en tormento. Este es un «espíritu de esclavitud» y un «espíritu de temor». Sienten que nada se puede hacer por ellos, y ese es el resultado del derramamiento del Espíritu Santo.”
– MARTYN LLOYD-JONES, Los Hijos de Dios – Exposición sobre Romanos 8.5-17, p. 269, editorial PES.
_______________________
Cada uno puede sacar sus propias conclusiones. No obstante, recuerde que antes de atribuir la “caída en el Espíritu” a los pentecostales, que aparecen en el escenario histórico recién a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, ya caían multitudes embriagadas del Espíritu en los servicios de Wesley, Whitefield, Edwards, Finney y LLOYD-JONES (siglo XVIII y principios del XIX).
“…sed llenos del Espíritu” (Efesios 5:18)
Escrito por Eliseo Jeremias Enrique