Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: Éste a los pecadores recibe, y con ellos come. Entonces él les refirió esta parábola diciendo: ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento (Lucas 15:1-7).
[dropcap]L[/dropcap]a parábola ilustra al pecador perdido en el desierto del mundo y muestra el gran amor de Dios para buscar y aceptar al pecador cuando éste se arrepiente de sus pecados, también nos permite conocer el pastorado terrenal a cargo de un hombre llamado a cuidar el reba- ño del Señor. Nos muestra la responsabilidad y el cuidado de un pastor que vive en sintonía con el corazón del Todopoderoso. La labor de aceptar la grey, la iniciativa constante de proteger del rebaño e ir en busca de la oveja que se extravía y corre grandes peligros en el desierto.
La búsqueda del pastor es por amor
…deja a las noventa y nueve… y va tras la que se perdió… (v. 4). El pastor responsable va en busca de la oveja perdida, sabiendo que las inclemencias del tiempo, la falta de alimento y las bestias malvadas en el desierto pueden dañar seriamente a la oveja.
La urgencia de encontrarla es mayor cada día ya que el conocimiento pastoral le permite entender lo inofensivo y débil que la oveja es. El amor mueve al pastor para realizar una búsqueda exhaustiva. Probablemente tendrá que caminar largas distancias, soportar el intenso calor o el crudo frío por las noches, resistir espinas que le hieren al andar por caminos inhóspitos a fin de encontrarla.
El corazón del pastor permanece inquieto y preocupado. No tendrá paz hasta encontrarla. No se puede ignorar la ausencia de aquella oveja que forma parte del rebaño. El amor es más fuerte que sus intereses personales, es una virtud que llena por completo al pastor y no puede negarse a buscarla. La convicción pastoral lo hace accionar, para enfrentar todos los desafíos, los obstáculos y peligros que ofrece el desierto, está dispuesto a sufrir, a negarse a sí mismo con tal de encontrarla. No puede renunciar a tan honroso privilegio de proteger al rebaño del Señor. Su trabajo le exige sacar fuerzas de la debilidad, e ir hasta donde sea necesario para salvar la vida de un creyente. El responsable del rebaño le quita horas al sueño y renuncia a placeres personales a fin de buscar su oveja perdida. Es capaz de cambiar planes, invertir tiempo y dinero,
pero no desiste del propósito de hacer volver al creyente extraviado a su iglesia. Por amor también se llora. Las lágrimas del pastor se van dejando en el altar. El gemido del siervo en su oración es tan profundo que alcanza a abrir el cielo y tocar el corazón del Príncipe de los pastores. La intercesión del hombre de Dios a favor de la oveja perdida y el clamor para solicitar los cuidados del Señor, resultan en beneficios en la vida de la oveja. Cada creyente es un pedazo del corazón del pastor. Parte de la búsqueda es la oración intercesora. El siervo del Señor, reconoce sus limitaciones y recurre al que todo lo puede.
El pastor ama a sus ovejas a pesar de las diferencias o actitudes que puedan presentar, respeta y reconoce la capacidad que cada una tiene. Siente el dolor de ellas y comparte las alegrías por las bendiciones recibidas de Dios. El siervo del Altísimo llega a conocer tanto al rebaño que difícilmente le podrán engañar. Él sabe qué ovejas tiene en el redil.
La búsqueda del pastor es perseverante

… hasta encontrarla? (v.4). No descansará hasta volverla al redil. El desierto de la vida se vuelve tan difícil que puede debilitar a cualquier oveja por fuerte que parezca. El mundo ofrece al creyente toda clase de atractivos, haciéndole creer que podrá disfrutar la vida y alcanzar posiciones que ha buscado por mucho tiempo.
La vida espiritual del creyente se deteriora muy rápido en el desierto del mundo. La vida mundana ofrece al creyente reconocimiento en el entorno social donde se desenvuelve, imagen, posición, y oportunidades para hacer riquezas. Los caminos del desierto se ven codiciables, pero no dejan de ser ásperos. El terreno tiene apariencia de bondad, sin embargo, cuenta con grietas profundas dónde quien cae ya no sale.
El pastor conocedor de los peligros del desierto, acciona con prontitud y va tras la oveja perdida. Hace a un lado la negligencia y no se deja atrapar por la pereza. Sabe perfectamente que si tarda en encontrarla, su vida puede perecer. Puede resultar agotador el esfuerzo por encontrarla, pero su objetivo es recuperar a la que se había perdido.
Hay desiertos dónde los riesgos son constantes y peligrosos debido a que el suelo carece prácticamente de toda protección vegetal. El viento corre con gran velocidad, resquebrajando y desmenuzando las rocas hasta dejarlas convertidas en granos de arena. Asimismo, los vientos de falsas doctrinas pueden acabar con la verdad bíblica en el corazón de la oveja, confundirla y desviarla hasta hacerla renunciar a la fe que profesaba.
Mayormente cuando el arrebatamiento de la Iglesia se acerca, la proliferación de doctrinas demoníacas buscará apartar de la verdad a los creyentes. La participación de hombres con apariencia de piedad aparecerá con fuerza y sutileza para corromper al creyente.
También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficiencia de ella; a éstos evita (2 Timoteo 3:1-5).
La época de grave apostasía espiritual y de abandono de la fe vendrá con toda seguridad. El poder engañador será más fuerte cada día y la oveja que corre más peligro es la que abandona su redil. El error, el abandono de la verdad bíblica. La pobreza espiritual es una amenaza grave en el desierto de la vida.
