Santiago 3:1-12
A todos nos gusta hablar, de hecho pasaremos la quinta parte de nuestra vida hablando. Si es usted hombre hablará 20 mil palabras al día; y si es mujer: ¡30 mil! Sin embargo, nadie puede negar que en ocasiones la boca nos haya metido en muchos problemas, y más como líderes quienes siempre estamos hablando, por tanto somos más propensos a equivocarnos. Más de una vez se nos ha ido o pasado alguna palabra que jamás hubiésemos querido que se nos saliera de la boca y luego aunque nos hayamos arrepentido ya no remediamos nada. ¿A cuántos les ha pasado esto? Si te ha pasado, entonces: ¡Bienvenido al planeta tierra!
Es por eso que el apóstol Santiago nos dice: Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo (Santiago 3:2). Todos anhelamos ser, hombres y mujeres, perfectibles capaces de mostrar carácter y templanza con la gente que nos escucha y dirigimos. Es fácil hablar, cualquiera lo hace, sin embargo, mis palabras, enseñanzas, bromas, críticas, observaciones, comentarios necesitan pasar por el filtro de Santiago (3:1-12) que nos remite a tres observaciones, las palabras dan dirección, pueden destruir, las palabras revelan lo que soy. Finalmente presentaremos unas propuestas para construir a los que nos rodean con buenas palabras.
Las palabras dan dirección
He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere (Santiago 3:3, 4).
Dos imágenes; el brioso caballo, y una nave en un impetuoso mar. Ambos son difíciles de controlar, pero finalmente son gobernados por un freno o un pequeño timón.
Esto quiere decir que: ¡Mi lengua es el volante de mi vida! De la misma manera, nuestra vida puede ser dirigida por nuestras palabras. Que importante es nuestra habla. ¿De qué estás hablando? ¿Hacia dónde te diriges? Pon atención a tus palabras. Me gusta cuando los líderes dicen: ¡Hola Campeón! ¡Vamos a redoblar esfuerzos y contamos contigo! Valdría la pena que cuando terminemos un buen trabajo en la iglesia, en las reuniones, convenciones, en donde haya bendición por el esfuerzo, respaldo de Dios y el poder del Espíritu Santo, no lo dude, cacaraquee el huevo y diga fuerte: ¡Estas son las Asambleas de Dios! Afirme su iglesia, su visión, su proyecto, su personal con palabras poderosas.
Las palabras pueden destruir
Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡Cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno (vv. 5, 6).
Santiago nos dice que solamente se necesita una chispa para encender un fuego y acabar con todo un bosque. Una palabra descuidada puede destruir no sólo una vida, sino varias. Así es el chisme, es como el fuego. Se propaga rápidamente y destrozando vidas y reputaciones.
Me pregunto cuántas personas a causa de una palabra ociosa han destruido ministerios, matrimonios, carreras, reputaciones, amistades, o hasta haber dividido la comunión de la iglesia.
La lengua no sólo tiene el poder de dirigir a dónde va, sino también poder para destruir lo que se tiene. Si no aprendemos a controlarla Santiago dice que: Es como un fuego. ¿Alguna vez has conocido a un pirómano verbal? Sus palabras son siempre inflamatorias.
Da miedo ver los comerciales de los políticos y su manera incisiva de descalificar al otro. ¡Cuánta mala cultura se aprende en las redes de comunicación, parloteando sin sentido arriesgando principios y ética cristiana! Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal (Santiago 3:7, 8). La palabra clave aquí es que puede ser veneno mortal. La palabra en griego es, literalmente, veneno de serpiente. Basta una mordida para matar. Podemos asesinar a alguien con palabras. Asesinar su personalidad, su carácter, su integridad, su familia. La lengua es un arma mortal. Podemos pararnos en una calle transitada señalar y gritar a todo pulmón: ¡Maten a ese perro! tiene rabia… y luego investigar si la tuvo o no, cuando ya está todo apaleado y quizá muerto. La lengua es veneno mortal.
Las palabras revelan nuestra persona
De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce (Santiago 3:10- 12).
¿Cómo es posible que en un minuto hablamos a la iglesia, o a los hijos en tonos suaves, y de amor y al minuto siguiente estamos siendo duros con ellos?
Muchas veces dañamos la autoestima de las personas que nos rodean, nuestros líderes, esposa, hijos y luego pedimos perdón sintiéndonos culpables.
¿Qué pasa? ¿Cuál es el problema? ¿Por qué hacemos eso? ¿Por qué podemos realmente decir algo en el amor y la bondad y luego cambiar al odio al minuto siguiente?
El problema es que: Las palabras revelan mi vida. Es duro decirlo pero así lo afirma Jesús: ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca (Mateo 12:34). Hablamos lo que traemos dentro. Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias (Mateo 15:18, 19).
Como líderes tenemos que construir a los que nos rodean con buenas palabras.
- Piense antes de hablar. Salmos 141:3.
- No se enoje rápidamente. Santiago 1:19.
- Sea cariñoso.
- Haga que la gente se sienta valiosa a su lado.
- Afirme siempre a las personas por sus logros, esto las fortalece.
- Las buenas palabras motivantes son oxígeno al alma.
- No sólo dé elogios en privado, hágalo en público tanto como pueda.
Recuerde: Cuando da a alguien un cumplido en público, le está dando alas de águila. (Maxwell, J. C. 2005, 25 maneras de ganarse a la gente. pág. 41).
Sin duda siempre recordamos con alegría al maestro, líder o pastor que nos motivó por sus sabias palabras que marcaron nuestra vida. Tal vez por alguna palabra que nos dijeron y afirmaron descubrimos nuestra vocación o ministerio. Sea usted un líder que construye a otra con sus palabras bendecidas y poderosas.
fuente: aviva 2012