He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová (Amós 8:11).
Así como no logramos concebir un futuro sin el avance de la ciencia y la tecnología, de igual forma, no podríamos concebir un futuro sin la Santa Biblia. Sea electrónica o en forma de códice, su esencia seguirá siendo amada por la cuarta y quinta generación de los hijos de los predicadores y de los santos de Dios. El futuro es incierto y neblineo, es como saltar al infinito abismal de la desesperanza, es correr sin llegar nunca, es un camino sin retorno, un caudal de remolinos sin fondo, un desierto de soledad interminable y, sin embargo, somos empujados hacia él, expectantes hacia un gigante no conocido al que paradójicamente anhelamos ver ¡ya! Vamos a un futuro desconocido pero de la mano de un Dios conocido. Pese a tal curiosidad innata del ser humano, esta es una facultad exclusiva del Hacedor de todo y de su Palabra, que más que resistente al tiempo, es su marcapasos, la luz que lo revela y destina su curso. El futuro llegó ayer y sin embargo, nosotros como actual generación de creyentes la tenemos en el corazón más viva que nunca. La solidez de la Palabra hay que llevarla de la mano en línea paralela hacia lo volátil del futuro. No podemos divorciarnos de aquella verdad que tanto predicamos y enseñamos, ya que en la Biblia encontramos ciertas seguridades que laten en el corazón del siervo de Dios:
1. La permanencia trascendente de la palabra de Dios
Sécase la hierba, marchítese la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre (Isaías 40:8). Es debido a su atributo eterno que es el logos de Dios, su aliento. Es su voz y ella tiene su misma autoridad. Sin titubeo y sin temor, podemos avanzar hacia el futuro porque la palabra de Dios nos da seguridad. Conociendo la modernidad y su enfoque, el mismo de todos los tiempos, trata de hacer a un lado la voz de Dios; ¡alguien tiene que callarla! se escucha en el horizonte, un grito de los cuatro vientos por el ateísmo y el secularismo. No obstante ha sido decretado, que el cielo y la tierra pasarán antes de que la Palabra sea apagada (Mateo 24:35).
2. El periódico divino viviente (Hebreos 4:12).
Está viva porque al leerla encontramos que las noticias que ocurren en nuestros días estaban profetizadas en el libro de Dios desde el ayer y ni una de ellas cayó a tierra. En el rompecabezas divino, que aunque escrito en prosaa nuestra alma le sabe a poema, ya todo está dicho. A nosotros solamente nos corresponde escudriñarla, creerla y confiar en ella. ¡Qué mejores libros para conocer las noticias de Dios que el de Daniel y el Apocalipsis!
3. La Palabra que lo sostiene todo (Hebreos 1:3).
Los cielos y la tierra están sostenidos por el poder de la Palabra, ¡Cuánto más el futuro!, o ex profeso a título personal, ¡Cuánto más el futuro del siervo de Dios! Por decirlo de alguna manera, los siervos del Altísimo son los más susceptibles al futuro ya que no se les dio una heredad. Pero ¿acaso habrá mejor herencia que Dios, al proclamar la verdad de su Palabra? Ella sigue siendo dinámica y en esencia es el poder sustentador de todo y de todos.
4. El Libro Sagrado que da esperanza
Una esperanza no no sólo que permanece, sino que rige tanto al futuro como al presente. Al futuro porque la esperanza que nos imprime su Palabra son los ojos de la fe (2 Corintios 5:7); y de la misma manera rige al presente, porque si se le tiene… se tiene todo. Como dice un proverbio nipón: es mejor viajar lleno de esperanza que llegar. La naturaleza humana siempre va a tener necesidad de comer el rollo; y aunque al principio le sabrá amargo por lo reveladora y demandante que es, al final le será dulce a su paladar; el sabor del único bien liberado de la mítica caja de pandora… la esperanza.
5. No puede estar presa (2 Timoteo 2:9).
Podrá el enemigo encarcelarnos y privarnos del gozo de llevar la Palabra, pero ella cual viento imparable saldrá a traer libertad a los cautivos. Enemigos de ella van y vienen; sin embargo, en el vigor inexorable que le dio su Creador, sale a hacer el bien para lo cual ha sido destinada, porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, si no que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié (Isaías 55:10, 11).
Es desatada y nos libra de nuestra ruina. En el Salmo 107:20, encontramos que esa Palabra debe ser liberada para que pueda restaurarnos de la enfermedad, ya que debido a la naturaleza humana siempre habrá miseria y mortandad. Bajo esta premisa, el ser humano, en toda época necesitará de la palabra del Dios que sabe bendecir y levantar. Hermanos míos, llegó la modernidad y ya estamos pasando la época de la postmodernidad, y aún seguimos siendo los mismos necesitados del Altísimo y de su consejo.
6. Libro esencial en las manos del predicador
No fuimos llamados a convertir la predicación en conferencias motivacionales del momento remendadas con citas bíblicas. Hemos sido formados para enraizar nuestra predica en la centralidad de la palabra del Dios vivo. Ella es fundamento del alma y de la doctrina. ¿Dónde se encuentra descanso para el alma? ¿Acaso no es en la bendita palabra de Dios? al tener nuestra alma perturbada por las inclemencias del pecado y del desánimo ¿no encontramos paz y perdón en ella? ¡Claro que sí! De ella emana toda la verdad doctrinal la cual no podemos ignorar y dejar de practicar. No nos cansemos de seguir nutriendo nuestros mensajes con los relatos escriturales que no han perdido su eficacia en el corazón del hombre, aunque ciertamente modernos… pero con la misma necesidad.
A manera de conclusión se puede decir, que el libro de Dios nunca pasará de moda. Indudablemente las nuevas generaciones lo necesitarán más que nunca, es el legado de Cristo para el hombre.