Los falsos profetas atrapan con rapidez a los descarriados, mostrándose con apariencia de piedad, actuando como líderes paternalistas para luego abusar de las ovejas inexpertas, solitarias y errantes por el desierto.
La oveja perdida no tiene la menor idea del esfuerzo que el pastor hace por no descuidar las noventa y nueve y continuar buscando su vida. El tiempo que pasa en oración, las horas de estudio para buscar pastos frescos que nutran al rebaño, la inversión de tiempo en consolar al herido y aconsejar a quien se encuentra desorientado.
La búsqueda del pastor es hasta ponerla en sus hombros Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozos (v. 5).
Cada oveja perdida puede ser encontrada en diferentes circunstancias. Enferma, hambrienta, herida, con frio, desorientada, avergonzada o temerosa. Puede ser localizada en una grieta profunda sin encontrar salida, en la ladera de una montaña áspera, lastimada por el candente sol o débil y moribunda por la falta de alimento, deshidratada por la falta de agua o enferma por alguna infección que lentamente le destruye la salud. Lo importante es encontrarla antes de que una fiera la devore; una enfermedad la consuma o muera de hambre y sed.
El pastor responsable, movido por el amor con carácter de conquistador vence todos los obstáculos hasta llegar a dónde se encuentra. No escatima ni tiempo ni fuerza, camina las distancias necesarias y soporta el frío de la noche, las ráfagas de viento, el calor de la arena, los riesgos de ser atacado por fieras salvajes y las inclemencias que puedan presentarse en el desierto.
La búsqueda cobra prioridad y el siervo le da preferencia, empeñando su voluntad para llegar a donde se encuentre el creyente que decidió abandonar la casa de Dios.
Al llegar a donde se encuentra la oveja, muestra su ternura y cuidado pastoral. No la regaña ni emplea palabras ásperas. Extiende sus manos para socorrerla y la coloca en sus hombros.
Cuando la oveja vuelve a sentir el cuidado del amante pastor y es sostenida sobre sus hombros, siente la seguridad y se desvanece su temor.
El siervo de Dios no le refiere cuánto tiempo invirtió para encontrarla, ni se queja del cansancio.
No habla de las dificultades por las que pasó. Sólo manifiesta el amor que lleva en el corazón y se regocija, porque su búsqueda terminó con éxito.
La oveja en hombros del pastor está en la posición de máxima seguridad. Ninguna fiera del desierto podrá dañarla, no estará más tiempo atrapada por el pánico y ya no pasará otra noche fría a solas. El reencuentro entre el pastor y la oveja es único. La oveja puede percibir el amor que nunca ha dejado de extrañar y el pastor siente la satisfacción ante aquel que le llamó para apacentar la grey. Vive la experiencia de dar su vida por las ovejas y puede ver con claridad el fruto de su trabajo responsable. Hay creyentes que abandonan la iglesia por detalles pequeños, otros por circunstancias más complicadas o problemas y diferencias entre hermanos de la congregación. Ninguna de las razones que las ovejas tengan para abandonar el redil hará que el pastor se cruce de brazos y deje de buscarlas. Todo pastor responsable tiene en su visión a la oveja descarriada, no renunciará a la tarea de hacerla volver al redil y reunirla con su rebaño.
La búsqueda del pastor es hasta volverla al redil y al llegar a casa,
reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido (v. 6). La búsqueda de la oveja perdida termina cuando el pastor ha integrado de nuevo al rebaño a aquellas que en un tiempo vivieron descarriadas. Es de admirar el sentido de pertenencia que el siervo de Dios manifiesta: He encontrado mi oveja, como diciendo: es mía, me pertenece y no es de otro. Al llamarla mi oveja, está demostrando que recuperó lo que nadie se atrevía a buscar, porque nadie ama tanto al rebaño como aquel que lo considera parte de su vida.
Cada oveja perdida puede ser encontrada en diferentes circunstancias. Enferma, hambrienta, herida, con frío, desorientada, avergonzada o temerosa. Puede ser localizada en una grieta profunda sin encontrar salida… Lo importante es encontrarla antes de que una fiera la devore; una enfermedad la consuma o muera de hambre y sed
El gozo que el pastor siente lo desea compartir con otros. Invita a sus amigos, aquellos que no se molestan por el triunfo de otros, sino que se alegran con los éxitos ajenos. Para todo siervo es necesario tener amigos que comprendan la tarea ministerial, los sufrimientos y carencias del pastorado, así como lo difícil que resulta guiar el rebaño.
El pastor del rebaño que comparte la alegría nos da una lección de humildad. Bien pudo solo celebrar la recuperación de la oveja y alimentar su orgullo por lograr el resultado deseado de su búsqueda. El buen pastor no se caracteriza por el egoísmo y mucho menos por la vanagloria. En nuestros días los vecinos ven mucho de lo que ocurre en la conducta del pastor, lo que sucede en el rebaño y además logran identificar a ciertas ovejas extraviadas. Lo relevante es que el gozo del pastor fue compartido con los vecinos, que formaron parte de la fiesta y conocieron a la oveja que anduvo perdida. La labor pastoral está en la mira de los vecinos. La vida de las ovejas es puesta bajo la más fina crítica del vecindario del redil. ¡Vale la pena ser un hombre responsable del pueblo de Dios!
[quote]El pastor conocedor de los peligros del desierto, acciona con prontitud y va tras la oveja perdida. Hace a un lado la negligencia y no se deja atrapar por la pereza.[/quote]